Senegaleses en La Plata: migración, trabajo y violencias
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) inició una línea de trabajo con la comunidad de senegaleses que viven en La Plata, en coordinación con la cátedra de etnografía de la facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. La agenda quedó marcada por las situaciones de persecución y violencia policial, y la dificultad para acceder a los trámites migratorios.
ANDAR en La Plata
(Agencia Andar) Con frecuencia la comunidad senegalesa —que ejerce la venta ambulante como medio de subsistencia— es víctima de la persecución y hostigamiento por parte de la policía y de control urbano mediante procedimientos que incluso vulneran las normas de actuación. A partir del trabajo de investigación del Grupo de Investigaciones sobre Migración Africana y Afrodescendencia de la División Etnografía del Museo de La Plata la antropóloga María Luz Espiro se encontró con el trabajo del equipo de Justicia y Seguridad democrática de la CPM.
Espiro investiga las trayectorias laborales de migrantes senegaleses en La Plata y Puerto Madryn. Su trabajo hace foco en las representaciones de la migración para la población general y los medios, las prácticas ligadas al mundo el trabajo de los senegaleses y la mirada hegemónica hacia ellos, sobre todo de la prensa. En diálogo con Andar analiza de dónde vienen esas ideas y cómo operan en el vínculo de la comunidad con los agentes estatales de control.
¿Cómo se hace visible la comunidad en la ciudad?
Para entender eso hay que remontarse a la constitución de la idea de nación argentina, esa conformación blanca europeizada, católica del siglo XIX; eso es el germen de la idea que en Argentina no hay negros. Esa invisibilización impactó mucho en esas poblaciones, tanto las descendientes de los esclavos como las caboverdeanas. Y también impactó en la forma de relacionarse con esos migrantes senegaleses, que acá se hace más visible desde 2006 tanto para los medios como para la sociedad.
Había al principio un desconocimiento grande sobre quiénes eran, de dónde venían, por qué estaban acá, y lo que primaba era esa representación hegemónica de los africanos en general que vienen huyendo de las guerras, del hambre, de la pobreza sumado a la idea de que en Argentina no hay negros; entonces hay como una desconexión entre las nuevas migraciones y la presencia africana constitutiva de nuestra sociedad. Esas representaciones eran en clave negativa; con el tiempo ha habido una apertura, ya hay una experiencia de una década casi de intercambios entre los migrantes y la población local, no sólo de habitar en la calle, de trabajo sino también de matrimonio. Aunque las miradas hegemónicas lleva mucho deconstruirlas, sobre todo las de los medios de comunicación que construyen una objetivación en clave criminalizante.
¿Cuál es actualmente la población senegalesa en la región y cómo se integra a nuestra ciudad?
Hoy son unos 200 integrantes de la comunidad senegalesa en La Plata, más o menos permanentes. Pero es una población muy móvil, muy itinerante: donde haya nuevas fuentes laborales están yéndose. La mayoría trabajan en venta ambulante, tanto acá como en otras ciudades donde hay senegaleses residiendo. La inserción en esa venta es algo que conjuga varios actores: por un lado la experiencia propia de los migrantes -una especie de habitus comerciante como yo lo denomino- que traen desde su lugar de origen. Muchos tienen experiencia de haber trabajado en venta de bijouterie en sus lugares de origen pero una bijouterie de de alta gama, que muchos de ellos fabricaban. La variable étnica también es importante aunque no definitoria, la mayoría componen un grupo étnico de tradición de manufactureros de joyas y eso se hereda. Esa experiencia se trae e intenta volcarse en las posibilidades laborales que existen acá. La manufactura no existe entonces el rubro es la venta de bijouterie de fantasía; muchos allá tenían el negocio familiar. En Senegal el mercado informal es algo muy grande, muy instalado y es una lógica que prima. Incluso el ministerio de economía tiene un sector de asuntos informales, hasta el estado contempla la informalidad. La realidad también es que muchos que vienen con estudios intentan continuarlos acá pero es complicado por cuestiones de documentación y otras, e insertarse en otro tipo de trabajo también. Porque la venta ambulante es un rubro que forma parte de la segmentación laboral; los migrantes en general es al tipo de trabajo que pueden acceder muchos: aunque intenten encontrar otra cosa la realidad es que es muy difícil y ahí juegan otros factores que tienen que ver con el racismo y con otras cuestiones como la documentación, que no les prohibiría pero en la práctica no se da porque los empleadores no los toman con la residencia precaria. La venta ambulante es un rubro que con poco capital te podes insertar.
