LA IMPORTANCIA DEL TESTIMONIO DE LAS SOBREVIVIENTES DE LA TRATA Rompiendo redes
El testimonio clave fue el de una chica que en septiembre de 2005, a los 15 años, fue secuestrada con fines de explotación sexual y pudo escapar luego de seis meses de cautiverio. Su relato permitió ir rompiendo redes y también dio cuenta de que ahí mismo estuvo María Fernanda Aguirre, desaparecida desde el año 2004. El pasado 24 de noviembre el Tribunal Nº 1 del Departamento Judicial de San Nicolás condenó a los autores de manejar el prostíbulo El Rosedal por haber sido parte de los delitos de asociación ilícita, facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre.
ANDAR en la justicia
(Fernando Latrille) En el año 2005 ingresó en el Poder Judicial de Santa Fe una denuncia por la desaparición de una menor de 15 años de edad que vivía con su madre. Había dejado la escuela y tenía una vida de calle y mala compañía, consumía droga y se relacionaba con un grupo de pibes y con una prostituta dueña de una casa de citas.
Una noche de septiembre de 2005 M. L. asistió a la casa de “la gorda Mari”, la mujer que ejercía la prostitución, a su fiesta de cumpleaños. Según su relato, terminó en esa casa luego de haberse escapado de su hogar, ya que la madre la había encerrado por su inconducta. Ahí alguien apodado Sopapita le ofreció un trabajo de camarera en el interior. Ella no aceptó. Varias personas le prometían insistentemente trabajo como camarera y le preguntaban si tenía los documentos para poder viajar. Ella se negaba una y otra vez. Exhausta por el alcohol y el efecto de las drogas, se dirigió hacia una pieza a descansar y trabó la puerta con una silla por miedo a que mientras dormía entraran a robar sus pertenencias. Ahí desapareció: nadie supo más nada de ella y no hubo rastros. Quedaría sumergida a 6 meses en el infierno.
Varios años después, ya siendo mayor de edad y madre de dos criaturas, relataría ese encierro con detalles. Con ese testimonio el fiscal de San Nicolás, Rubén Darío Giagnorio, pudo comenzar a desarmar una organización ilícita: el jueves 15 de septiembre de 2011 se allanó el prostíbulo El Rosedal, ubicado en Arrecifes (provincia de Buenos Aires). El funcionario buscaba documentación que le permitiera acompañar el testimonio de la joven que logró escapar de esa explotación y, a través de su relato, finalmente condenar a los responsables en un juicio sin precedentes.
Dar testimonio
El recuerdo de la testigo M. L. es haberse despertado en un auto con el apodado “Sopapita”. También se acuerda claramente haber estado en una cama y sentir que una mujer la zamarreaba para que se levantara. La describe como “la Vieja” y luego la identifica con el nombre de Gloria, una de las detenidas y condenada que regenteaba el lugar. Su verdadero nombre es Graciela Nieves Presta. Recordó que le dejó ropa y zapatos al lado de su cama y le dijo “levantate que acá no estás de fiesta”.
Su relato es de un horror crudo. Su primer contacto en esa hora de raptada fue con María Fernanda Aguirre (Fernanda Aguirre desapareció el 25 de julio de 2004 en la localidad de San Benito, provincia de Entre Ríos) que le solicitó ayuda. Ella no entendía donde estaba, ni tenía conocimiento del lugar. La describió a María Fernanda como una chica de 14 años, rubia, de ojos verdes, que se quería ir porque la llevaban al exterior.
La historia de esos seis meses da cuenta del horror que padeció. Chicas menores de edad llevadas ahí por sus hermanos para que trabajen, dos hermanas abusadas anteriormente por su padrastro puestas a trabajar. 26 mujeres eran sometidas en ese entonces en El Rosedal a la explotación sexual. Los explotadores grabaron en su cabeza y en su cuerpo que esa explotación y reducción a la servidumbre era “trabajo”.
