AUTOCONSUMO E INTERCAMBIO Soberanía alimentaria para impulsar la producción local
En qué consiste la importancia de encontrar vías alternativas de productos y alimentos. El trabajo interdisciplinar para lograr el reconocimiento del ciudadano como protagonista y productor dentro de un mercado local.
ANDAR en Olavarría
(AC-FACSO) Se considera que la soberanía alimentaria es una alternativa de producción natural para los pequeños productores que se diferencia de los modos de producción de las grandes empresas debido a que aplican lógicas totalmente opuestas. “No significa únicamente el hecho de producir de manera natural y tiene que ver directamente con los derechos del ciudadano de comer sano. Abarca también un estilo y una filosofía de vida”, explica María del Carmen Valerio, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN y directora del Programa de Cooperación y Articulación para la Producción de Alimentos Soberanos (PCAPAS). “Se basa en el concepto de Sumak Kawsay, que en quechua significa ‘el buen vivir’, en donde se refleja las relaciones entre nosotros, el vínculo con la tierra, cómo producir, qué comemos y cómo vivimos”, profundiza.
Entre sus principales objetivos, la soberanía alimentaria se expresa en pos de la producción de alimentos sin la utilización de agrotóxicos, evitar el desgaste de los suelos, el reciclado de productos industrializados y el reconocimiento de derechos socioculturales, económicos y de salud de los ciudadanos y pequeños productores. En Olavarría, estas prácticas se emplean en zonas del periurbano que involucran, en una primera instancia, a los barrios Cuarteles, Mataderos e Isaura, en relación directa con el PCAPAS. Estos barrios, presentan problemáticas por las cuales los vecinos mantienen una lucha constante por el mejoramiento de la calidad de vida y su visibilidad como sujetos de derechos.
“En poco tiempo logramos muchas cosas por las que se peleaban hace años y hasta ahora nos ha dado resultados. Ya tenemos la luz y ahora el agua. La siguiente lucha son el gas y cordón cuneta”, expresa Yael Pueyrredón, tallerista de reciclado e integrante de la Asamblea Vecinal del barrio Cuarteles, que tiene vigencia desde 2014. “Hay otras tensiones que se presentan que son político-partidarias y asistencialistas; entonces, antes que recursos, lo más dificultoso es que ellos se visualicen como personas autónomas, con capacidades de emprender proyectos para salir adelante”, ahonda en la problemática Álvaro Flores, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN y co-director del PCAPAS.
[pullquote]la soberanía alimentaria tiene que ver directamente con los derechos del ciudadano de comer sano[/pullquote]
En cuanto a la producción, los alimentos y productos que se desarrollan en los barrios son netamentente naturales y algunos producen para su propio consumo o para el intercambio, generando que el ciudadano logre insertarse dentro de un mercado denominado como “Circuitos Cortos”, ya que es una relación directa entre el productor y los consumidores. Huertas, criaderos de animales que incluyen cerdos, chivitos, ovejas y vacas lecheras; floricultura y reciclado de productos industrializados, son algunos de los emprendimientos que más resaltan entre los productores.
La alimentación y sus circuitos, un derecho
La alimentación es un derecho universal por el cual todas las personas deben acceder a una alimentación apropiada y a la utilización de recursos naturales con el objetivo de generar una forma de producción sostenible. Este derecho, se encuentra fuertemente avalado en varios países del mundo a través de la “Declaración universal de los Derechos Humanos”, y aún con más desarrollo en el “Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”, donde se establece que toda persona y su familia, tiene el derecho innegable a un nivel de vida adecuado en el que se asegure salud, bienestar y protección contra el hambre. Estos derechos, en conjunto con el concepto de Soberanía Alimentaria, conciben al ciudadano como sujeto garante de oportunidades para el desarrollo personal y colectivo, visualizándolo de manera activa en el plano económico y social, rompiendo de esta forma con la idea de un único sistema de producción y hegemónico en donde los saberes locales no pueden ocupar un lugar en el mercado.
[pullquote]se debe pensar la producción y reconocer al pequeño productor como agente de cambio[/pullquote]
El PCAPAS, en conjunto con INTA-ProHuerta, es un programa que está financiado por la Secretaría y la Subsecretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación y cuenta con aval local, nacional e internacional. Se articula, además, en red con otros proyectos e instituciones. El mismo se comenzó a emplear desde 2014 en Olavarría y está compuesto por profesionales de diversas espacios que persiguen un mismo fin: no sólo se enmarca en la producción y reconocimiento del pequeño productor como agente de cambio sino que además contempla un sinfín de significaciones ya que posee una perspectiva multidimensional e integradora para construir de manera colectiva, junto con los destinatarios, las posibles respuestas a demandas y urgencias en materia de derechos colectivos, socioculturales (identidad, educación, arte y salud), económicos y laborales.
El programa emplea una forma alternativa al desarrollo capitalista y pretende visibilizar al pequeño productor como un protagonista dentro del mercado. “Vivimos en un mundo donde nuestra alimentación y un montón de necesidades básicas han caído en manos privadas. Uno ya delega y no piensa ni se problematiza sino que naturaliza que una corporación te ponga en la góndola lo que vos tenés que comer”, afirma Flores.
En cuanto a las estrategias que se elaboran, están comprendidas por una red multidisciplinar en donde se cruzan áreas de Antropología, Comunicación Social, Ingeniería Agrónoma, Medicina, entre otras. “La idea es articular conocimientos que nosotros traemos de la Universidad, con lo que las personas del barrio tienen y que es muy elevado también. Es una forma de decir que ´la facultad va a la calle´, y que no sólo es un proyecto de índole académico sino que es un proyecto con el otro”, explica Daiana Mignogna, estudiante de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN y parte del equipo del proyecto PCAPAS.