Rita Segato: “No podemos permitir que la lucha de las mujeres sea colonizada”
Rita Segato es doctora en Antropología, autora de numerosos artículos y libros y una de las voces más lúcidas a la hora de hablar sobre feminismo. Desde su concepto de “pedagogías de la crueldad”, Segato abordó la violencia que se da sobre el cuerpo de las mujeres en Latinoamérica para incorporar el componente expresivo que enmarca dichas violencias en tramas sociales, simbólicas y culturales que le otorgan legitimidad y, al mismo tiempo, una impunidad institucional alarmante.
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(Emergente/Foto: Elí Orozco) ¿Qué lugar juega para vos el movimiento de mujeres en el plano internacional?
Para hablar sobre esto quiero traer algunos conceptos que nombro en mi libro “La nación y sus otros” en donde el tema central es la crítica al peligro de colonización que sufren los movimientos sociales: los de género, LGTBI, los que luchan en contra del racismo, todos. Cada territorio, con sus desafíos, tiene dificultades singulares. No es lo mismo el análisis, por ejemplo, del movimiento negro en Brasil que el de Estados Unidos. Y aquí trazo un paralelismo: de la misma manera que algunos movimientos de ese país han querido dar lecciones de racismo aquí en Latinoamerica, con los movimientos de género pasa algo similar.
¿En qué sentido?
Hay feministas del Norte que quieren enseñarle al Sur como se defienden los intereses de la mujeres. En cuestión de género, por ejemplo, en América Latina hemos recorrido muchos caminos: viendo el caso de Argentina, los movimientos feministas vienen dando una lucha fundamental y no es nueva. El Encuentro Nacional de Mujeres, por ejemplo, da cuenta de esto. Y el Paro Nacional de Mujeres de octubre del 2016 fue un antes y un después para el proceso actual. En todo el territorio latinoamericano, la lucha de las mujeres ha sabido fortalecerse dependiendo de sus propias características pero levantando como bandera la violencia en contra del cuerpo de la mujer. En el caso de Estados Unidos, el Paro Internacional de Mujeres se convirtió en una movilización contra el gobierno de Trump, sus medidas neoliberales y su misoginia, siendo Angela Davis una de las caras más visibles en este llamado. Pero en este sentido, tanto las movilizaciones en América Latina y en Estados Unidos son distintas, cada una con su propia narrativa y forma de comunicación. Tienen componentes similares pero raíces diferentes. Por eso mi temor es el efecto de la “gran propaganda” de los medios de comunicación. Por ejemplo, uno de los mayores medios progresistas en Brasil, como Brasil de Fato, ha dicho que el #8M es una llamada norteamericana. Aquí es cuando el sentido de “colonialización” de los movimientos sociales vuelve a escena. El contexto político lleva a unirnos mucho más: Trump en Estados Unidos, Temer en Brasil, Macri en Argentina, Peña Nieto en México nos ponen en la necesidad de tener un objetivo de lucha común. Pero cuidado: nunca hay que perder de foco que es urgente y necesario respetar la historia y las luchas de cada territorio para lograr un mundo sin hegemonías.
En tus textos hacés referencia al vínculo como una vía para reorganizar el deseo y reubicarlo hacia la vida y las personas, no hacia el mundo material y el consumismo. ¿Cómo se relaciona este concepto con el rol de la mujer en el capitalismo?
Hay personas que están siendo atraídas, de una forma fuertísima e irracional, hacia el mundo de las cosas, del capital. Eso es lo que organiza su deseo, así se plantea su meta de felicidad. Esas personas se mueven físicamente hacia ese mundo de consumo y es uno de los fenómenos del proyecto histórico del capital. Esto lo vemos en los inmigrantes que suben al tren La Bestia, por ejemplo, en México, en busca de una mejor vida pero que terminan siendo esclavizados por ese deseo de mejorar. Hay otro tipo de personas que organizan su deseo, su meta de felicidad es el vínculo. El vínculo es el camino: en Argentina todavía tenemos la amistad como un vínculo fuertísimo que organiza nuestro deseo, en el que invertimos tiempo y hacia allí hay que apuntar. En Estados Unidos, por ejemplo, tuvieron que inventar los happy hours para que la sociedad no se desmantelara, para que la gente dialogara entre sí y compartiera un momento. En este sentido, las mujeres sabemos de vínculos y eso también es político. Los encuentros de mujeres, las asambleas dan cuenta de ese proceso.
¿Cuál te parece que es el reclamo más urgente del feminismo actual?
En un principio es mostrar que la política hoy pasa por el género, por la lucha en contra de todo tipo de violencia contra las mujeres, la pérdida de valor que sufrimos todos los días tanto en la economía material como en la simbólica. Sufrimos constantemente un robo de valor. Por eso, la lucha de las mujeres la tenemos que hacer con afecto, con humor y con felicidad. Tenemos que apuntar a los hombres y hacerles saber que son profundamente infelices por su gran inseguridad.