ENTREVISTA CON EL PERIODISTA Y ESCRITOR ANDREA TORNIELLI Una Iglesia de la periferia: la mirada sobre el trabajo de los curas villeros
“Los curas villeros son la presencia de la Iglesia en los barrios más desprotegidos. Es el testimonio de los que viven en un contexto donde los derechos humanos no son respetados”, expresó Andrea Tornielli. El prestigioso vaticanista visitó la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) y habló con ANDAR sobre los desafíos de la Iglesia Católica en el siglo XXI, el rol de los curas villeros y la figura del padre José “Pepe” Di Paola, secretario de la CPM.
ANDAR en el territorio
(Agencia) El prestigioso vaticanista y director del Vatican Insider, un sitio web especializado en temas eclesiásticos del diario La Stampa, Andrea Tornielli, vino a la Argentina a presentar su último libro, El nombre de Dios es misericordia, que recoge una entrevista con el Papa Francisco. El padre Pepe Di Paola, secretario de la Comisión Provincial por la Memoria, lo acompaña durante su estadía en el país; en el marco de esa visita, se acercó a conocer el trabajo que la CPM realiza y sostuvo que “la denuncia de las violaciones a los derechos humanos es de una gran ayuda para la vida democrática de todos los países”.
Tornielli recorrió el Museo de Arte y Memoria y el archivo de la exDIPPBA, en donde destacó la importancia histórica de este acervo documental y, deteniéndose sobre la vigilancia al factor religioso, expresó que “la Iglesia está siempre presente en la mirada de la inteligencia que, de alguna manera, estaría reconociendo su papel social, su presencia en el territorio y su conexión con el pueblo”.
En diálogo con ANDAR, el periodista y escritor italiano reconoció, además, la figura del padre Pepe y valoró el trabajo de los curas que recogen la tradición de la iglesia tercermundista. Entre otros temas, Tornielli habla de los desafíos ante la desigualdad, las guerras y las crisis económicas, la presencia siempre latente del padre Francisco y el convencimiento sobre el rol que la Iglesia sigue ocupando en grandes sectores de la sociedad.
Acabás de visitar el archivo de la DIPPBA. ¿Cómo crees que estos documentos contribuyen a la búsqueda de la verdad histórica y a la reconstrucción también de la historia de la Iglesia como un factor observado?
La inteligencia como forma de control de la vida social y de las vidas de las personas es un fenómeno interesante sobre el que existe un interés histórico, porque llegar a la verdad siempre es importante, pero también es un trabajo que tiene un gran sentido de concientización para que esas cosas no se puedan repetir. Una conciencia verdaderamente democrática y participativa para construir una vida social común.
En el caso más particular y que más me atañe, es interesante ver cómo la Iglesia está siempre presente en la mirada de la inteligencia que, de alguna manera, estaría reconociendo su papel social, su presencia en el territorio y su conexión con el pueblo y, por consiguiente, con su vida social y política. Pero al ver y controlar las homilías, las reuniones con los obispos, lo que dicen los curas, este miedo continuo a hablar del tercer mundo y de los pobres porque implicaría cierta ideología, cierto modo de pensar la realidad que significaría comunismo o subversión.
La lucha por memoria, verdad y justicia es un emblema de los organismos de derechos humanos; sin dejar de pensar las políticas de memoria, ¿cuál es la importancia de estos organismos hoy?
Es una gran importancia porque, a pesar de estar viviendo en naciones democráticas, en todos los países siempre hay situación de corrupción y de no respeto de los derechos humanos; estos organismos son formaciones sociales que mantienen la atención de la sociedad sobre estas violaciones. La denuncia de las violaciones a los derechos humanos es de una gran ayuda para la vida democrática de todos los países y la formación de una cultura de los derechos humanos.
En esa labor, ¿qué les aporta el trabajo en las villas de hombres como el padre Pepe a estos organismos?
Trabajar desde la posición en que lo hace el Padre Pepe, viviendo en un contexto donde los derechos humanos no son respetados, es un punto de vista interesante y preferencial. El Papa Francisco siempre dice que para entender el centro debes verlo desde la periferia, creo que ese es el aporte que puede dar el Padre Pepe con su experiencia. En ese sentido, todo el trabajo de los curas villeros es interesante porque son la presencia de la Iglesia en los barrios más desprotegidos; ellos son curas y acompañan a la gente, están cerca de la gente, y no sólo desarrollan su actividad como curas sino también se convierten en una gran ayuda para mejorar las condiciones de vida de las personas que viven allí. Se convierten en defensores de los derechos humanos y ponen la atención en estos barrios que, en América Latina, tienen esta particularidad de tratarse de zonas muy cercanas al centro de las ciudades y a los barrios más ricos de la urbe. Son, en definitiva, un gran signo para la Iglesia y para la sociedad.
Además, y al mismo tiempo, del rol social que cumplen en el barrio, ¿de qué manera ese trabajo de los curas enriquece el funcionamiento de la Iglesia?
El trabajo en las villas miserias es un testimonio del hecho de que la Iglesia tiene que ser fiel al mandato de Jesús; es decir que, trabajando con los pobres, tocan la carne de Cristo. Él comandó diciendo “cada vez que hiciste al pobre, a los más desprotegidos, me hiciste a mí”, lamentablemente ha sido una regla muy olvidada. Sin embargo, estos curas están en esa frontera y testimonian el verdadero mensaje.
Otra cuestión que rescato de cada uno de los padres villeros -y que también suele mencionar el Papa Francisco- es el valor humano de este encuentro: no se va sólo a evangelizar sino que, al mismo tiempo, se evangelizan; las personas que viven en estos barrios te ayudan a comprender los valores de una vida sencilla. En ese sentido, es mucho más lo que se recibe.
¿Qué dice hoy la Iglesia Católica, pensada en términos institucionales, sobre este trabajo de los curas en los barrios más pobres?
La situación es que el Papa está hablando y está dando un gran testimonio en este sentido, pero claro que existen resistencias. No obstante, yo veo, en general, que la gente lo comprende y que el tema de la pobreza ha llegado otra vez a ser central en la agenda de la Iglesia. Y esto es interesante. La predicación de los más pobres de la sociedad recuperó su status y reconocimiento, entre otras cosas, porque llegó un Papa con un conocimiento mucho más cercano y que no tiene miedo de poner en discusión una reforma de todo el modelo de desarrollo mundial y también del desarrollo de la Iglesia Católica en ese contexto. Cuando habló de un “sistema que mata”, el Papa planteó preguntas que requieren un cambio estructural. Esta gran pregunta tendría que poner, creo, a los creyentes en la primera fila de trabajo para acompañar la labor del Papa.