CONSTRUYEN ALCALDIA PARA ADULTOS EN UN CENTRO DE DETENCIÓN PARA JÓVENES Un ladrillo más en el muro, un derecho menos para los jóvenes
En La Matanza comenzaron obras para instalar una alcaidía para adultos en el centro de detención de jóvenes de Virrey del Pino. La Comisión por la Memoria realizó una inspección y se hará presentaciones judiciales.
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(Agencia – CPM) El frío en las cárceles y lugares de encierro es más filoso. Parece que queda detenido, como las vidas entre los muros, y se vuelve aguja. A pesar de la mañana de sol, ese filo es la primera sensación que llega al cuerpo al entrar en el Centro Cerrado Virrey del Pino, un complejo que aloja a 40 “jóvenes–adultos” en La Matanza.
Allí, como si hiciera falta, comenzaron a levantar un nuevo muro. Cada pieza de cemento va dándole cuerpo a un proyecto que merodea ese edificio desde su inauguración hace 4 años: quieren instalar una alcaidía para adultos en el lugar. Así se fortalece ladrillo a ladrillo la resignación de los chicos detenidos sobre un destino que otros escriben para ellos desde algún escritorio lejano.
Hasta ahora ese instituto funcionó, con dificultades, pero en el sentido que fue pensado: que los jóvenes condenados como menores de edad no terminen cumpliendo su pena en el sistema de adultos. Para eso convergen la Secretaría de Niñez y Adolescencia, actualmente a cargo de Pablo Navarro, que se ocupa de todo lo que denominan el “tratamiento” de los chicos, y el Ministerio de Justicia a través del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) a cargo de lo que comprenden como “seguridad” (vigilancia del perímetro, traslados y movilidad dentro y fuera del centro, puertas y candados).
Pero ante el avance de las políticas punitivistas que incrementan el encierro, y con un aumento de casi el 20% en la población carcelaria durante la última gestión provincial, una institución con posibilidad de alojar 120 personas no pasa desapercibida ante la avidez de los carceleros. En mayo apareció un grupo de arquitectos enviados desde el Ministerio de Justicia para observar el lugar y planificar el desembarco de la alcaidía.
[pullquote]con la «emergencia» en seguridad una institución con posibilidad de alojar 120 personas no pasa desapercibida ante la avidez de los carceleros[/pullquote]
No era la primera vez que sucedía y en principio no fue una preocupación para los trabajadores del lugar, pero a la semana llegaron los materiales y los albañiles. Lo que jamás llegó fue ninguna resolución o notificación oficial ni por escrito de las autoridades sobre la obra. Entonces, desde el equipo técnico y docente comenzaron a solicitar información y a denunciar la situación. El director en ese momento, Pablo Marconi, envió notas por escrito a la Secretaría, sin obtener ninguna respuesta. Desde la Dirección de institutos sólo les informaron verbalmente que se trataba de “una cuestión política” y sugirieron a quienes reclamaban que “no se metan, que no hay nada que hacer”.
La inacción hacía rato que era una constante: los cargos de los profesionales que pidieron licencia o se fueron a otros espacios no fueron reasignados, los insumos para trabajar con los jóvenes en la escuela y talleres prácticamente no llegan y tampoco se sostiene el mantenimiento de infraestructura del lugar. Entre otras cosas, por ejemplo, se averió la camioneta que usaban como transporte y traslado para los jóvenes que ante la necesidad de comparecer ante sus juzgados fueron trasladados en un camión del SPB con detenidos de varias unidades. “Me pasaron a buscar 6 y media de la madrugada – cuenta Juan – y me pasearon por todas las unidades durante todo el día porque iban buscando gente. A mí me llevaban en la parte de adelante, pero me trajeron de vuelta a las nueve y media de la noche acá”. Esto además implicó que los jóvenes no puedan salir con un acompañante del equipo para ir a hacer otros trámites como los planes de becas para estudiar.
[pullquote]están queriendo estallar este lugar, cada vez somos menos del equipo técnico, con menos recursos y nos mandan chicos con situaciones de mucho conflicto[/pullquote]
La conclusión no es difícil “están queriendo estallar este lugar, cada vez somos menos del equipo técnico, con menos recursos y nos mandan chicos con situaciones de mucho conflicto y problemas convivenciales desde otros institutos. Esto en las condiciones en que estamos hoy es muy difícil de trabajar. Para avanzar con los chicos necesitas presencia”, explica la trabajadora social.
El purgatorio: entre la libertad y el penal
“Lo que este muro refleja es el avance del sistema penitenciario sobre el de promoción y protección de la niñez. Proyecta más hacinamiento, más aislamiento, más violencia y represión y menos y peor comida, menos espacios recreativos y de formación para los jóvenes”, dicen desde el Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria (CCT), que realizaron una inspección en Virrey del Pino cuando se enteraron de la situación.
