EL ARCHIVO DE LA MEMORIA TRANS EN UNA MUESTRA COLECTIVA “También necesitamos memoria, verdad y justicia”
Una entrevista con la referente de este archivo que hoy se muestra junto a otras obras de artistas trans y travestis en Transitares, en el museo de la Comisión Provincial por la Memoria. El camino recorrido y los desafíos, las historias contadas y las que todavía empujan los prejuicios para instalarse como relatos.
ANDAR entre archivos
(Agencia Andar) María Belén Correa ya no vive en Argentina. Se fue exiliada en 2001 cuando aún existían edictos que la perseguían por su identidad. Unos años después heredó una caja de una amiga María Pía Baudracco, una activista por la ley de identidad de género que venía recolectando material de chicas trans y travestis. Esos papeles, fotos, recuerdos fueron los que empezaron a materializar en 2012 lo que hoy es el Archivo de la memoria trans, un espacio fundado por María Belén para la protección, construcción y reivindicación de la esas trayectorias a través de fotos, videos, recortes de diarios, revistas, y relatos.
“Con Pía empezamos en el año ’93 a hacer ATA, la primera organización masiva en argentina y a medida que iba pasando el tiempo seguíamos juntando material. Había una caja donde íbamos poniendo cosas como tickets aéreos, cartas, postales, fotos; eso se iba acumulando y en las mudanzas algunas cosas se perdían y otras continuaban, y esa caja sobrevivió, incluso a las familia que muchas cosas que para ellos eran papales y basura. Cuando recuperamos esa caja encontramos un tesoro, como cuando se encontró la caja de Frida Khalo, se encontraron fotos increíbles”, cuenta Belén en diálogo con Andar.
Parte de ese tesoro es lo que se expone actualmente en el Museo de Arte y Memoria de la CPM, en la muestra colectiva Transitares junto a una selección de óleos de la serie Cuerpas Disidentas #3.0 de la artista plástica Andrea Pasut; la serie fotográfica de Delfina Martínez Cuando travajar se escribe con V (Uruguay), una selección de documentos del archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) que realizó un registro e inteligencia a la comunicad trans, travesti y transexual y la participación de otres artistas invitades.
“Nos costó que nos reconocieran como exponentes, como artistas. Son fotos sacadas por nosotros mismas, luego tuvimos la compañía de Cecilia Estalles, una fotógrafa que era quien nos avalaba. Hoy se nos están abriendo estos espacios de memoria, culturales, museos, legislaturas, que reconocen que fue verdad lo que estábamos contando”, dice María Belén y agrega: “Esto empezó algo como un juego de una reunión familiar y se está empezando a profesionalizar, empezaron a creer en nuestro proyecto, ahora desde México vieron el trabajo y ganamos entre 157 proyectos. Entonces para nosotras también fue un aliciente de decir hay gente que está interesada en conocer lo que pasó”.
¿Cómo fue el papel que tuvieron las redes sociales en este trabajo?
A partir de ese proyecto y cuando empezamos a digitalizar esto se armó un grupo cerrado de Facebook, así estilo logia donde una ingresa a la otra porque te conoce. Ahí somos alrededor de unas 1.400 transexuales argentinas que viven en argentina y en el extranjero y algunas extranjeras que tienen conexión con el país porque han vivido o viven. Esa conexión hace que hoy en día tengamos un registro de nuestras muertas, por ejemplo en este año están hablando de más de 60 chicas y eso es un trabajo que hizo el archivo de que cada una colectivamente íbamos ingresando información y así conseguíamos la foto, qué era lo que había pasado, desde la chica de Misiones hasta la de Neuquén y así sucesivamente incluso los crímenes en el extranjero.
Entonces esa conexión fue el generador de las noticias. Desde los primeros años hasta ahora pasamos por varias etapas en el archivo. La primera más emocionante fue la del reencuentro de chicas que no se sabían vivas, que no se sabía que había pasado, que la última vez que se habían visto era en el ’98 cuando una se fue para el extranjero y la otra quedó en Argentina y se tuvo que ir al sur. Y la red social fue el boca a boca que hacíamos antes, fue una gran reunión: en el transcurso de un año eso se llenó de chicas que iban comentando una a la otra, donde íbamos subiendo caseramente fotos que sacábamos con nuestros teléfonos o que teníamos guardadas y así se empezó a armar como un gran álbum familiar en el cual yo ponía una foto de un cumpleaños y varias decían «yo estuve» y nunca habían visto esa foto, por ejemplo, y estamos hablando de fotos de los ’70, de los ’80, de los ’90.
