CON LA PARTICIPACIÓN DEL AUTOR CARLOS SPREI Se presentó en la biblioteca de la CPM el libro sobre la infiltración del Ejército en las filas del PRT-ERP
El caso de Jesús Rafael “el Oso” Ranier es uno de los pocos que se conocieron no sólo hacia el interior de aquella fuerza político-militar sino en buena parte de la sociedad, en torno a personas que sin miramientos ideológicos ni criterios morales se dedicaron a la obtención de información para su posterior venta a las fuerzas represivas, en este caso al Batallón de Inteligencia 601 del Ejército. Ni traidor ni héroe; ni infiltrado ni doblado: el economista, exmilitante del Partido Revolucionario de los Trabajadores y autor del libro La infiltración del Batallón de Inteligencia Nº 601 en el PRT-ERP (1974-1976) examina en su extensa y documentada investigación cómo fue posible que, en una organización tan hermética y rigurosa, haya operado durante 14 meses un mercenario como Ranier. “No creo en las miradas sacrificial y militarista: la historia de la militancia de los 60 y 70 es mucho más gris y mucho más profunda en sus convicciones políticas”, afirma el autor.
ANDAR en la historia
(Agencia) En el marco de un ciclo de charlas literarias que lanza la Biblioteca Carlos Cajade de la CPM, se presentó este viernes 3 de junio desde las 18 el libro de Carlos Sprei La infiltración del Batallón de Inteligencia Nº 601 en el PRT-ERP (1974-1976) que examina los modos en que se diseñó y ejecutó el proyecto represivo que dio vida a las actividades del Oso Ranier dentro del PRT-ERP, así como los distintos sentidos asignados a sus prácticas por parte de los sobrevivientes de la organización, entre otros interrogantes de la investigación.
La actividad en la Biblioteca Carlos Cajade -que funciona en la planta baja de la sede del Museo de Arte y Memoria, en 9 entre 51 y 53- contó con la participación del autor del libro, Carlos Sprei, además de la docente de la Maestría en Historia Contemporánea de la Universidad Nacional General Sarmiento, Andrea Andújar, que acompañó al investigador en todo el proceso; el exmilitante del PRT y sobreviviente del Pozo de Banfield, Walter Docters, y el investigador del Conicet Emanuel Kahan, autor del articulo “¿Qué represión, qué memoria? El archivo de la represión de la DIPPBA: problemas y perspectivas”.
El trabajo de Sprei integra la colección de e-books “Entre los libros de la buena memoria”, de acceso abierto en torno a temáticas de historia reciente y memoria que llevan a cabo, conjuntamente, las universidades nacionales de La Plata, General Sarmiento y Misiones, y es el resultado de una tesis de Maestría en Historia Contemporánea iniciada en 2012 y defendida con éxito en junio de 2019. Entre sus fuentes documentales, se destacan legajos y documentos del archivo de la exDIPPBA, y varios de sus fragmentos aparecen en un anexo al final del libro.
El final conocido del Oso Ranier no es lo que importa fundamentalmente al investigador: “Jesús Rafael Ranier, el Oso, fue descubierto como un colaborador del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE) después de la fracasada toma del cuartel de arsenales Domingo Viejo Bueno, en Monte Chingolo, el 23 de diciembre de 1975. De forma directa, proporcionó la información del lugar del ataque a las fuerzas del Ejército, las que tendieron una emboscada al ERP en el momento del asalto. En los días previos, el Oso había participado activamente del transporte de material militar a una quinta en Ranelagh, donde estaban concentrados los militantes que atacarían el cuartel”.
Por encima del “mercenario” y de su “salario” de 100 dólares mensuales -el doble que el salario mínimo en Argentina hacia mediados de los 70-, Sprei busca responder a preguntas incómodas para quienes fueron responsables de la organización y también para los militantes que, como él, compartieron cenas, alojamiento y actividades políticas: ¿cómo pudo ocurrir?, ¿cómo no fue investigado correctamente al momento de su ingreso al PRT-ERP?, ¿se subestimó la capacidad de la inteligencia militar o se confundió la pertenencia de clase de Ranier con conciencia de clase?, ¿o ambas cosas a la vez?
En diálogo con ANDAR, el investigador y economista -que durante 30 años y desde su exilio en 1976 vivió en Brasil- explica que no es correcto hablar de héroes y traidores, ni tampoco las figuras sacrificiales o militaristas con las que muchas veces la academia intenta explicar las organizaciones políticas de los años 60 y 70: “La historia de la militancia es mucho más gris y mucho más profunda. Nosotros en el PRT y su brazo armado, el ERP, participábamos por la causa anticapitalista y hacia el socialismo. No pretendíamos ser héroes o mártires, sino que todo lo que hacíamos era por la vida”.
-¿Cómo surgen la inquietud y las primeras hipótesis del libro?
-Me propuse indagar los lazos entre historia y memoria porque ésta abarca recuerdos, emociones, percepciones, y la historia tiene que ver con cómo relatás esos acontecimientos y desde qué perspectiva lo hacés. Hay versiones muy diversas sobre un mismo punto, y consideré oportuno aclarar estos acontecimientos a partir de sumergirme en las complejidades del ser militante, de la acción política en aquellos años, cuando nos comprometíamos con un proyecto político colectivo en función de lo que pensábamos y creíamos.
-Y allí, ¿la figura de Ranier y su accionar dentro del PRT-ERP excede la idea de traición, por ejemplo?
