Audiencia 43 del Juicio Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno de Avellaneda «Yo era muy chico para morir ese día»
Durante la audiencia N° 43 del Juicio a las Brigadas declararon los hermanos Bonifacia del Carmen Díaz, Juan Antonio Díaz, Juan Domingo Díaz y Víctor Hugo Díaz. Todos son sobrevivientes del genocidio.
ANDAR en la justicia
(Diario del juicio) Juan Domingo es el primero en declarar, recuerda que la noche anterior a su primer secuestro, en febrero de 1977, estaba en su casa en Berazategui, cuando “de repente entraron en la casa (…) sentí un puntapié que me empujó hasta la puerta y caí de boca en la vereda y ya tenía unos cinco o seis fusiles apuntando en mi cabeza”. Lo subieron a un Falcon, lo encapucharon y fueron al taller donde Juan Domingo trabajaba y en donde se encontraban sus otros hermanos. Sólo se llevaron a Víctor Hugo, quien finalmente logró escapar esa misma noche de su lugar de detención en el Regimiento de La Tablada.
Al día siguiente, durante el almuerzo el grupo armado de civil volvió a irrumpir en la casa. Esta vez lo llevaron junto a su otro hermano Juan Antonio a una comisaría de Avellaneda. Allí, lo ataron a una columna y comenzaron a torturarlo: “Yo era un chico muy joven para morir ese día”, recuerda. En ese momento tenía 17 años. Esa misma madrugada los liberaron.
El 17 de octubre de ese mismo año, luego de haberse mudado toda la familia a Ezpeleta, fue secuestrado por segunda vez junto a dos de sus hermanas, Elvira y Bonifacia. Fueron trasladados al “Infierno” de Avellaneda. Lo desnudaron y lo ataron de pies y manos sobre una mesa: “Comenzaron a girar una rueda como si fueran a descuartizarme (…) cuando llegué al límite del estiramiento me colocaron anillos en los dedos del pie”, describe. Comenzaron a torturarlo con la picana: en los dientes, en la boca, en los brazos, en los genitales. Aún conserva las marcas de las quemaduras.
Cuando fue liberado se dirigió a la casa de un amigo, quien tardó en reconocerlo por lo desfigurado que estaba. Le prestó plata y zapatos para regresar a su casa y “siguió la vida”, rememora el testigo. Con nostalgia cuenta que “quería ser cardiólogo (…) hoy soy constructor y ya construí en Brasil tres hospitales, para otros empresarios, pero por lo menos los cardiólogos trabajan en ellos”.
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La audiencia continúa con el testimonio de Juan Antonio Díaz, quien describe detalles del primer secuestro que vivió junto a su hermano Juan Domingo. Declara que en la comisaría “había gente de uniforme de la policía bonaerense, era Avellaneda, y gente de civil como si estuvieran trabajando. Cuando nos pasaron a otra dependencia ya se sentía que había gente detenida”.
El testigo recuerda que el mediodía del secuestro escuchó el ruido de las patadas en la puerta. Luego, los policías entraron a su casa y apuntándole con armas preguntaron por su hermano Víctor Hugo. Él ignoraba que había logrado escapar. En ese momento lo secuestraron junto a Juan Domingo, pero antes una de sus hermanas preguntó hacia dónde los llevaban, la respuesta fue: “Si no aparece Hugo, de estos dos olvídense”.
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Declara Bonifacia del Carmen Díaz, ella y Víctor Hugo eran los únicos militantes de la familia. Su testimonio recorre y confirma las mismas vivencias que sus hermanos cuando fueron secuestrados.
En este momento su voz se escucha entrecortada producto de la mala conexión, el juez Basílico solicita a Bonifacia que apague la cámara y vuelva sobre su testimonio. La audiencia continúa.
La testigo confirma que el día que fue secuestrada junto a sus hermanos por segunda vez, ella fue trasladada al “Infierno” de Avellaneda y a los pocos días al CCD “La Cacha”, en donde permaneció durante 30 días hasta su liberación en diciembre.
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Víctor Hugo Díaz es el último en prestar declaración. Era militante de Montoneros y cuenta que llevaba adelante un “trabajo de reconstrucción (…) con la esperanza de cambiar algunas cosas”
La noche de su secuestro, en febrero de 1977, los policías entraron al taller donde trabajaba, lo ataron, lo encapucharon y lo subieron al baúl de un auto. Una vez que llegaron al Centro de Detención de La Tablada uno de los policías le dijo: “Vos pibe sos boleta, tu vida depende de mí”.
A partir de ese momento empezaron a torturarlo e interrogarlo para que brinde información sobre su militancia y sus compañeros. Comenzaron “las sesiones de tortura” con la presencia de varias personas que miraban “para ver cómo el interrogador hacía el trabajo para poder sacar el dato, estaban asistiendo a una clase de inteligencia”.
Después de varias horas de tortura lo colocaron en un catre, le ataron las manos y uno de los militares lo tapó con una frazada, luego se sentó y se quedó dormido. El testigo recuerda haber escuchado los ronquidos, logró liberar sus manos, agarró un caño, se acercó al hombre y golpeó su cabeza. Acto seguido tomó el arma del militar y lo apuntó diciéndole: “Vos me vas ayudar a salir de acá”.
Una vez afuera del Regimiento lo primero que vio fue Camino de Cintura, comenzó a correr y tomó un colectivo hasta Plaza Once para contactarse con una vecina y dar aviso a su familia sobre su huida.
Logró refugiarse en la casa de distintos compañeros para seguir militando de forma clandestina. Hasta que en 1978 y junto a un grupo de militantes, decidió viajar a México para “volver tiempo después con la contraofensiva popular de Montoneros”. En 1978 el resto de la familia se había exiliado a Brasil.
La próxima jornada del debate oral y público será el martes 19 de octubre a las 9:00 y se tomarán las declaraciones testimoniales de Armando Ramírez y Hugo Marini