LA EMERGENCIA SANITARIA EN LA DESIGUALDAD La pandemia en Itatí y Azul: “Llegó el tiempo de que el trabajo comunitario en los barrios sea visible”
Después del foco de contagios de coronavirus en Azul, en el límite de Avellaneda y Quilmes, el centro de la preocupación sanitaria se traslado a la vecina villa Itatí, donde viven más de 35 mil personas. Como sucede en todos los aspectos de la vida, acá también la emergencia por la pandemia impactó de manera desigual y desnudó la precariedad en la que se vive en estos lugares: “Saldremos de esta, como hemos salido de muchas otras”, dicen.
Foto: AFP
ANDAR en Quilmes
(Agencia) “Cansado, pero es gratificante saber que podemos aportar algo para parar esta pandemia”, dice Adrián, referente barrial de Villa Itatí, luego de participar durante todo el martes del operativo Detectar. Adrián integró uno de los 17 grupos de trabajo zonal del Comité Operativo de Emergencia que recorren casa por casa buscando casos sospechosos de coronavirus.
Desde el comienzo de la pandemia, las organizaciones territoriales y las autoridades gubernamentales sabían que las villas eran un foco de riesgo: el hacinamiento en viviendas donde conviven varios núcleos familiares y la falta, muchas veces, de agua potable hacía casi imposible el cumplimiento de las medidas de prevención. A fines de abril y principio de mayo, el problema eclosionó en las villas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la mirada se trasladó a la provincia de Buenos Aires donde existen, sólo en el conurbano, 952 asentamientos precarios o de emergencia.
Y las alarmas en suelo bonaerense también se encendieron: el anteúltimo fin de semana de mayo, se detectaron 84 contagios en Villa Azul, un barrio que está en el límite de los partidos de Avellaneda y Quilmes. El 24 se decidió cercar el barrio con un cordón policial. Hace 12 días que nadie entra y nadie sale. Unos 5 mil habitantes dependen de los alimentos, elementos de limpieza y medicamentos que el Estado, en articulación con las organizaciones, les hagan llegar.
El cerco tuvo, para las autoridades gubernamentales, una finalidad operativa: evitar que el contagio se propaga a la vecina villa de Itatí donde viven alrededor de 40 mil personas, aunque no se tiene la certeza de cuántos habitantes hay. El riesgo ante una propagación masiva del virus era aún más grave: “No había sistema de salud que pudiera contenerlo”, aseguran. Al final de los operativos Detectar del martes, la cantidad de contagiados en Itatí estaba debajo de los 60.
La precariedad y la supervivencia del día a día no son nuevas para nadie. Todas las crisis, económicas, de empleo, sanitarias, impactan el doble en las villas. Marcela vive desde hace años en Azul, primero en los pasillos al borde del acceso sudeste, en la parte de Quilmes, desde hace un tiempo en una de las casitas del plan de urbanización del lado de Avellaneda. Tiene el cuero curtido: “Vamos a salir adelante, como salimos muchas otras veces. Necesitamos tener conciencia y estar juntos para cuidarnos”, dice.
Villa Azul, foco de contagio y cerco policial
Villa Azul tiene unos 5 mil habitantes, está emplazado al borde del acceso sudeste, a 15 minutos de la Capital Federal, y en el límite de los partidos de Avellaneda y Quilmes. Hay una avenida que marca la frontera entre las dos topografías urbanas del barrio: el lado de Avellaneda urbanizado con casas de materiales, asfalto y servicios públicos; el otro lado, que pertenece a Quilmes, las viviendas precarias, algunas construcciones muy viejas de material conviven con otras casitas que fueron levantándose en la emergencia con maderas y chapas. Allí se inició el foco de contagio.
“No es nada nuevo, pero te duelen muchas cosas porque el virus entró ahí, a la zona más vulnerable del barrio. Tenían que caminar tres cuadras entre pasillos inundados para ir a buscar comida o agua de mangueras comunitarias”, se lamenta Marcela. Y agrega: “Venían comiendo en comedores desde hace dos meses, porque en su mayoría viven del cartoneo o de vender en trenes, pero se quedaron sin nada. Los que hacen changa tampoco trabajaban. Es fácil decir quedarte en casa cuando tenés la heladera y la alacena llena”.
