Superman no llegó a Morón
Una fiesta electrónica, miles de jóvenes y una madrugada negra el verano pasado. Conocida como Time Warp, lo que se suponía debía ser una fiesta tuvo un desenlace dramático: cinco jóvenes muertos por el consumo de alguna sustancia tóxica. Los chicos y chicas del Colegio Manuel Dorrego – EES 31 de Morón, motorizados por todos los discursos que discriminan y criminalizan el consumo de sustancias y que sentencian a los jóvenes al camino de la exclusión por consumir, presentaron la obra de teatro Superman no llegó a Morón, que intentó dar luz al debate en la primer tanda del encuentro de cierre del programa Jóvenes y Memoria de la CPM.
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(Agencia) Los fallecidos tenían entre 20 y 25 años. Los medios de comunicación rápidamente juzgaron el límite entre el consumo y las adicciones, la clase social de los jóvenes y el alcance de las drogas de diseño y, posteriormente, la falta de controles gubernamentales.
“Luego de la tragedia de Time Warp, donde murieron 5 chicos y quedaron intoxicados otros tantos por esta pastilla Superman, la reacción de los medios hablando todo el tiempo de esto, pero sin proponer algún camino para que esto se resuelva, se buscaba un culpable cuadno en realidad hay muchos factores”, comenzó diciendo Candela y Damián agregó: “Nosotros elegimos el nombre de la obra– Superman no llegó a Morón– cuando escuchamos la opinión de la vicepresidenta de la Nación. Michetti, cuando de una manera, ponele inconsciente, dijo que “las drogas afectan tanto a los pobres como a las personas como a la gente normal”. Eso nos hizo preguntarnos ¿pero qué drogas? Por eso el nombre, Superman no llega a Morón, porque hay drogas que sólo se consumen en ciertos sectores sociales. A otros les llega el paco. Eso en los medios no figura, no? La cantidad de pibes que todos los días se mueren por consumir paco todos los días en Argentina pero a estas muertes, no porque sean menores, pero se les dio muchísima prensa porque consumían drogas de diseño. El gobierno se horrorizó y dijeron muchas cosas pero al mismo tiempo se fueron cerrando casas de contención, se quitó presupuesto al Cedronar, a los programas de prevención contra el consumo en los hospitales. Como que construyen una doble moral”.
El trabajo de investigación incluyó encuestas, entrevistas para conocer distintas miradas acerca del consumo. Para Lesli, Candela Damián, Facundo, Nazarena, Flor, y a todos los chicos y chicas que participaron de la obra la experiencia fue muy intensa. Intentar problematizar los sentidos comunes que circulan en la calle, en la escuela y en los medios de comunicación acerca del consumo de sustancias conflictivas, sean ilegales o no, tuvo muchas resistencias: “No nos interesó investigar acerca de los circuitos de las drogas, ni las ventas, ni la relación con la policía, sino como se construye la mirada sobre las personas que sí consumen, no importa la clase o edad que tengan. No quisimos hablar sólo de drogas ilegales, porque nuestra investigación abarcó todo tipo de sustancias. Pudimos ver cómo se naturaliza socialmente la cantidad de sustancias legales tóxicas, que todos consumen cotidianamente aunque lo nieguen, que son nocivas para la salud como el cigarrillo, medicamentos, ansiolíticos, que generan lo mismo que pueden generar las drogas ilegales. Pudimos ver cómo se juzga al adicto de manera aislada, como si no fuera un producto de la misma sociedad de consumo que nos domina. Todos somos consumidores pero se juzga al adicto problemático, marginándolo. Por eso nosotros terminamos llamando al amor. Creemos que es a partir de ahí que podemos transformar una situación. No pensamos que se vayan a eliminar a las drogas, eso es muy utópico. Queremos con este proyecto sirva para que comencemos a mirar al otro, que nos acerquemos a aquellos que están teniendo problemas con alguna sustancia; no juzgar y echar culpas al consumidor y o a la sustancia, sino acompañar a esa persona en el proceso de liberarse de esa adicción. Todos y todas somos iguales y esa persona nos necesita. Debemos combatir la exclusión entre todos”, concluyó Facundo.
15 muertes ocurrieron en fiestas electrónicas que, al menos, se registraron desde 2008 hasta el 2016 en el país. Las muertes adolescentes por drogas como la cocaína o su derivado, el paco, es incalculable.