PRESENTACIÓN DEL LIBRO EN LA CPM Sacralizar la represión: los diarios de Victorio Bonamín
Una entrevista con los autores del libro “Profeta del genocidio” que trabaja sobre los diarios personales de quien fue obispo de las Fuerzas Armadas entre 1960 y 1982; el libo se presenta este martes 22 a las 19 hs en el auditorio de la Comisión Provincial por la Memoria (calle 54 nº 487, La Plata).
ANDAR entre libros
(Agencia) Ariel Lede es sociólogo de la UNLP; junto con Lucas Bilbao, historiador de la UNICEN, hace unos 6 años comenzaron a trabajar sobre una fuente histórica única que llegó a sus manos: 750 páginas pertenecientes a los diarios que escribió el provicario castrense Victorio Bonamín (1909-1991), entre los años 1975 y 1976.
Fue Jose María Meisegeier, un sacerdote tercermundista del grupo de Mujica, quien les confió el material que ahora se encuentra a resguardo de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) y que se publicó en el libro “Profeta del genocidio” que Lede y Bilbao presentan este martes en el auditorio del organismo.
A través de los diarios los investigadores desarrollaron un estudio sistemático y específico del vicariato castrense que -aseguran- fue el vehículo privilegiado que encontraron Iglesia y Fuerzas Armadas para vincularse.
El título es un homenaje a Emilio Mignone, abogado fundador del CELS, que realizó una investigación pionera sobre iglesia y dictadura en el año 86. Allí, en un apartado, define a Bonamín como el profeta del genocidio, y dice que la sangre y la muerte son sus temas predilectos. “Y es un gran título”, aseguran los autores que corroboraron que la imagen del obispo que se desprende de los diarios “coincide con la que la historiografía venía construyendo de él. Confirman el lugar que se le dio a Bonamín en la memoria histórica como una de las figuras que mejor representa la simbiosis entre lo militar y lo religioso en Argentina”. En diálogo con Andar los jóvenes investigadores deshacen el recorrido que los llevó a concretar el libro y reflexionan sobre los vínculos entre iglesia y dictadura.
¿Cuál fue la primera sensación cuando se encontraron con ese material en las manos?
Lucas: … y cuando empezamos a leer los diarios tuvimos mucha sorpresa, mucha impresión. Igualmente no llegábamos a dimensionar el valor histórico que esto tenía, todavía éramos estudiantes, costaba.
Ariel: tal vez no lo hubiéramos hecho nunca de no ser por las personas que teníamos alrededor empezando por Meisegeier, pero también el filósofo José Pablo Martín y otro sacerdote tercermundista, Domingo Bresci; ellos fueron los primeros que nos empujaron a empezar y seguir trabajando con los diarios y nos señalaron el valor histórico que tenía. Después fuimos mostrándoselos a otras personas como Verbitsky, que ratificó la importancia del material; a Adolfo Perez Esquivel que nos alentó a seguir trabajando; y fue crucial también el asesoramiento de Hugo Cañón en cuanto al manejo de los diarios como documento público, y en pensar las vías para ofrecerlo a las instancias judiciales correspondientes como terminó ocurriendo; y de Magdalena Lanteri con el ingreso del material a la CPM.
¿Cómo se organizaron para empezar a trabajar con ese material?
Lucas: la primera tarea que nos dimos antes de pensar ejes temáticos fue transcribir los diarios. Eso nos llevó un año: son 750 páginas, algunas completamente escritas, donde aparecen más de 1000 nombres de personas con sus cargos, el volumen era muy grande. Mientras tanto íbamos actualizándonos en la bibliografía sobre el tema, así se nos fueron ocurriendo distintos ejes para abordarlos y los fuimos cruzando con otras fuentes como el boletín oficial del vicariato castrense.
Ariel: el ejercicio de transcribir también te va ordenando y es una segunda o tercera lectura. Entonces íbamos etiquetando algunas partes, por temas, nombres, o cosas que nos llamaban la atención… ante una nueva lectura siempre aparecía algo nuevo, son tan grandes los diarios que al releerlos cada vez encontrábamos algo diferente.
¿Cuáles fueron esas cosas que les llamaron más la atención o les impactaron?
Ariel: lo más impactante es el vínculo cotidiano de Bonamín con los militares que ahí está clarísimo: cómo se reúne, se telefonea, piensa en determinado militar y lo anota, apunta cada cargo y cada rango de los militares que van a verlo, y a la par también está el vínculo con los capellanes. [pullquote]En la página www.profetadelgenocidio.com.ar se encuentra publicada la lista de 400 capellanes que integraron el vicariato hasta el ‘83. [/pullquote] De los 400 capellanes que hubo entre el 75 y el 83, él mantuvo un vínculo directo con 60 más o menos, después indirectamente se contactó con todos. Y eso sólo en 2 años, si le sumamos los militares, los civiles y su vida personal, familiares y amigos es un nivel de sociabilidad altísimo; eso llama la atención.
