NUNCA APARECIERON TESTIGOS NI PRUEBAS DEL ROBO Tras la feroz golpiza policial, un joven pasó cinco días detenido hasta que lo liberaron
El jueves 18 de octubre a mediodía, efectivos de la comisaría 7° de Bernal Oeste detuvieron en la calle a un joven de 17 años y, mientras lo obligaban a permanecer en el suelo, lo golpearon con patadas, trompadas y empujones contra la pared al mismo tiempo que, a los gritos, le apuntaban con un arma. Al día siguiente, en las redes sociales comenzó a circular un video de la golpiza y rápidamente el hecho llegó a los medios nacionales. Sin embargo, toda esa repercusión pública –y la desafectación de dos efectivos policiales- no alcanzó para evitar que el joven permaneciera detenido hasta el martes siguiente a pesar de no haber sido reconocido por la víctima de un robo automotor. En diálogo con ANDAR, Silvia, la tía del joven, afirmó que “en la comisaría nos verduguearon constantemente. Me decían que ‘tarde o temprano iba a terminar en un zanjón’”.
ANDAR en Quilmes
(Agencia) En las imágenes que se viralizaron en menos de 24 horas se observa al joven de 17 años recibiendo, indefenso, la brutal golpiza por parte de efectivos de la comisaría 7° de Bernal Oeste luego de haber sido detenido en la calle por un robo automotor (un Chevrolet Corsa que horas más tarde sería recuperado por su dueño en la sede policial) durante el mediodía del jueves 18.
En diálogo con ANDAR, la tía del joven describió esta historia –y lo que continuó más tarde en la comisaría y en la sede judicial- como algo difícil de entender, no sólo por el despliegue de la violencia del Estado sino por la impotencia y el dolor que provocan la falta de información respecto al motivo de la detención, lugar inicial de alojamiento de su sobrino, destino procesal del expediente e incomunicación que sufrió el detenido durante los siguientes días.
“Cuando lo detuvieron, yo estaba hablando por teléfono en la puerta de mi casa. Veo que pasan un grupo de chicos corriendo y me avisan que la policía se estaba llevando a mi sobrino ensangrentado en un patrullero. Lo primero que pensé es que le habían robado a él y eso me trajo un profundo dolor porque hace un mes perdimos a un familiar que fue víctima de un robo y de un golpe muy fuerte en la cabeza que le costó la vida. Por un momento sentí que estábamos viviendo otra vez esa tragedia”, relata Silvia.
Su sobrino tiene un hijo recién nacido, a quien estaba yendo a visitar cuando lo detuvo la policía. La madrugada del jueves el joven había llegado a Quilmes proveniente de la costa –Claromecó y Necochea- donde trabaja con su jefe desde hace un tiempo en la instalación de una red de estaciones de servicio. Habían venido a comprar materiales y al día siguiente se irían nuevamente a las ciudades costeras.
“Cuando me dicen que se habían llevado ensangrentado a mi sobrino, salgo corriendo hacia la comisaría, que queda a 5 cuadras de mi casa. Mi hermana estaba trabajando, por eso no pude avisarle. Llego y pregunto por él. Salen el comisario y el jefe de calle, y ahí comenzó la violencia contra la familia: empezaron a los gritos diciendo que ‘no era ningún santo’, que ‘lo habían agarrado robando un auto’, que se había ‘tiroteado con la policía’, pero mi sobrino ni sabe manejar ni tenía arma. Nunca apareció la presunta arma del tiroteo”, continúa Silvia.
Dos horas después, ingresa a la comisaría uno de los policías de la golpiza (eso lo sabrían los familiares al día siguiente cuando se viralizara el video) con el joven detenido y con un buzo cubriéndole toda la cabeza. El motivo: ocultar las heridas y la sangre a la vista de los familiares. Pero ante la insistencia de mirarle el rostro, Silvia quedó perpleja y comenzó a pedir explicaciones a las autoridades policiales. “Se habrá caído…”, respondió el efectivo que llevaba al joven encapuchado, sin agregar detalles a la inverosímil explicación.
Inmediatamente intervinieron los demás policías que presenciaban la escena en el hall de la comisaría: “No neguemos la realidad, lo agarramos robando”; “tarde o temprano iba a terminar en un zanjón”, y otras frases similares eran pronunciadas a los gritos mientras sacaban a la familia a la calle para esperar novedades afuera.
Mientras tanto, llegó el jefe del joven a la comisaría acompañado de un abogado para interiorizarse sobre el motivo de la detención, pero directamente no lo dejaron ingresar. Recién a la madrugada del viernes –más de 12 horas después de la detención- sacarían al joven con destino a un centro de menores de Abasto, en La Plata, donde permanecería hasta el martes siguiente sin novedades sobre la causa, su estado procesal ni permisos para el ingreso de familiares durante los primeros días.
En realidad, un limbo judicial producto de que la fiscalía de responsabilidad penal juvenil interviniente no dio traslado al juzgado correspondiente ni a la defensoría oficial antes del fin de semana, por lo que la audiencia para resolver la situación del menor de edad recién se realizaría el martes 23 de octubre. De haber actuado con celeridad, lo habrían liberado al día siguiente de la detención o, tal vez, antes.
“En el centro de menores de Abasto no nos dejaban ingresar a verlo. El sábado fue su padre y no pudo entrar. A esa altura, y conociendo el video de la golpiza y la saña de los policías, exigíamos noticias de mi sobrino porque ni siquiera sabíamos si estaba con vida”, graficó Silvia, quien afirmó que “fue gracias a la rápida intervención de la Comisión Provincial por la Memoria que pudimos lograr, el domingo, que ingresara su hermano para verlo”.
“Nunca pasamos por algo así. Mi sobrino terminó siendo liberado, la causa fue desestimada y archivada porque la jueza entendió que no había ninguna prueba que lo señalara. La policía no puede actuar así. En el video se nota la intención de los efectivos de matarlo. Uno apuntando con arma. Fueron días terribles para nuestra familia y no podemos aceptar que esta sea la fuerza que nos deba cuidar”, concluyó.