La pared que construyen divide el patio central del edificio por la mitad, dejando los 3 pabellones del ala izquierda como el sector que se mantendría para los jóvenes, y los 3 del ala derecha, donde actualmente se desarrollan talleres de formación profesional, quedarían destinados a la alcaidía. No se sabe nada más que eso, pero es suficiente para inferir el impacto que en ese régimen va a tener la llegada de los nuevos presos del régimen de adultos. “Lo único que sabemos es que en lo inmediato perderíamos el centro de formación profesional, conveniado entre la Secretaría de Niñez, la UOM y el Ministerio de Trabajo, y el edificio quedaría en un 80% en manos de los penitenciarios”, calcula la coordinadora del área docente sumando la mitad que toman y la “seguridad” que ya gestionan.
“Ahora esto cambia, va a haber tiros y facazos todos los días”, deslizó como comentario un penitenciario. Así, mientras la pared se va levantando se intensifican los rumores, avivados por el silencio oficial y versiones variadas de distintos actores, confusas y contradictorias. En medio de la incertidumbre la única acción concreta llegó cuando el tema apareció en la prensa y llegó al ámbito judicial donde se abrió un Habeas Corpus preventivo: desde la Secretaría de Niñez le dieron licencia a Marconi. Ahora el director de Virrey del Pino es José Da Silva, que es también el director del Centro cerrado de Lomas de Zamora, uno de los lugares de encierro para jóvenes más cuestionados en la Provincia.
La nueva gestión tampoco dio al equipo ninguna información. Da Silva repitió como una fórmula que “no hay nada que hacer, es una decisión política”. Sólo va al centro 3 veces a la semana y el martes cuando llegó la inspección del CCT no estaba. Al finalizar el monitoreo llegó José Ernst, quien se presentó como subdirector del centro. Ante las preguntas del organismo respondió que “en La Plata dijeron que sigue todo igual, que nada más le “prestaron” 3 módulos a una alcaidía para flagrancia que va a manejar la policía y prometieron que para los talleres van a construir otro espacio donde está la cancha de fútbol”.
[pullquote]un sistema híbrido que cada vez tiene más actores en conflicto, definen desde el Comité Contra la Tortura [/pullquote]
¿Cómo es “seguir igual”?, Nada más que con un muro más. Nada más que con más encierro. “Y con un sistema híbrido que cada vez tiene más actores en conflicto: los asistentes de minoridad, el servicio penitenciario y parecería que ahora también la policía. Porque no hay nada claro, nadie sabe explicar cómo van a resolver los espacios comunes como sanidad, la escuela, la visita. Todo eso genera disputas por el control territorial y más violencia.”, detallan desde el CCT.
La sensación es que la detención en ese lugar es peor que en otros centros dentro del sistema de responsabilidad penal juvenil, pero no tan mala como en un penal de adultos. El sistema de “tratamiento” contempla 3 “fases” en las que se va trabajando la “responsabilidad” y se avanza hacia un régimen de mayor “autonomía”, explican desde el equipo técnico aunque aclaran que sin personal esto se desdibuja.
El SPB también tiene su propia forma de nombrar cada espacio: “la villa”, “los trabajadores” y “los hermanitos”. El primer pabellón o fase aloja 9 chicos que pasan la mayor parte del tiempo en un espacio común que se interrumpe con una reja de metal desplegado detrás de la que se ubica el SPB, entre ese SUM y los pasillos donde están sus celdas. La calefacción no funciona, la comida es poca y reclaman actividades. Ahí reina la resignación sobre la alcaidía “quieren traer otros pibes de mayores, que hagan lo que quieran, esto ya es como una cárcel”, dicen. En el pabellón 2 son 17, no hay rejas y los penitenciarios quedan detrás de una pared con ventanas enrejadas. El espacio común parece un poco más luminoso y apenas más cálido: hay calefacción pero funciona mal, sólo en algunas celdas. Ahí están más preocupados por el nuevo proyecto porque se ve más el impacto: los chicos que terminaron la escuela son los que van a los talleres y perderían esa única actividad que corta con la rutina del encierro. En el pabellón 3, es el de mayor autonomía que implica, por ejemplo, que los 13 chicos tienen acceso al teléfono sin restricciones. Ellos ya tienen la mirada puesta afuera, y el tema de la alcaidía los preocupa pero más los ocupa pensar en la calle.
“Es como un purgatorio. Los pibes están entre la libertad o la cárcel”, comentaron al salir de la inspección en el equipo de monitoreo del CCT. Afuera el sol ya es tibio pero es difícil despegarse del frío de un muro que crece. Adentro y afuera la “emergencia” de la seguridad sigue levantando muros y rejas y aplastando los derechos y las oportunidades. Entre la detención y el futuro. Entre construir más democracia o seguir clausurándola con muros.