¿Qué les generó encontrarse con el personaje, la figura de Bonamín, desde algo tan íntimo como sus diarios?
Lucas: para acercarnos recorrimos su biografía también, aunque no hay nada escrito sistematizado sobre él, así que fuimos reconstruyendo cosas sueltas y recorrimos mucho sus escritos, todo lo producido durante los años ‘50, ‘60 y ‘70, que es su periodo de mayor producción intelectual … eso lo describe, pero no sabría decirte concretamente cómo fue que lo vimos. Es extraño el puente entre una cosa y la otra, entre leer un libro de él y el diario. Sí hay un juego interesante en leer lo que dijo un 21 de octubre, por ejemplo, en un acto militar que reproduce La Nación y qué anota él en su diario ese día.
Ariel: su imagen es representativa de otros obispos y, con sus matices por la cuestión jerárquica, de los capellanes. Para nosotros Bonamín se vuelve un sujeto clave para entender el vicariato, porque es un funcionario público a la vez que un obispo en un período largo porque va del 60 al 83.
… y es eso lo que desarrollan en el libro
Ariel: claro, porque ahí se vehiculiza, en un periodo cargado de gobiernos dictatoriales donde las fuerzas armadas y el gobierno eran lo mismo, el vínculo que la iglesia usa como herramienta principal para ejercer su influencia y a través de esas fuerzas armadas recristianizar a la sociedad. El propósito era centrarnos en esa institución, enfocar ahí para profundizar el conocimiento sobre esa institución que es muy hermética, incluso hacia sí misma. Sus propios cursos de capacitación para los seminaristas están lejos de incluir un abordaje integral de su propia historia como institución.
Lucas: y lo hicimos estableciendo algunos ejes de indagación. Primero un plano ideológico: entender el denominado catolicismo integral o integrismo católico que fue hegemónico en los años 70; después en una historia del vicariato desde su fundación en el ‘57 y algunos antecedentes; y el eje central, puesto en la participación del vicariato en el terrorismo de estado.
¿Detectaron cambios en esos registros después de producido el golpe?
Ariel: sí, hay un cambio muy notable en el tono que usa para escribir los diarios antes y después del golpe. Antes lo recorre una sensación de caos, de crítica al gobierno constitucional, de desgobierno, resalta mucho la coyuntura y la va testimoniando con bastante detalle: cuenta cuando cambia el comandante general, sale Laplane y entra Videla en septiembre del 75, cuenta los reclamos gremiales de junio y julio de ese año, el levantamiento de Capellini en diciembre como un ensayo de golpe; habla con muchas personas durante los meses previos a marzo del 76 sobre “la situación”, como él se refiere al tema. Y más cerca del golpe ya empieza a hipotetizar y se pregunta “¿será para el 8 de marzo?, ¿será para el 12?”. Después del 76 es como si mágicamente todo se hubiese empezado a solucionar porque cambia la tónica y ya no está pensando en su compromiso de alentar a las fuerzas armadas a que tomen el poder, porque eso ya ocurrió. Ahora está del lado de los vencedores. La tarea parece ser cómo se administra la fuerza, cómo se cambia el país pero desde otro lugar
Lucas: en el 75 hay mucha expresión de guerra, mucho contenido bélico, cosas como “matar en combate” y títulos así de conferencias. También hay mucho trabajo de atender los problemas de conciencia de los militares en la lucha antisubversiva, ese tipo de palabras cambian en el 76, ya no hay tanto combate sino “cómo ser un buen militar”, “el amor y la patria”, esas cosas.
¿Y a qué conclusiones llegaron en este proceso de investigación?
Ariel: algunas son ideas previas pero que se ratifican con la fuerza de una fuente inédita y en primera persona. Una es esto de que los capellanes cumplieron una función de legitimación religiosa de la violencia militar contra la militancia organizada y contra la sociedad en general. Una legitimación religiosa expresada de un modo público a través de conferencias, discursos charlas y de un modo privado sobre todo a través de la confesión y el acompañamiento espiritual a los problemas de conciencia que traía esta lucha antisubversiva a algunos de los militares. Iban a ofrecer el convencimiento de que lo que estaban haciendo era parte de un plan divino, se trata de sacralizar la represión.
