Sin aborto legal hay violencia institucional
ANDAR conversó con Dora Barrancos (*), socióloga, historiadora y feminista acerca de la convocatoria a movilizar este próximo 3 de junio para volver a decir en las calles #NiUnaMenos. ¿Cómo analizar la matriz del patriarcado? ¿Cuáles pueden ser las vías de transformación de las prácticas que violan los derechos, los cuerpos de las mujeres y que garantizan la desigualdad? En 2015 se registraron 286 mujeres y niñas asesinadas y en lo que va del 2016 se registran casi 70 femicidios. Desde el Estado escasean las políticas públicas integrales para frenan la violencia patriarcal y el gobierno aún no anunció el plan de acción para prevenir, erradicar y sancionar la violencia hacia las mujeres.
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El 3 de junio es una fecha hito que va a tener continuidad. No es fácil extinguir la malla patriarcal responsable de la violencia contra las mujeres y también contra aquellos que no se acomodan a la cartilla de la masculinidad hegemónica. En este caso, la movilización tiene centralmente a las mujeres que somos el blanco, sobre todo a las jóvenes, aunque no hay ahorro en edades ni clases sociales. Ningún grupo social esta exento de la violencia contra las mujeres. Es por eso que apoyo y convoco con enorme fervor esta nueva manifestación que espero sea muy grande, muy nutrida de varones como fue el año pasado. Este año se ha incorporado una consigna que es, dentro de las violencias hacia las mujeres, la violencia de impedir legalmente que se aborte. Debemos tomar nota como sociedad: sin aborto legal hay violencia institucional y de orden jurídico. El Estado tiene una herramienta fundamental con la ley penalizadora. La Argentina, como toda América Latina -salvo Uruguay donde hay un avance notable- somos el patio trasero de esta reserva patriarcal del no derecho. Me parece muy bien que este año se haya incorporado como uno de los motivos de esta movilización a la lucha para despenalizar el aborto. El aborto debe ser legal, seguro, gratuito. Está comprendida la penalización en el orden de las violencias y de aquellas más estructurales, mas jurídicamente normadas por el Estado.
La violencia institucional es la peor cara, la cara agrandada, de la violencia simbólica. La Ley 24.485 crea obligatoriedades en todo el sector público pero tiene muchos límites para su aplicación. Por ejemplo, en algunos lugares estamos recién construyendo protocolos de actuación. El brazo fundamental del Estado, donde se muestra toda su avidez de organización que hegemoniza la violencia, la punición, es donde evidentemente la violencia que llamamos institucional recupera sus fauces más horripilantes. En realidad, lo que quiero decir es que algunas instituciones que están puestas para ayudar y auxiliar a las mujeres son correspondientes violentos. La proto prevención, cosa que no estamos haciendo, comienza desde el jardín maternal, desde el jardín de infantes. En la escuela primaria debería haber un equipo que recorra semanalmente los grados, que observe y pregunte. En la secundaria sin dudas, tendría que haber equipos propios en cada unidad escolar. ¡Son las propias profesoras, maestras víctimas de violencias! Creo que el sistema educativo que es una circunstancia directa de actuación de poder público y, si hubiera un sistema de socorro integrado en toda la sociedad, creo que la arquitectura del patriarcado podría ir mostrando sus aniquilamientos. Esa reserva que tenemos de estructura misógina se vería afectada.
Al patriarcado hay que desarmarlo en sus entrañas que es esta construcción inmensa de las familiaridades, los hogares pero también sabemos que ahí es muy difícil entrar para socavarlo. Sin embargo, toda la circulación de los esquemas de sociabilidad que posee el Estado, por ejemplo la educación que es una obligación y un derecho, ahí hay todo para hacer en materia de prevención de la violencia y agitación contra el patriarcado. Si todas las maestras de nuestro país, que son tan contribuyentes históricamente a la sociabilidad, a la información de base, si toda esa masa extraordinaria se convocara a desafiar al patriarcado, horadando sus normas, sus valores, poniendo otro tipo de información cotidiana, creo que tendríamos un servicio extraordinario de contraposición al patriarcado. A una acción de tamaña envergadura, hay que sumarle políticas públicas, incluso algunas se pueden llevar a cabo con poco presupuesto. El Estado debería obligar, como no lo hemos conseguido en estos años que dejamos atrás, que los medios realicen y emitan una información diaria a través de spots audiovisuales que sugieran a las personas a salirse del silencio monstruoso de tolerancia de la violencia. Hay que ayudar a las mujeres. Entonces también necesitamos darles mucha información respecto de sus derechos y desde luego hay que tener dispositivos que se activen para atenderlas en cualquier lugar.
El patriarcado es un sistema de exclusiones. Aunque hayamos conseguido muchos derechos y aunque esté en vilo, goza de extraordinaria salud. Ese es un problema que tenemos. Para contrarrestar esto hay que comenzar a prevenir la violencia. Eso hay que hacerlo en el sistema educativo en todos sus niveles. Hay cuestiones que son inmediatísimas pero hay otras que tienen que ver con la construcción de futuro. Sacudir las estructuras patriarcales, encausar el propio lenguaje que, si bien podemos hacer mucho para sacar los sesgos sexistas, nuestro idioma dice que hay 4 millones de personas y un solo varón y obliga el uso masculino.
(*) Directora del CONICET e integrante de la Comisión Provincial por la Memoria