ENTREVISTA A JORGE SAENZ «Soy fiel a mi manera de ver el mundo»
El fotógrafo inauguró el 22 de agosto dos muestras en el museo de la CPM -«El embudo» y «Clases»- y presentó su último libro, editado por el Centro Fotográfico de Montevideo.
ANDAR en el Festival de la Luz
(Agencia) Jorge Sáenz es un fotógrafo argentino que entre 1990 y 1997 vivió y trabajó como reportero gráfico en Paraguay. Allí editó dos libros documentales sobre el servicio militar y el correccional de menores paraguayos que, por la crudeza de las imágenes, obtuvieron una fuerte repercusión dentro del gobierno.
El 22 de agosto se inauguraron dos muestras suyas- El embudo y Clases- en el Museo de Arte y Memoria de la CPM, en el marco del Festival de la Luz La Plata, organizado por los fotógrafos Ataúlfo Pérez Aznar y Santiago Hafford. También se presentó su último libro Clases, editado por el Centro Fotográfico de Montevideo.
Las fotos de Sáenz trabajan con una mínima distancia con respecto de aquello que buscan mostrar: el ser humano al borde de lo inhumano. El ser humano sumergido en el corazón del sufrimiento pero, a la vez, curtido, frente a las peores condiciones de vida.
La justicia es como la telaraña
Que atrapa al bicho chico
Pero el grande la rompe.
José Hernández.
¿Cómo surgió y cuando arrancó el proyecto fotográfico “El embudo”?
Trabajo como fotógrafo hace más de 30 años, hago fotos todos los días. Los proyectos surgen luego de revisar mis archivos, tiempo después de haber tomado las fotos y reflexionar sobre qué cosas me preocupan a partir de ver qué fotografié con insistencia en ese tiempo. No recuerdo exactamente cuando El Embudo se presentó como proyecto, tal vez fue en el año 1996, luego de fotografiar la vida de estos chicos a lo largo de 7 años.
Se trataba sólo de ordenar las imágenes con un sentido para que la historia surgiera. Influyó mucho en mi interés el haber estado yo preso siete meses a los 21 años de edad, durante la dictadura de Videla. En el año 1980 fui secuestrado y torturado por la Policía Federal y luego pasé siete meses en la cárcel de Caseros, y por un error burocrático en un pabellón de presos comunes. Allí entablé relación con presos de mi misma edad, y creo que El Embudo fue una oportunidad de contar algo sus vidas mucho después de haber escuchado sus historias.
¿Cómo fue ingresar a la cárcel la primera vez?
La primera vez que ingresé a la cárcel fue como preso y, en comparación con los días de secuestro y tortura, estar allí adentro fue como estar en un hotel de lujo. Luego en Paraguay, ya como periodista, entré por curiosidad y reviví entonces la materialidad del encierro, comprobando así similitudes y diferencias con mi propia experiencia. Me sentí muy cercano a los chicos y percibí un sentimiento recíproco desde el primer momento. Descubrí también de parte del sistema una inconsciencia muy grande respecto del poder de las imágenes, prácticamente podía fotografiar lo que quisiera sin ningún tipo de control. Indudablemente el sistema también aprende porque esto en la actualidad ya no es posible.
¿De qué manera construiste el vínculo con los chicos? ¿Qué recuerdo tenés de esos primeros días?
El chico con el que entablé una relación más duradera fue Vidal Zárate, un líder del grupo de La Chacarita con quien conversé durante por lo menos cuatro años; era argentino y estaba muy interesado en que se publiquen las denuncias sobre los malos tratos y falta de comida dentro de la cárcel. Con la periodista, quien me acompañaba en las visitas, había un acuerdo muy claro respecto a nuestra función y a los chicos les fue siempre muy útil la relación con nosotros. Indudablemente las cosas cambiaban a favor de ellos durante un tiempo, después de las publicaciones de los artículos.
¿Qué buscabas o qué te planteaste mostrar con este trabajo?
El trabajo muestra lo que puede pasar y de hecho pasó sólo dos años después de la publicación del libro, cuando un incendio provocado por uno de los guardias acabó con la vida de nueve chicos y dejó secuelas irreversibles a otros cuarenta menores. El gobierno acaba de ser declarado culpable de estos hechos, muchos años después, por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Recientemente, hace menos de dos meses, un guardia mató a dos chicos con una itaka: las cosas siguen. La cárcel no es solución para nadie y menos para los chicos. Es sólo un depósito donde la sociedad de clases encierra a los ¨demonios¨ que la desigualdad genera para tenerlos bien ubicados y facilitar así la culpabilización de los más débiles.
¿Qué puede hacer la imagen en general, y la fotografía en particular, frente a realidades marcadas por la desigualdad y la violencia? Un poco la pregunta es, frente a tanto desamparo y horror: ¿para qué seguir fotografiando?
[pullquote]Lo mejor que se puede hacer con la fotografía es documentar con un sentido claro y expresar la confianza o desconfianza en el futuro[/pullquote] La fotografía no es más que una manera de expresión que tiene el ser humano entre otras. Lo mejor que se puede hacer con ella es documentar con un sentido claro y expresar su confianza o desconfianza en el futuro, y proponer desde el trabajo un mundo que puede ser conscientemente no sólo más justo sino también más bello.
¿La fotografía / la imagen fotográfica tiene límites?