[pullquote]los capellanes cumplieron una función de legitimación religiosa de la violencia militar contra la militancia organizada y contra la sociedad en general [/pullquote] Así concluimos que la iglesia a través del vicariato castrense y sus capellanes ocupó un rol de partícipe necesario en la comisión de los delitos. Los capellanes ocupaban un rol, una posición de poder espiritual, entre los militares, entre jefes y subalternos. Eso se ve en los diarios y hay una mención clave: Bonamín va a una actividad en un regimiento que se llamaba “semana de religión y moral” organizada por el capellán de cada regimiento y él asistía el último día a la conferencia de cierre. En cada una de esas ocasiones se juntaba a charlar con el jefe a hacer un balance de esa semana y a ver cómo venía la capellanía y la formación espiritual de los soldados. Y anota que este militar le dice que está muy contento porque después de eso él podía hacer lo que quería con sus soldados. Son parte del engranaje.
También hay otro tipo de participación de los capellanes que no es hacia los militares sino hacia las víctimas. Es decir, ya no es el alivio de los represores sino interferir en los reprimidos en un campo, como dice José Pablo Martín, al que no se accede a través de la tortura, sino mediante la charla, la confesión, el prestigio espiritual. De ese modo se generó juntando el capellán y el militar la tortura perfecta porque uno podía llegar a un plano del sujeto que el otro no podía para sacar información.
Lucas: está subestimada la cantidad de capellanes que participaron en centros clandestinos porque las denuncias que se han hecho sobre esa participación son escasas, alcanzan alrededor de 35 clérigos entre obispos y sacerdotes. Sin embargo nuestro trabajo llegó a identificar a 110 sacerdotes que trabajaron en unidades militares con centros clandestinos de detención en su interior.
Los diarios ahora están bajo la guarda y gestión de la CPM en el área de gestión y preservación de archivos. ¿Cómo fue que se acercaron a la CPM y decidieron donarlos?
Lucas: nos pareció que era una documentación que no podía seguir estando en manos privadas y además por dos cuestiones: una de competencia, ya que es un documento de carácter personal pero que por su contenido era necesario que se convierta en público, y esto lo terminó avalando la justicia; y segundo porque no era responsable tenerlo por cuestiones de seguridad, no nuestras sino del material que ameritaba un resguardo institucional. Y elegimos la Comisión por la Memoria porque conocíamos la institución y el prestigio del archivo.
¿Y cuál fue su sensación cuando vieron que esos aportes a la justicia se concretaban?
Lucas: eso fue gratificante, que no quede sólo en el libro aunque tenga su peso propio. La investigación fue apareciendo en algún alegato de un fiscal o una querella o incluso en alguna sentencia judicial, aunque no fue masivo el aporte. No tanto porque los diarios no contengan mucho sino porque no fue masiva la recepción en el poder judicial. [pullquote]El trabajo llegó a identificar a 110 sacerdotes que trabajaron en unidades militares con centros clandestinos de detención en su interior[/pullquote] Pero creer que los diarios son un gran aporte no alcanza hasta que efectivamente viene el juez y te lo confirma. En ese punto fue positivo y sirvió; no ha servido hasta ahora para traer justicia a una víctima o grupo de víctimas ni para condenar a un militar porque no hay de ese tipo de material en los diarios, pero sí sirve para aportar a la concreción del rol de la iglesia en los crímenes de lesa humanidad
¿Y qué respuestas, devoluciones recibieron del libro o que nuevos caminos se abrieron?
Ariel: en estos años estuvimos esperando que tuviera una implicancia judicial mayor de la que tuvo, aunque estamos muy agradecidos con aquellos actores del poder judicial que le dieron un lugar a la investigación en el marco del entendimiento sobre el papel de la iglesia en la dictadura. Ahora esperamos que empiece a hacer mella la idea de que la última dictadura fue cívico-militar y también católica. Hoy a 40 años de la dictadura, y siendo que la mayoría de los capellanes ha fallecido, la vía judicial se vuelve menos realista como objetivo, no sé si lo que no se hizo hasta ahora se va a hacer; entonces el objetivo es que esta idea permee. Y lo que la iglesia no hizo hasta ahora -entregar a los capellanes o información- ya no lo va a hacer. Para este 24 de marzo por ahí hay que asumir una derrota respecto de judicializar la participación eclesiástica en la dictadura, porque la iglesia ganó en impunidad. Pero sí queda ese otro objetivo en cuanto a la memoria histórica para que permanezca el testimonio de que la iglesia fue crucial en el engranaje del terrorismo de estado y que quedó impune. De esas dos cosas intenta ser testimonio el libro.