Cierre de Jóvenes y Memoria en Chapadmalal Chapadmalal: últimos días del encuentro de jóvenes y memoria
Comenzó la última tanda de jóvenes en Chapadmalal. Con música, pintura, acrobacia, fotografía, videos y poesía, los jóvenes se despiden del XIII encuentro de Jóvenes y Memoria. Durante tres días, estudiantes e integrantes de organizaciones sociales, políticas y culturales reunidos en el complejo turístico de Chapadmalal compartirán el resultado de las investigaciones y trabajos que realizaron durante todo el año. El 15 de noviembre, habrán pasado por Chapa alrededor de 12 mil jóvenes de la provincia y el país.
La crónica de los participantes de la tercera tanda.
ANDAR en Chapadmalal
(Agencia) Hacer circular la palabra. Expresar sueños. Cambiar cosas. Hablar de lo que nadie habla. Homenajear a los jóvenes víctimas de la violencia institucional. Expandirse. Profundizar las dudas. Encontrarse. Volver. Todo esto estuvo presente y fue dicho en la carpa levantada en el complejo turístico de Chapadmalal donde ya pasaron miles de jóvenes para participar del cierre del programa Jóvenes y Memoria, recordamos para el futuro, que desde 2002 lleva adelante la Comisión por la Memoria. La bienvenida estuvo a cargo de Susana Méndez y Sandra Raggio en nombre de la CPM, y se sumaron Marcos –docente de La Matanza-, Marcelo Zarlenga –profesor que participó en los primeros encuentros y hoy es Consejero de educación- y varios jóvenes convocados por SUTEBA Merlo. La tercera tanda que colmó los hoteles 5, 7, 8 y 9 de la ciudad balnearia contó con la participación de jóvenes y profesores de La Matanza, Ituzaingó, Merlo, Morón, Vicente López, Mar del Plata, Balcarce –entre otras localidades de la provincia de Buenos Aires- además de 31 equipos de investigación de Santiago del Estero, que viajaron cientos de kilómetros para sumarse al encuentro.
“Chapa es un mimo para nosotros; laburamos todo el año poniéndole el cuerpo a un montón de cosas que la sociedad no quiere nombrar. Nosotros investigamos el gatillo fácil, investigamos el caso de Luciano Arruga, investigamos la red de trata….por eso nos tienen miedo, porque hablamos de todo. Somos los desacatados que nos metemos en todos los lugares, porque no tenemos miedo, porque para sentar cabeza tenemos toda la vida”, manifestaron en medio de un aplauso cerrado los jóvenes que dieron la bienvenida. Después del acto de apertura, varios jóvenes se quedaron en la carpa para participar de los talleres de producción que durante los tres días crearán música, pintura y poesía para mostrar una vez en el cierre del encuentro.
Entre los problemas y preocupaciones más investigados este año por los jóvenes estuvieron la violencia (institucional, de género, entre jóvenes), la trata de personas, la exclusión, la discriminación, la identidad. Temas profundos y dolorosos a los que los chicos le ponen el cuerpo, la palabra, la creatividad, el humor, las ganas. Con un video o con una obra de teatro, con canciones, con murales, con campañas, con revistas. A esto se sumó en el caso de Santiago del Estero, el derecho a la tierra, los derechos de los pueblos originarios, la inmigración. Con menos presencia que en ediciones anteriores, también la dictadura y los desaparecidos fueron algunos de los temas elegidos para trabajar.
Una palabra que repitieron cuando se les preguntaba sobre la experiencia de presentar el trabajo fue preponderante: orgullo. Así, los jóvenes de una escuela de Barrancas coloradas de Santiago del Estero -un paraje donde no llega la luz ni el agua y en el que para llegar todos los días a la escuela los estudiantes deben hacer entre 7 y 10 kilómetros en bicicleta o caminando- agradecieron poder participar del programa en quechua, orgullosos de su lengua y de pertenecer al pueblo tonokoté.
Los chicos de Envión -un programa de inclusión entre los 12 y 18 años- responden que tienen mucho para decir a quienes en el barrio los señalan como vagos o mantenidos y a los que se les cayeron las lágrimas cuando el auditorio aplaudió de pie el video que habían hecho. Los estudiantes de Balcarce descubrieron que hacía unos años nomás habían cerrado 8 prostíbulos en el que estaban esclavizadas 18 mujeres, de las cuales 16 eran extranjeras a las que les habían sacado el documento. Los chicos de Mariano Acosta -una ciudad que pertenece a Merlo- buscaron responder a la causa de la violencia entre los jóvenes y encontraron la identidad del pueblo, que se fue perdiendo y quieren recuperar. Y el orgullo de los profes, que se conmueven cuando los ven hablar, emocionarse, respetarse, explicar, compartir con otros cientos su experiencia. O las palabras de emoción de Fernanda Nicora –mamá de Sebastián, un joven que apareció muerto en Punta Indio y por el que reclama justicia- que ve en todos esos jóvenes a su hijo.
Es difícil de transferir la experiencia de Chapadmalal. Lo que se produce cada año en ese encuentro entre los jóvenes que están cansados de una mirada que los señala como vagos, como indiferentes, como peligrosos.
Del cierre del encuentro participó Emilce Moler, sobreviviente de la noche de los lápices, que acompaña la experiencia de Jóvenes y memoria desde sus inicios, y que todos los años alienta a que los jóvenes participen y se involucren con la realidad que viven.
Y mientras Chapadmalal sigue en marcha con la energía de los cientos de jóvenes que participan de la cuarta tanda, resuenan todavía las palabras de bienvenida de los chicos de Merlo: “Por eso estamos acá, para seguir siendo los desacatados; para seguir avanzando hacia la verdad y la justicia; para que no haya ni un pibe muerto por la policía. Chapa es un lugar más para decir presente, como lo son los centros de estudiantes, los barrios, los partidos políticos. Acá nosotros venimos a decir que queremos cambiar las cosas. En esta carpa está presente Luciano Arruga, en esta carpa están presentes los compañeros de la noche de los lápices; en esta carpa está presente cada una de las víctimas del olvido y de la injusticia. ¡Bienvenidos a Chapa compañeros!”