Según el último reporte, en Azul hay 276 casos positivos y dos muertes por Covid19, la mayoría de los contagiados son del sector más vulnerable del barrio. De este lado, la parte urbanizada, Marcela cuenta que hay unas 400 casas y que sólo ocho familias tuvieron contagio y la mayoría está cumpliendo el aislamiento en sus propias viviendas. Sin embargo, para la referente del barrio esas fronteras no existen, parte de su familia está en la parte no urbanizada del barrio: “Tenemos que velar por el otro, porque estamos todos en la misma situación. Estamos todos encerrados y luchando”.
Los primeros casos en villa Azul se conocieron hace dos semanas y el domingo 24 de mayo, cuando los positivos eran 84 y se trataba de un foco de contagio, las autoridades provinciales decidieron aislar el barrio con un cordón policial. Desde entonces nadie sale ni entra.
“Estaba volviendo de trabajar y veo que había un vallado y que de adentro del barrio empezaron a llevar mucha gente para que hagan el aislamiento. Nos asustamos y me molestó, creo que no se comunicó bien esa decisión”, dice Romero. Sin embargo, casi dos semanas después, dice: “Sirvió para que el virus no siga propagándose hasta Wilde e Itatí”.
Alrededor de todo el límite de villa Azul hay policías, custodiando cada pasillo de tierra y calle que comunique con el exterior. Del otro lado del acceso sudeste, se extiende uno de los barrios populares más grande del conurbano: villa Itatí. “El procedimiento de aislar el barrio ayudó para contener el foco de contagio, al evitar esa circulación se evitó un brote en un barrio enorme, como Itatí, donde no había posibilidad de que el sistema de salud pueda contenerlo”, explica la militante barrial y actual concejala del Frente de Todos, Nair Abad.
Desde que se impuso el cerco policial, todos los elementos para la supervivencia de los vecinos y vecinas están provistos por los Municipios y las organizaciones territoriales. “Nadie está pasando hambre y a nadie le falta un plato de comida”, aclara Marcela, que valora una vez más la solidaridad entre vecinos y reconoce que “los Municipios se están haciendo cargo de lo que le corresponde. Esta parte es más fácil la entrega de viandas o bolsones casa a casa. En la parte no urbanizada, hay muchos voluntarios, que conocen los pasillos, colaborando para que los alimentos lleguen a todas las familias”.
El ministro de salud bonaerense, Daniel Gollán, expresó públicamente que el foco de contagio se había controlado. El cerco, que rodea Villa Azul y que ya lleva 12 días, se espera que se desmonte este fin de semana, justo cuando se cumplirían los 14 días de aislamiento.
Itatí, la organización territorial como bandera
“Las organizaciones venimos trabajando articuladamente con el Municipio y la predisposición es buena pero, la verdad, es que sentimos nunca alcanza”, señala con cierta resignación, Cristian, referente juvenil de La casita de La Cava, un merendero que está en la villa desde 1996. “Es el día a día, que empezamos a cocinar y sobre la marcha tenemos que improvisar porque hay más gente esperando. Algún día también tuvimos que decir que no quedó más y es muy duro”, agrega.
Desde que se decretó la emergencia sanitaria por el Covid19, La casita de La Cava dejó de recibir a las familias en el espacio y comenzó a entregar viandas, respetando la distancia, entrando de a uno y con todas las medidas de seguridad necesarias. En ese mismo tiempo, la cantidad de personas casi se duplicó: “Con la cuarentena, el trabajador informal tiene cortado su trabajo y ahí se nos agrandó la olla y la necesidad. Siempre recibíamos 200 comidas y ahora llegamos, con la ayuda del Municipio, a 350, 400 viandas”, cuenta la referente del espacio barrial Nélida Ledesma.
Adrián hace 30 años que vive en el barrio y hace cuatro decidió armar de manera autogestiva con otros vecinos y vecinas un merendero. “Sin personería jurídica, se nos hace muy difícil y nos estamos recibiendo nada de parte del Estado”, dice. En medio de la pandemia, decidieron no abrir y volcar lo recaudado mediante donaciones en mercadería que hacen llegar a los 50 pibes y pibas que iban a comer, “son alrededor de 12 ó 15 familias, son familias que conocemos y que sabemos cuáles son sus necesidades”.
“La pandemia nos pega diferente a nosotros, nos pega mucho más fuerte como sucede con todas las crisis, porque venimos de una exclusión histórica en los asentamientos populares. Acá garantizar la salud es mejorar el hábitat y esto permite ver la falta de intervención por parte del Estado. No hay vivienda que soporte tanto abandono”, sostiene Adrian.