La fotografía como todas las disciplinas humanas, si se realiza de manera honesta, tiene los límites que la consciencia del autor determine y sobre todo los que determinan su posición ante la sociedad.
En caso que los personajes retratados (sobre todo en El embudo) hayan podido verse en las fotografías ¿cómo se ven a sí mismos en cada una de ellas?
La primera exposición la hicimos en la puerta misma de la cárcel y ellos pudieron verse. Si se observa bien hay un rol muy importante en el tiempo transcurrido desde la toma de fotos hasta la edición del libro, y ésta fue una manera de preservar también la identidad de los retratados.
Por eso, además, los textos que se refieren a las fotos no son «documentales» sino literarios. Siempre que me he encontrado de nuevo con alguno de ellos en la calle o en otras situaciones (se puede ver la entrevista a Vidal Zárate al final del volumen) me han insistido en la necesidad de elaborar otros «embudos» porque la situación, si bien cambió en algunos aspectos, sigue siendo la misma para ellos.
Al fotografiar y exhibir la identidad de las personas (las condiciones de su cotidiano, sus vidas en el encierro, etc) ¿Cómo se evita el riesgo de revictimizar al mostrar a las víctimas del sistema que los oprime?
No hay manera de esconder esas miradas, esas situaciones al enfrentar las fotografías. De eso se trata en definitiva el ensayo.
¿Quién es el que se expresa en esas fotografías y qué cuenta?
El que se expresa sin duda soy yo, y los chicos cuentan sus historias a través de la interpretación de mi lente. No hay nunca neutralidad en ninguna imagen y de eso soy consciente desde el comienzo.
Contanos alguna “instantánea” de tu recorrido en donde decidiste, si lo hiciste frente a alguna determinada situación, disparar o no del gatillo de la cámara. ¿Por qué?
Muchas fotografías nunca van a ser mostradas por razones que me reservo. Y otras no fueron usadas en la prensa pero sí en el contexto del libro. [pullquote]No hay nunca neutralidad en ninguna imagen[/pullquote]
En estos tiempos, en nuestras sociedades tan bombardeadas por imágenes y en un estado de denuncia permanente (redes sociales, medios de comunicación, etc.), ¿naturalizamos el contenido de lo que vemos?, ¿es posible que construyamos también un sentimiento de ajenidad/ neutralidad/ indiferencia?, ¿cómo sensibilizamos desde la fotografía para incidir o transformar lo que denunciamos?
La fotografía, como comprobé con un ensayo anterior llamado «Rompan Filas», puede ser muy útil y con resultados concretos y comprobables si se entronca con la lucha de las personas por cambiar ciertas condiciones sociales, económicas, en definitiva políticas. Rompan Filas fue un grano de arena importante en documentar y denunciar la situación de los conscriptos en el Paraguay. El libro fue una herramienta del Movimiento de Objetores de Conciencia para lograr que se cambiara la ley y pasaran de ser sólo un pequeño grupo a miles y miles cada año que usan esta herramienta para no hacer el servicio militar. Este éxito fue reconocido por las autoridades militares, que se vieron obligadas en los últimos años a fomentar el ingreso de conscriptos al ejército con campañas muy costosas que no han tenido ningún resultado.
¿Buscás provocar con tu trabajo?
Es obvio que mostrar las cosas como yo las veo, como creo que son, le puede resultar a la mayor parte de la clase media una provocación, ya que los medios que la bombardean se especializan mucho en tratar los problemas para conducirlos a un camino sin salida, o simplemente como un entretenimiento intelectual.
Tu actual trabajo es Clases. Cuando lo vi pensé en clave de causas y consecuencias de la desigualdad en relación con El Embudo: ¿qué buscaste disparar o reflexionar con el contenido de este ensayo?
Clases muestra las desigualdades sociales, económicas y culturales de un país que es Paraguay pero que podría ser cualquier país latinoamericano, incluso cualquier país del mundo. Las ubica como el origen de la mayoría de los problemas sociales desde los tiempos de la colonización de América. La relación entre ambos trabajos se produce porque en mis ensayos siempre soy fiel a mi manera de ver el mundo y no hago ninguna concesión al respecto. [pullquote]mostrar las cosas como yo las veo, como creo que son, le puede resultar a la mayor parte de la clase media una provocación[/pullquote]
¿Cuáles son los puntos de contacto y las divergencias entre una muestra y otra pero que a la vez dialogan en el mismo espacio?
La verdad es que la propuesta de juntarlas fue del Museo de Arte y Memoria, creo que por la utilidad práctica que se les dará pedagógicamente y eso me pareció una propuesta muy interesante. Yendo a la función pedagógica de los ensayos fotográficos documentales les quiero referir una experiencia. En el año 2004, en Asunción, hubo un incendio de consecuencias catastróficas donde murieron 400 personas por la necedad y avaricia del propietario que ordenó cerrar las puertas para que los compradores no se fueran sin pagar. Seis años después hicimos un libro con el uruguayo Jorge Vidart con fotografías tomadas en el momento del incendio, hechas por mí, y las hechas dos años después, por Vidart. Ese libro y esas fotos las mostramos en varias oportunidades en escuelas primarias y fue de un resultado muy interesante por la participación de los chicos. Todos tenían algún conocido que había muerto en el incendio y conocer sus opiniones al respecto fue instructivo y liberador tanto para ellos como para nosotros.
El montaje de la muestra en el Museo de Arte y Memoria de la CPM:
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