-Intento recuperar la historia de Ranier porque, a pesar de que es bastante conocida, suele ser tomada como punto de llegada y no como punto de partida para pensar y entender cómo pudo ser posible que en una organización tan hermética y cerrada pudiera haber integrado sus filas un mercenario vinculado a la inteligencia del Ejército. Esto tiene que ver con un error de nuestra organización en la visión y conceptualización de la etapa, porque después del rodrigazo creíamos firmemente que el país se dirigía a una situación revolucionaria, pero no era así. El Batallón de Inteligencia 601 venía trabajando desde 1968, cuando fue creado, y se dedicó fuertemente a desaparecer y perseguir militantes del PRT. Antes de la irrupción de la última dictadura, creíamos que no había un clima para una feroz represión teniendo en cuenta la gran capacidad de movilización de las agrupaciones de izquierda. Pero esto, claramente, puede entenderse como un error con el diario del lunes.
-¿Esta confianza de las organizaciones de izquierda en sus propias virtudes hizo que se confundiera, como señalás en el libro, la pertenencia de clase con la conciencia de clase con respecto a Ranier?
-Sí. Lo curioso es que para la izquierda un espía o infiltrado tenía que responder a determinados patrones del estereotipo del servicio de inteligencia. Por eso Ranier, morocho, grandote, humilde y bonachón pudo encajar sin demasiadas sospechas en el PRT-ERP. Incluso, porque venía de una militancia en el peronismo a través de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y luego en las FAP 17 de Octubre. Sin embargo, la realidad era que había mucha gente por aquellos años cuyo trabajo, su fuente de ingresos, era el de vender información, gente que iba y volvía de un espacio a otro: mercenarios de la información. Por otra parte, hay que considerar que el ingreso de Ranier al sector de logística dentro del ERP le facilitó el acceso a los datos que buscaba, además de haber podido ascender jerárquicamente dentro de la organización a medida que iban cayendo compañeros. Cada vez se necesitaban más tareas y allí estaba el Oso para asumirlas.
-¿Cuáles fueron tus dudas respecto a Ranier desde que lo conociste? ¿Trataste de alertar a la organización que podría tratarse de alguien nocivo para los planes del PRT-ERP?
-A poco tiempo de su aparición fui a su casa ubicada en Villa Domínico. Me quedaría allí por una noche, era diciembre de 1974. Lo primero que me impactó y que no pude quitar de mi cabeza fueron las cabezas de animales embalsamadas que colgaban de las paredes del living. Yo pensé: “Un cazador no puede ser de izquierda”. Porque, además, se necesita plata para esa actividad que requiere de armas y viajes. Hubo otros detalles y, sí, sospeché a partir de un determinado momento pero era muy difícil hacer esa denuncia por dos motivos: primero, por el carisma y perfil que cultivaba el Oso, que generaba confianza en el resto y la imagen de un buen tipo, humilde y sencillo; y segundo, por tratarse de un obrero.
-Retomando los lazos entre historia y memoria, ¿qué pasó, desde que se descubre a Ranier, con la versión oficial del PRT-ERP?
-Bueno, allí lo más correcto hubiera sido frenar, retroceder, repensar y reorganizarnos. Pero hubo responsables de nuestra organización que siempre dijeron que “trece infiltrados condujeron al PRT a la derrota«. Es en estos relatos de los hechos y las motivaciones personales donde se expresan las distintas lecturas de la memoria de la organización, siendo que muchas de ellas intentan ocultar los errores de nuestra propia contrainteligencia y nuestras debilidades, hablan de traición como respuesta a un proceso de caída que fue mucho más estructural y sistémico. Y vuelvo sobre lo que mencioné antes: Ranier es el punto de partida de una reflexión que debía darse en aquel momento: no era un traidor, porque nunca había realmente sido consecuente con nuestros objetivos de revolución; no era un doblado, porque no había sido capturado por el enemigo y amenazado con consecuencias sobre él y su familia; y no era un infiltrado porque sencillamente nunca fue un agente del servicio de inteligencia del Ejército. Sólo fue un hombre rentado a cambio de información, sin ideología política, sin convicciones y sin conciencia de clase. Un mercenario. En este sentido, la inteligencia militar fue muy hábil al advertir que la infiltración por parte de uno de sus agentes no funcionaría, o al menos no lo haría igual de bien que con personas rentadas.
-Por último, ¿cuál fue tu sensación al saber la verdadera actividad de Ranier en el PRT?
-Al comienzo me sentí muy frágil, sentí que todos mis movimientos y los de mi familia estaban en las manos del Ejército. Por eso decidí que debíamos dejar Buenos Aires, y nos fuimos a vivir a Brasil con mi compañera. La sensación era de mucho odio, de impotencia y mucha derrota.
Jesús Rafael “el Oso” Ranier se sumó en octubre de 1974 al PRT-ERP y, detrás de su fachada de militante, le vendía la información al Batallón de Inteligencia 601 del cual recibía instrucciones. A medida que caían militantes del ERP, mayor peso en la organización asumía Ranier, y con ello mayor información. A fines del 75, y mediante el rol de chofer de logística, entregó y facilitó la captura de tres altos mandos del ERP.
Ranier fue capturado el 27 de diciembre de 1975 y sometido a un exhaustivo interrogatorio durante 17 días por el sector de contrainteligencia de la organización. Una de las integrantes de contrainteligencia calcula que Ranier tuvo responsabilidad sobre al menos 300 caídas dentro de la organización.