ENTREVISTA A ENRIQUE FERRARI “Yo cuento la historia como si estuviera pasando ahora”
Enrique Ferrari es autor del libro “Unidad Básica Evita Montonera, una experiencia política” que se presentará el próximo jueves 9 de octubre en el Museo de Arte y Memoria de la CPM. El texto propone recuperar la militancia política nacional durante la década de los 70 desde la mirada testimonial del propio autor, quien fue uno de los fundadores de la unidad básica que le da nombre al libro, ubicada en Ingeniero White, partido de Bahía Blanca.
ANDAR en los libros
(Agencia) Enrique Ferrari es autor de cuatro libros; algunos son de poemas y otros relatos vivos de experiencias. “Unidad Básica Evita Montonera, una experiencia política”, es de este último tipo: el ojo del militante de los 70, retratado en un libro y publicado hoy. ¿Qué significaba ser militante? ¿Cómo se tomaban las decisiones? ¿Cuál era la relación de los jóvenes con Perón? Son algunas preguntas que sirven como guía para mostrar el relato de Ferrari 40 años después.
¿Cómo surge la conformación de esta UB en el contexto político del país y de Bahía Blanca?
En Bahía Blanca -como en todo el país- había un concepto de militancia que habíamos heredado fundamentalmente del peronismo. Después del golpe de estado del 55, mucha gente, en este caso jóvenes, andábamos por ahí buscando alguna solución. Se estaban dando muchas cosas en el país y afuera: el Cordobazo, la revolución cubana en el 59… Indudablemente surgen muchos grupos dentro del peronismo y dentro de la izquierda que tratan de llevar adelante la revolución en Argentina, fundamentalmente la revolución socialista. Y para nosotros era profundizar el justicialismo o el peronismo.
¿Cuándo empezó a militar?
Yo empecé a militar a los 14, 15 años. En Bahía Blanca muchos empezamos militando en Tacuara, y aunque parezca un chiste, Tacuara nos marcó algún camino por donde pasaban las cosas. Era una propuesta que llegaba a los jóvenes. El peronismo no llegaba, el socialismo y el comunismo no llegaban tampoco. Entonces la juventud se manifestaba en esas cosas; nos manifestábamos en un grupo que no era de derecha totalmente pero sí eran grupos de nacionalismo revolucionario. Muchos nos fuimos, indudablemente, porque no era el lugar nuestro y seguimos de otra manera. En el 72, con el ajusticiamiento del general Aramburu muchos pensamos cómo sería esto y con el asesinato del 22 de agosto en Trelew muchos pensamos que teníamos que tener un acercamiento a un grupo revolucionario. Y fundamentalmente con montoneros. Cuando se abren las puertas a las elecciones nacionales tres compañeros decidimos fundar la unidad básica. El responsable político y militar de la unidad básica era un compañero de descamisados, Roberto Jimmy Garbiero y nosotros ya estábamos adentro de montoneros. Los compañeros responsables de la unidad básica eran compañeros con experiencia política, militar y que tenían una responsabilidad muy grande con lo que habían hecho, con lo que decían y con lo que hacían. No eran compañeros salidos de la rosca o de cualquier otro lugar. Eran compañeros que eran reconocidos por el pueblo argentino o por lo menos en el lugar que estábamos nosotros. Así fundamos esa unidad básica, Jimmy Garbiero que está desaparecido, otro compañero que anda por allí y yo. Nada más.
El libro está contado en forma testimonial, una experiencia militante de lo que usted vivió en esos años.
Está tratado de esa manera. Yo cuento la historia como si estuviera pasando ahora. Lógicamente que tiene las cargas emocionales, ideológicas que uno tiene. Se dice que nunca se puede ser objetivo, pero conté totalmente cómo sucedían las cosas que hablábamos para que se tenga una idea de lo que pasaba; por qué se militaba, cómo se militaba, y además quién era quién.
¿Cómo era esa militancia? ¿Cómo se tomaban las decisiones?
Discusiones hubo y hay en todos lados; la gente discute y es bueno. Pero no eran discusiones por la rosca como se discute hoy en día, no eran discusiones por el cargo. Esto es interesante: nosotros peleábamos por el cargo, – si haces política tenés que tener un cargo- pero no nos peleábamos para ir nosotros sino para que vaya el otro. Si a vos te elegían como responsable tenías que aceptarlo. Nosotros pensábamos como decía Eva Perón “uno tiene que honrar el cargo”, entonces indudablemente para ese cargo tenía que ir el mejor. Los principios revolucionarios mantienen esas cosas. Para las tareas solidarias éramos los primeros en ir. Había una cuestión solidaria muy linda, muy interesante, que era parte de la alegría de saber que estabas construyendo algo distinto, algo diferente.
¿Cómo pensar la militancia hoy? ¿Para qué nos sirve ver las experiencias pasadas de militancia en la actualidad?
