SEGUNDA JORNADA DE TESTIMONIOS EN EL JUICIO DE 1 Y 60 Una víctima pasó su primer día de cautiverio en la República de los Niños
El lunes 12 de junio se realizó una nueva jornada de debate oral y público con la presentación de dos declaraciones testimoniales: la de Jorge Alberto Arri y la de Carlos Jalaris, ambos trabajadores de la fábrica Propulsora Siderúrgica –actualmente Siderar- que fueron secuestrados en sus domicilios durante las primeras horas del 24 de marzo de 1976. El primero era delegado sindical de la planta y el segundo era el hermano de otro delegado, Rubén Horacio Jalaris, que nunca llegó a ser encontrado por los grupos operativos. La próxima jornada del juicio será el 29 de junio desde las 9:30.
ANDAR en la Justicia
(Agencia) El 24 de marzo de 1976 al mediodía Carlos Jalaris almorzaba en su casa con un vecino, mientras miraban un partido de la selección de fútbol frente a Rusia, cuando ambos fueron sorprendidos por un operativo policial del que también participaron personas de civil. Ya lo habían ido a buscar en oportunidades anteriores pero nunca lo habían encontrado.
Jalaris salió corriendo por el fondo de su casa y pudo escapar pero, al llegar a la otra manzana, decidió volver sobre sus pasos y entregarse porque “es a mí a quien buscaban”, tal como le informó al primer policía que se encontró frente a su casa. Éste lo llevó a punta de pistola hacia el Falcon verde en el que se lo llevarían al primer sitio de detención ilegal, la República de los Niños, de donde lo sacarían horas después junto a otra víctima y con destino a 1 y 60.
La víctima tenía 24 años y hacía 8 meses que trabajaba en Propulsora Siderúrgica, donde su hermano Rubén era delegado sindical enfrentado a la burocracia sindical de la UOCRA de aquellos años. Además era estudiante de Ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y no militaba en ninguna organización política aunque los grupos que lo secuestraron habían hallado panfletos del ERP y de Montoneros en su casilla de trabajo.
“Nos metieron en una pieza a 18 o 20 sin estar esposados ni encapuchados. Por una cortina se veía el patio y ahí reconocí a un comisario de Gonnet, Rubén Sánchez, que aparentemente estaba dirigiendo el operativo”, destacó el testigo. Sobre ese comisario, al finalizar la jornada, un abogado querellante pediría al tribunal que se solicite información al Ministerio de Seguridad para que, eventualmente, sea investigado.
Estando en 1 y 60, un día comenzó a infectarse y supurar una antigua herida en uno de sus ojos por la presión que ejercía la venda. Por eso pidió permiso para ir al baño y limpiarse, y uno de los guardias accedió: “Cuando me saqué la venda no vi nada, era todo rosa y me desmayé. Recién recuperé la conciencia en la cama de la habitación en la que estaba alojado”, describió.
A aquel policía le había pedido el favor de que llamara telefónicamente a su madre y que le informara que estaba vivo. Contrario a lo que imaginó la víctima, el llamado se realizó y la madre de Jalaris quiso saber de parte de quién era la comunicación: “De un policía que también tiene madre”, recibió como respuesta.
En los interrogatorios siempre le preguntaban por el paradero de su hermano Rubén, el delegado sindical de Propulsora, a quien no podían encontrar a pesar de tener el domicilio: “Yo siempre, desde el primer día, les dije la verdad, la ubicación que ellos ya tenían pero no me creían y pensaban que lo estaba encubriendo. Incluso amenazaron con torturar a mi esposa que estaba embarazada pero yo no podía decirles nada distinto porque no sabía dónde podía estar si no era en su casa”.
Un día le avisaron a él y a sus compañeros de cautiverio que se irían a sus casas. Los subieron a una camioneta pero Jalaris notó que el recorrido no era hacia Gonnet, sospecha que fue confirmada por alguien que dedujo que los llevaban a la unidad penal 9. Al llegar los hicieron desnudar y pasar varias veces por un “puente chino”, del que salió muy golpeado y con fuertes dolores. Sin embargo no pidió nunca la atención médica porque sabía que, de hacerlo, volvería a sufrir una golpiza.
“Como a los 10 días, y a partir de un habeas corpus que él había presentado, me vino a visita mi papá y lo primero que me preguntó fue si tenía espejo. No entendí al principio, pero después imaginé que se refería al estado en el que me encontraba por los golpes recibidos. De hecho me dijo que, estando allí, no aceptara nunca una visita de mi madre porque se moriría se me veía así”, contó ante los jueces del TOF 1.
Su liberación fue durante una madrugada junto a otras dos víctimas –ex intendentes de Berisso y Ensenada-, de la que pudo salvar su vida por casualidad. En efecto, a los pocos metros de haber dejado la unidad penal vieron unas luces que se aproximaban a ellos y en seguida comenzaron a recibir disparos. Tras un par de horas en las que permanecieron encerrados en la casa de una mujer que les abrió la puerta, lograron subir a un taxi y regresar a sus casas.
Jalaris nunca dejó de sentir miedo. De hecho, a los dos meses se fue a vivir sólo a Mar del Plata y, luego de tres años, se instaló en Buenos Aires junto a su hermano que tenía una carnicería. “Aprendí el oficio y años más tarde me puse mi propia carnicería en Gonnet, en la que trabajé el resto de mi vida”, concluyó el testigo.
La otra declaración de la jornada fue la de Jorge Alberto Arri, también trabajador de Propulsora y delegado sindical. Fue secuestrado en las primeras horas del golpe de estado y primero lo llevaron a la sede de Prefectura Naval, en Ensenada, adonde lo dejaron tirado en el piso boca abajo junto a otras personas secuestradas. “Nos pisaban con sus borceguíes, violaron a dos chicas y a uno que había pedido ir al baño lo golpearon hasta que se hizo encima”, contó.
En 1 y 60 Jorge Arri permaneció entre 3 y 4 días, siempre esposado a la cama y encapuchado. El testigo recordó ante los magistrados que, de vez en cuando, los sacaban al patio y les realizaban simulacros de fusilamientos.
Su liberación ocurrió dos meses después, tras su paso por la unidad penal 9, cuando intentó recuperar su trabajo: “Me dijeron que no podían dejar ingresar a personas que habían estado presas”, dijo, y agregó que tras un tira y afloje durante varias semanas lo terminaron indemnizando. Nunca más pudo volver a tener un trabajo de planta permanente.