Pero ella resistió, se notó en su relato de una gran valentía, en todo momento pensaba en fugarse, en intentar esquivar esos cinco clientes diarios, buscando que ellos paguen una copa y de esa manera lograr que el consumo no sea su cuerpo sino la bebida por la que pagaban mucho más cuando la compartían con las explotadas.
Narró el maltrato que sufrió cuando un cliente borracho la tomó del cuello y quiso ejercer sexo con violencia, ella lo pateó y llamó al encargado Lucio Carpio. Él se ocupó de tomar al cliente del cuello y llevarlo afuera, sacar su arma y dispararle en una pierna para demostrarle quien mandaba. Para dejar bien en claro que los “dueños” de esas mujeres eran ellos: las chicas, menores y mayores eran de la propiedad de la red. Una ambulancia llegó, se llevó al baleado y nadie vino a dar cuenta de lo sucedido.
[pullquote]26 mujeres eran sometidas a explotación sexual en ese entonces, en El Rosedal [/pullquote]
Estaban también los clientes que deseaban consumir a las explotadas fuera del lugar; en estas ocasiones se dirigían a un hotel acompañadas por Facundo Rodríguez, uno de los encargados de El Rosedal que custodiaba que nadie se fugara. El hotel estaba en complicidad -aportó- ya que del mismo prostíbulo llamaban para avisar que iban a ir chicas.
En ese momento había 16 menores y 10 mayores de edad, todas reducidas a objetos sexuales. Lucio las protegía al mismo tiempo que las explotaba. Una vez por mes había recambio, las paraguayas eran mayores, las menores venían de Santa Fe de donde era ella. Había un único baño para las 26. Y en un pequeño patio lavaban su propia y escasa ropa. Dormían hacinadas en 2 piezas con colchones, frazadas y suelo, eso era todo. No cobraban dinero alguno, solamente las alimentaban; incluso le contaron que un cliente policía había trabajado en el lugar dándoles clases de gimnasia: la idea era mantenerlas en forma. Los abortos eran necesarios y venían solos o eran inducidos por los dueños: debían seguir produciendo para los explotadores y nada podía detenerse.
La testigo intentó escapar varias veces, pero antes los encargados se enteraban antes y recibía palizas. Existía una infiltrada –aseguró en su relato- que era quien daba cuenta de cada movimiento de las chicas, alguien como ellas que se ocupaba de que nadie saliera de ahí. En uno de sus intentos constantes por pedir ayuda, le sacó el celular a uno de sus clientes, que estaba alcoholizado. Llamó al 911, dijo quién era y que avisaran a su madre. El único aviso fue a la gente del prostíbulo que la puso en penitencia, sin comer, luego de maltratarla físicamente.
El escape
La fuga la planeó con otras. Observaron que una ventana tenía una de las rejas desoldada, atada con alambre, y vieron que era posible salir por ahí. Fue necesario entonces emborrachar a quien las cuidaba y simular que tomaban mucho: la cantidad de gente que concurrió esa noche les permitió hacerlo con disimulo. En los prostíbulos la noche se extiende hasta pasada la mañana; al mediodía acostaron a la encargada de vigilarlas, y fue el momento que eligieron para huir.
Fueron 4 las que lograron fugarse por la ventana. Corrieron hasta llegar a una quinta, pidieron ayuda y no salió nadie; apareció un cliente, enamorado de una de ellas, le contaron la verdad, la edad que tenían, que no estaban ahí por su voluntad. El cliente las llevó en su camioneta hasta una remisería de otros clientes: “ahí llegaron las chicas de la noche”, dijo uno; ellas pidieron un viaje, cree que a Pergamino. Luego tomaron un micro hasta Rosario, tenían dinero porque habían sustraído un poco más de mil pesos de la caja del prostíbulo. Terminaron en Santa Fe pero no se sintieron seguras y una de ellas llamó a un cliente: no tuvieron suerte, ya que dio aviso al dueño del prostíbulo. Fueron a la casa de la madre de una de las víctimas, la madre le dijo que la ponían en un compromiso, que los iban a matar a todos. Estuvieron dos meses dando vueltas hasta que la policía dio con ellas. Prestaron una declaración corta y confusa en la comisaría: no era para menos –relató ML- el comisario le dijo: “vos estabas en El Rosedal, ustedes vienen de ahí”, y cuando entró la fiscal, el comisario puso su dedo índice en su labio indicándole silencio.
