9 DE ENERO, UN BARRIO POPULAR SOBRE UN HUMEDAL EN ESTEBAN ECHEVERRÍA “Si alguien tiene la posibilidad de irse a un lugar mejor lo va a hacer”
En Esteban Echeverría, como en muchos otros lugares donde el acceso a la vivienda escasea, se desarrolló un barrio sobre un humedal, en la Reserva natural y mixta Laguna de Rocha. Las viviendas sociales donde muchos vecinos podrían ser reubicados nunca se terminaron y hoy sobrevivir a las inundaciones que sufre el lugar es parte de su cotidiano. La historia fue una de las investigaciones realizadas en Jóvenes y Memoria por estudiantes de la Escuela Secundaria N° 36 que se preguntan por su realidad y los derechos que se lleva el agua. La complejidad de un problema que crece.
ANDAR en Esteban Echeverría
(Agencia Andar) El barrio 9 de enero está emplazado sobre una zona de humedales perteneciente a la Laguna Rocha y se inunda. Se pobló a principios del 2000 por segundas generaciones de familias de El Zaizar que encontraron su lugar en esos terrenos. Al principio fueron unas tres cuadras de casitas que se fueron multiplicando a pesar de que la zona no es habitable tanto por sufrir crecidas periódicas como por no desagotar cuando llueve. Las inundaciones recurrentes ahí son uno de los principales problemas en relación a la situación de la vivienda.
En El Zaizar se encuentra la Escuela Secundaria N° 36 y muchos de sus estudiantes viven en el barrio 9 de enero; en el marco de la convocatoria XXIII de Jóvenes y Memoria, el programa educativo de la Comisión Provincial por la Memoria, las y los jóvenes se preguntaron por un problema que sufrían a diario: las inundaciones. Abordar esa pregunta significó desmontar prejuicios, conocer la historia del propio barrio, entender que las inundaciones que sufrían no era ni una catástrofe natural ni una responsabilidad de los propios vecinos, era una problema de derechos, más precisamente, de la falta de acceso a una vivienda digna.
El 9 de enero del 2000 los primeros vecinos del barrio firmaron la propiedad de los terrenos que habían sido donados. Entrevistada para la investigación de Jóvenes y Memoria, Norma González, vecina y referenta del comedor Adonai, recuerda que en ese momento era todo campo y era parejo, pero «a medida que fue pasando el tiempo, como esto es laguna, cada vez que llueve, la tierra empieza a bajar y entonces uno rellenaba, y cuando volvía a llover los que estábamos abajo nos inundábamos, el que tenía la posibilidad de rellenar lo hacía. Si vienen un día de lluvia, todo esto es un mar», cuenta Norma sobre el inicio de todo. Y cierra: «Esto nos afecta a todos en lo económico, en la salud y en la comodidad de nuestras casas».
Elvira y su familia también viven en el 9 de enero desde que eran 4 ó 5 casas: “una lloviznita y a la escuela no podes ir porque no hay asfalto”, señala. Su escuela, la EESN° 36, queda a unas 9 cuadras en el barrio anterior, El Zaizar. Ella es una de las estudiantes que, junto a sus compañeros, contó la realidad de su barrio en Jóvenes y Memoria con un trabajo audiovisual que llamaron «Los derechos que se llevó el agua». Los chicos encontraron en su vida cotidiana y en su propia historia un caso que da cuenta de la complejidad que tiene la crisis habitacional en la Provincia.
“El problema es que como el lugar no es habitable, desde el municipio no se intenta desarrollar servicios básicos, para que la gente no viva ahí. Por un lado ayuda a los habitantes, con cosas como el mantenimiento, limpia las zanjas y todo pero siguen sin poder desarrollar servicios. De hecho, están todos colgados de la luz en una situación ultra precaria por eso hay muchos casos de incendios o electrocutados”, explica Mariano, uno de los docentes de la Escuela que acompañó a los jóvenes durante su investigación.
Mientras sigue sin terminar de concretarse un desarrollo urbanístico de viviendas populares en el que muchas familias podrían ser relocalizadas. Las obras fueron abandonadas dos veces –durante la gestión de Macri y, ahora, en la presidencia de Milei- y aunque se retomó en el medio y hay casas prácticamente terminadas aún no se resuelven cuestiones estructurales como la potabilización del agua para que puedan habitarlo. Se trata del barrio Juan Pablo II, una obra que inició en 2014 con un objetivo de casi 800 casas y un plazo de 15 meses para finalizar el proyecto.
El Juan Pablo II sigue sin habitarse y el 9 de enero sigue creciendo. Según un relevamiento de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) en 2019 ya tenía 61 manzanas y no hay ninguna perspectiva de que el lugar se vacíe. Fuentes del municipio explicaron que la zona es parte de un proceso de evaluación que se enmarca en la causa ACUMAR, que sigue el plan de saneamiento ambiental de la cuenca, por tratarse de un humedal y laguna que deben ser recuperados. Si bien en un sector del barrio sería posible urbanizar y llevar servicios, en otro, donde están las familias en condiciones más vulnerables y sobre la laguna, hay que avanzar con un plan de relocalización que no pueden llevar adelante si no se terminan obras, como la del barrio Juan Pablo II.
Los vecinos en cuanto pueden rellenan sus terrenos para evitar los anegamientos, “y es medio un circulo vicioso: vos “subís» tu casa con escombros y hacés que el vecino se inunde más, una metáfora de la sociedad” describe Mariano, el docente, que coincide con otros vecinos en que se dio una nueva expansión del barrio después de la pandemia.
Cuando el agua sube los más vulnerables están cada vez más afectados. “Lo que más afecta en el barrio son las inundaciones a las familias de bajos recursos porque pierden bienes materiales, pierden muchos objetos, los electrodomésticos, el agua también trae muchas enfermedades, y evita que personas salgan a trabajar, nos pasa mucho de tener que hacer ollas populares para que puedan comer los que no pudieron salir a trabajar”, cuenta Elvira. En lo relevado por ACUMAR, efectivamente, los principales problemas de salud del lugar están asociados los problemas con el agua: dificultades respiratorias, diarreas y problemas dermatológicos.
«Nos afecta sobre todo la humedad para los que tienen problemas de alergia, de broncoespamos, por eso hay muchos niños que faltan a la escuela. Y después tenemos los problemas de infecciones por los pozos ciegos y las zanjas de desagote que están abiertas; cuando llueve, ves que se desparrama por todo el barrio», relata la referente barrial Norma González en el documental «Los derechos que se llevó el agua» presentado por la Secundaria 36.
La complejidad para el abordaje no termina ahí. Además de la “sensibilidad” del tema desde la gestión local explican que si se logra mudar a la gente hay que desarrollar obras especificas para “cicatrizar” el terreno, recuperar el humedal, desarrollar espacios verdes, y evitar que la zona más deprimida vuelva a poblarse. El costo de inversión de esas obras es equivalente al del desarrollo de las viviendas y desde Nación todas líneas de inversión en obra pública están paradas.
“Es lindo el barrio porque si todos los vecinos se unen se hacen cosas importantes – dice Elvira sobre su comunidad – pero si alguien tiene la posibilidad de irse a un lugar mejor lo va a hacer, aunque para nosotros con nuestros recursos sería muy complicado. Yo desde que tengo 6, 7 años escucho que van a dar viviendas nuevas y tengo ahora 17”, concluye.