La historia siempre nos sirve para algo. Creo que uno de los intereses de este libro es que se conozca esa historia pasada y que se vea la construcción colectiva. ¿Cómo es? Sería muy soberbio decir que sea de esta manera, pero desde esa experiencia, esa construcción colectiva estaba plasmada, se palpaba.
En un momento del libro usted intenta desarmar esta idea que se ha asociado a los militantes de los 70 como sujetos violentos, militantes violentos. ¿Qué es lo que expresa en ese capítulo?
Hay una idea cuando hablamos de la década del 70, que es decir que es la década de la violencia y que los violentos éramos nosotros. Se tiene una conciencia en general de analizar o ver los efectos pero no las causas. ¿Cuáles son las causas que originan semejante situación? Siempre la injusticia. Entonces, Lanusse, Aramburu, Martínez de Hoz no me pueden decir a mí que ellos eran los justos. Entonces si vamos a discutir la justicia nos tienen que dar elecciones, para que el pueblo decida qué justicia quiere. Como no nos daban elecciones, evidentemente no había justicia, el pueblo argentino salió a buscar justicia. Hay que desmitificar el tema de los violentos. Hay que ver algo que se ve en la ofensa y la defensa. Nosotros tuvimos que utilizar -sin ser violentos- métodos bastantes fuertes para defendernos. Que es muy diferente lo que hicieron los sectores de poder, la oligarquía y los militares que tenían poder suficiente para resolver la cosa, lo utilizaron en forma de ataque no de defensa. Una pregunta para poner el extremo:qué violento puede ser alguien que está atado en una mesa de tortura y hay 4, 5 tipos que lo torturan. La década violenta no la hicimos nosotros. La violencia venía desde el 16 de junio y el 16 de septiembre de 1955.
Nuestra actualidad es muy distinta a la coyuntura de los ’70… ¿Cuáles serían hoy los métodos de militancia para llevar adelante los procesos de una patria más justa?
La lucha armada se tomó como una cosa terrorífica, yo me pregunto San Martín qué habrá sido. San Martín figura en el diccionario español como un subversivo y traidor, sin embargo para nosotros no lo fue. La guerra de guerrillas es tan vieja como el hombre mismo. También tenemos en América en los años 70, la construcción socialista por la vía pacífica de nuestro querido Allende en Chile. Digo esto para llegar a lo segundo. Son mecanismos diferentes, son análisis diferentes. Y a nosotros nos tocó un análisis en el que tuvimos que contar nosotros cómo era. El enemigo se contó a sí mismo desde el asesinato de Trelew hasta que Raúl Alfonsín fue presidente. El enemigo se contó. La militancia para mí sigue siendo el socialismo nacional. ¿Cómo hago para militar eso? Los jóvenes son los que tienen la posibilidad de hacer algo. No sé si continuar la lucha nuestra por otros métodos. Ellos eligen. La militancia de hoy en día yo la haría buscando primero una posición crítica porque si perdemos la crítica corremos el riesgo de decirle si a todo el mundo. Nosotros éramos personas que le sacábamos tiempo al sueño, leíamos mucho, discutíamos mucho, estudiábamos mucho. Yo en el libro eso lo dejo plasmado.
Ser militantes críticos, la relación del militante con el líder del movimiento. ¿Hasta qué punto ser crítico y hasta qué punto ser soldado?
El riesgo que se corre con los soldados, es que si los soldados no la tienen bien clara terminan yendo hacia un posible callejón sin salida. Lo que sí creo es que cuando es un gobierno que atienden las necesidades, uno sigue. La relación con el líder debería ser medir los tiempos porque nadie es eterno. Si se acaba el líder o el líder tiene que irse porque la Constitución no lo permite. Si se va ese líder qué pasa con lo demás si no hay construcción que permite seguir adelante. Una cosa es ser crítico del elemento y otra cosa es que te pases la vida criticando porque entonces sí que no va a ninguna parte.
Para finalizar ¿Discutieron el nombre Evita Montonera para la Unidad básica? ¿Cómo surge?
Estábamos los tres, preguntándonos qué nombre le ponemos. Ya había una unidad básica con el nombre de Evita Montonera cuando vine con el exilio interno acá a La Plata, estaba militando en los barrios y en un momento empecé a militar en una Unidad que se llamaba evita montonera. Palabras más, palabras menos, elegimos el nombre Evita, y los montoneros de los años 70.
Le agradezco muchísimo a Hugo Cañón, no sólo por el prólogo, sino por esta oportunidad. Le agradezco no por mí, yo puedo estar o no, pero presentar este libro lo que van a estar son compañeros que desaparecidos y otros que viven. Juan Gelman dice en un poema antes de morir, no solamente desaparecieron 30 mil compañeros, también desapareció un proyecto político. Yo no soy el portador del proyecto político, soy simplemente alguien que habla de ese proyecto político. Cuando ustedes abren las puertas a esta cultura popular soy muy agradecido.