Empezaron a reconocerse…
Sí, hay una historia muy impresionante de una de las chicas que falleció hace poquito: Analía, de Uruguay. Ella se encontró en el archivo después de 25 años con alguien que entre ellas pensaban sobre la otra que estaba muerta. Y cuando se empezaron a hablar en el grupo íbamos viendo como se iban reconociendo y podían saber qué había pasado después de la última vez. En ese momento una había ayudado a la otra a escaparse de una comisaría de Munro por un ventiluz, entonces una contaba que la veía como la otra se iba corriendo pero nunca más supo de ella. Y la otra viceversa, que se fue para Uruguay y nunca más volvió a pisar Argentina.
Hoy esas historias forman parte de las tramas que teje el archivo donde además trabaja un equipo de seis chicas trans mayores en la digitalización que pudieron capacitarse como archivistas.
Hay historias que empezaron a ser más visibles y a la vez otras, como los exilios, no tan conocidas que borraron las huellas del colectivo
En Argentina, mientras inauguraba el hotel 5 estrellas gay, yo estaba pidiendo asilo. Yo tengo asilo político otorgado el 8 de diciembre de 2004 por la Corte de EEUU, por persecución en democracia. Había una gran diferencia entre ser gay o lesbiana y ser trans. Nuestras fotos marcan eso, son fotos de encierro; las únicas fotos al aire libre eran en el exilio y en los carnavales, que eran sólo 15 días de libertad. Muchas de las chicas en el exilio volvían para los carnavales, como un espacio de rebeldía.
Eso se está empezando a reconstruir y lo que nosotras decimos es que es la historia de las activistas antes de las activistas. Porque hay mucha gente que conoce a las activistas de los ’90 y las de los ’90 fuimos las que nos organizamos, las que armamos los primeros grupos, las que empezamos a hacer manifestaciones en las comisarías, pero antes hubo otras que hicieron lo mismo, lo que pasa es que las reprimían. Entonces nosotras estamos trabajando sobre eso, de los ’90 para atrás. La historia que nadie contó: tenemos dentro del grupo chicas que han pasado por la dictadura y ellas jamás fueron a declarar.
También necesitamos memoria, verdad y justicia; estamos como las Abuelas en los inicios, buscando información para construir la memoria. Tendremos que pasar al momento de la verdad y no sé si llegaremos a la justicia, porque casi no tenemos familiares y nuestras chicas se nos están muriendo porque la expectativa de vida es de 35 años, sin tener un respaldo económico para pasar su vejez casi a modo de restitución por todo lo que pasaron. Me tuve que ir del país para sobrevivir.
¿Percibís que algo ha cambiado?
Hoy en día, con las leyes de Argentina le hemos solucionado la vida a la niñez y la adolescencia, y a las personas que tenían una profesión y pudieron salir del closet y hacer carrera en sus trabajos. Pero hay una población que quedó en el medio y que son las que lucharon por estas leyes; no tenían opción de capacitación porque sufrieron la persecución. Quedaron fuera del sistema, sin capacidad de competir en el mercado laboral. Tenían esa profesión e hicieron esa transición dentro de la carrera. Cuándo salió la ley, me dieron el DNI pero no me cambia la vida cotidiana. Seguimos en las calles, en el trabajo sexual con muchos más años. Hay una faltante con las mayores de 40 en adelante, que comenzaron su transición de jóvenes y en la familia las expulsaron.
¿Cuáles son las posibilidades que abrió el archivo?
El primer proyecto fue el de capacitarse a este grupo de seis chicas mayores. Y ser reconocidas como archivo nos permitiría, a futuro, poder documentar qué fue lo que pasó con esas chicas: si eras trans, pasaste por estas cosas. Además, tener la documentación para que esa historia perdure para las nuevas generaciones; para que las jóvenes sepan que esto no salió de la nada, ni sólo por iniciativa de un gobierno: fue fruto de la militancia que fueron los que convencieron a los políticos para firmar estas leyes. Es una construcción colectiva.