Siendo senegalés cuando llegas acá tenés tu red de contactos y te van a proveer de un poco de bijouterie o lugares donde se puede salir a vender. Después la movilidad a otros rubros es un poco limitada, así que van cambiando de trabajo dentro del rubro del comercio. Algunos son mayoristas dentro del colectivo o llegan a poner su negocio.
¿Qué pasa cuando desde esa informalidad se encuentran con las fuerzas de seguridad y control?
Por lo general los enfrentamientos son violentos. Acá control urbano trabaja articulado con la policía: la fuerza policial detiene, averigua documentación, demora al senegalés hasta que llega control urbano y decomisa; ése es un modus operandi que sucede desde 2012. Lo que ocurre es que hay mucho abuso de poder: labran actas que los chicos no entienden o los hacen firmar papeles que no saben lo que están firmando, nunca hay un intérprete como debería, hay un aprovechamiento de las situaciones de vulnerabilidad sobre todo con la lengua. Después hay algún que otro agente que los conoce por más contacto en la calle y tiene otra relación, pero el panorama general es el abuso de poder generalizado para con ellos.
Es a partir de este conflicto que desde la cátedra de Etnografía comienzan a buscar una institución que trabaje con este tipo de vulneración de derechos: decomisos reiterados, retenciones y detenciones que se agravan por la falta de acceso a los trámites migratorios para regularizar su condición de migrante que le permitiría, finalmente, gestionar la ciudadanía. Procedimientos que los afectan ante la ausencia de intérpretes que les permitan a los migrantes comprender su alcance y la consecuente violación o ignorancia de las normas vigentes por parte de los agentes estatales.
«Nos costó encontrar un organismo que tuviera estructura para generar este asesoramiento o acudir cuando la policía detiene, así llegamos a la CPM donde hay desarrolladas estrategias a más largo plazo”, dice Espiro. Ahora en conjunto se está viendo cómo pulir esas herramientas para actuar rápido en esas circunstancias, y quieren replicar en La Plata algo similar al protocolo que se aplicó en CABA en 2016, un protocolo para la población afrodescendiente dirigido a vendedores ambulantes. Una de las ideas es elaborar material en varios idiomas donde se difunda cuáles son sus derechos, qué deben o pueden hacer o no cuando se enfrentan con la policía. Hasta el momento el organismo les brindó asesoramiento en varias reuniones, sobre todo respecto a la cuestión jurídica y de qué manera reaccionar para después no tener consecuencias negativas en las tramitaciones migratorias.
«Hay una idea instalada de que ellos están organizados desde una cuestión de las mafias, en redes – aclara Espiro- y la realidad es que el asociativismo es una cuestión importante para ellos que tiene que ver con cuestiones étnicas o religiosas. En la calle ellos lo que tratan es de defenderse en comunidad, eso es una cuestión que la gente no conoce. Tienen estructuras y formas asociativas de organizarse que no están contempladas por el estado; sus relaciones están basadas en la religión -el 95% de la población es musulmana- y esas formas de asociaciones religiosas canalizan sus problemas. Esas organizaciones frente al estado no son válidas. Ante a esto hay una exigencia de organizarse, de formar una asociación civil que se está intentando canalizar, para que puedan validar esas estructuras consolidadas».