Las vueltas de la causa y un final con condena a los culpables
La causa terminó en una remisión en la provincia de Buenos Aires, en la ciudad de San Nicolás, ingresando en el Tribunal Criminal Oral que la envió a la Fiscalía Nº 2 a cargo de la doctora Padulo por ese entonces (año 2007) donde Giagnorio era instructor judicial. Se inició la investigación realizada por la Brigada de Investigaciones de San Nicolás, pero quedó estancada aunque se intentó buscar a las víctimas para aclarar las declaraciones testimoniales prestadas en esa comisaría de Santa Fe, que eran cortas y confusas.
En 2009 se había realizado un allanamiento por parte del poder judicial federal de Misiones, donde se allanó El Rosedal, y se detuvo a los dos encargados, Graciela Presta y Lucio Carpio que regenteaban el lugar. Ese año en noviembre el Fiscal Giagnorio al ser designado fiscal tematizado en delitos conexos vinculados a la trata de personas, pidió la remisión de la causa de la UFI Nº2 a su fiscalía (Unidad Funcional de Instrucción Nº6) para continuar con la investigación. A través de la Oficina de Rescate del Ministerio de Justicia de la Nación, logró ubicar a una de las víctimas, testigo clave para desbaratar la red. Se le recibió declaración testimonial en la Fiscalía, lo que permitió el resultado positivo de los allanamientos realizados en septiembre de 2011 (tres en Arrecifes y dos en San Nicolás), secuestrar documentación, y detener 6 personas. García era empleado judicial, oficial de justicia del Juzgado de Paz de Arrecifes, quien cayó con su concubina, los hijos de esta mujer y quien había sido su esposo y era dueño del prostíbulo (un policía de la provincia de Buenos Aires, ex empleado de la DDI San Nicolás, que se desempeñaba en el destacamento de Viñas, dependiente de Pergamino).
Toda la investigación trajo como resultado un juicio con un fallo ejemplar que se dio a conocer el 24 de noviembre de 2015 cuando los Jueces del Tribunal Nº1 del Departamento Judicial de San Nicolás condenaron a quienes manejaban el prostíbulo El Rosedal. Graciela Nieves Presta fue condenada a veintiún años de prisión y multa de 50 mil pesos por asociación ilícita, facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre (llevaba cosas para cocinar, vigilaba a las explotadas para que ordenaran y que limpiaran); Lucio Osmar Carpio a cumplir 20 años de prisión y una multa de pesos cincuenta mil por los delitos de asociación ilícita, facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre (encargado de la noche, de controlar a clientes y explotadas); Gisela Luján Rodríguez a 20 años de prisión y una multa de 50 mil pesos como coautora penalmente responsable de los delitos de asociación ilícita, facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre, y Silvio Emilio Rodríguez (policía) condenado a 21 años y multa de pesos cincuenta mil como coautor penalmente responsable de los delitos de asociación ilícita, facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre.
Todos ellos formaron parte de una asociación ilícita destinada a cometer delitos entre el mes septiembre de 2005 hasta el mes de marzo de 2006, en el local llamado El Rosedal ubicado en la zona rural de Arrecifes a la altura del Km 175,5 de la ruta 8, reduciendo a la servidumbre mediante intimidación, violencia física y psíquica a M. L y a V.C de 14 y 15 años de edad y facilitaron la prostitución de las menores contando para ello con la colaboración del empleado judicial Ricardo Héctor García quien fue condenado a nueve años de prisión como partícipe secundario penalmente responsable de los delitos de facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre (es el padre de Gisela) y de Facundo Nahuel Rodríguez como partícipe secundario penalmente responsable del delito de facilitación de la prostitución de menores agravada y reducción a la servidumbre (actuaba como encargado del prostíbulo), condenado a una pena de nueve años de prisión.