De acuerdo al censo 2018 del Organismo Provincial de Integración Social y Urbana (OPISU), la villa Itatí tiene 4.260 viviendas y 15 mil habitantes. Un número que todos consideran mucho menor a la realidad. Para el Municipio de Quilmes, en el barrio viven hoy alrededor de 30 mil habitantes y para los y las referentes territoriales la cifra está por encima de los 40 mil. “Es un territorio amplio, muchos grupos familiares compartiendo vivienda en condiciones de hacinamiento”, describe Adrián.
El otro gran problema del barrio es el agua que, en este contexto de pandemia, es un símbolo de la precariedad y la injusticia. En algunos sectores del barrio, la red no tiene presión; en otros, la conexión con la red es a partir de canillas comunitarias.
“A los lugares donde el agua no llegaba, la gestión anterior hizo 96 canillas comunitarias, pero todavía algunas no se instalaron. Los vecinos y vecinas tienen que caminar hasta esos piletones, el más cercano, para sacar agua”, describe Adrián.
“El gobierno anterior dejó canillas comunitarias y una obra inconclusa. En estos momentos, más que nunca, es una obra necesaria para que el agua potable esté en el barrio”, explica Abad. Y agrega: “En paralelo, con AySA, venimos trabajando en una obra para que haya más presión en los barrios de Itatí y Bernal, y llegar así a las zonas más altas”.
El jueves de la semana pasada, luego de que se conocieran los primeros casos de coronavirus en el barrio, el operativo Detectar comenzó a recorrer las calles y pasillos de Villa Itatí junto con las organizaciones territoriales. Y el domingo, se conformó el Comité Operativo de Emergencia (COE) del barrio que dividió la villa en 17 áreas para continuar con los operativos Detectar e identificar las demandas particulares, especialmente, en la provisión de alimentos y/o elementos de higiene.
De esa reunión, que se realizó en la Iglesia Itatí, participaron la intendenta Mayra Mendoza, funcionarios provinciales y municipales, militantes de 17 organizaciones territoriales y otra decena de referentes barriales.
Tras una semana de operativos para buscar casos sospechosos, la cantidad de contagios asciende a 57. “A diferencia del caso en Azul, acá no hubo un foco de contagio, se trata de casos distribuidos en distintos puntos del barrio y eso permitió que se pueda ir trabajando con aislamientos específicos en las casas. Y el que no tiene lugar, va a la UnQui”, describe Nélida. Ella es una de las referentes que participó de la reunión de conformación del COE.
Por su parte, Adrián agrega: “Ahora, la preocupación es seguir acompañando el aislamiento de los contactos estrechos. Las familias quedan aisladas y, a veces, las necesidades son muy urgentes. Nos estamos organizando, de manera más articulada, para que los alimentos y las cosas necesarias le lleguen”.
La concejala Nair Abad fue una de las funcionarios que estuvo cuando se firmó el acta de creación del COE. “Las organizaciones son la punta de lanza que tenemos para poder acercarnos a cada a una de las familias, son las que trabajan en el cotidiano. Hoy tenemos que ponernos al frente de una crisis que se viene arrastrando, de deudas históricas del barrio, y no nos alcanza con la entrega de mercadería o alimentos de limpieza. Afrontamos esta emergencia, pensando en un trabajo integral que sea la base de nuestra gestión en el barrio”.
Cada COE zonal del operativo Detectar está integrado, por lo menos, por un profesional de la salud, un referente barrial y un funcionario municipal. En los operativos que se hicieron en los últimos días, además, se sumaron representantes de las áreas de Género y Niñez del Municipio.
A una semana de los primeros casos positivos, y con el temor por lo que había ocurrido en Azul, la tasa de contagios parece desacelerarse. Sin embargo, Abad asegura que “es un barrio donde puede expandirse rápidamente, hay que tenerlo ordenado y en ese camino se viene trabajando”.
“Este trabajo articulado es la primera etapa, abre la puerta en un tiempo histórico en donde todas las organizaciones coincidimos que es un momento bisagra para transformar el barrio”, sostiene la concejala quilmeña. Nélida y Adrián coinciden.
“A pesar de las diferencias políticas, esta situación nos hizo entender que teníamos que unirnos para contener el virus y que esto no nos pasa por arriba”, dice Adrián. “En esta emergencia se nota el trabajo de las organizaciones. Llegó el tiempo de que el trabajo comunitario en los barrios sea visible”, remarca Nélida, referente de La casita de La Cava.