Por los derechos de los pueblos
ANDAR en Chapadmalal
(Agencia) El paraje Barrancas Coloradas está ubicado en el centro de Santiago del Estero en el departamento de San Martín. No hay luz, ni agua, ni asfalto. Tiene casas ranchos, sólo dos o tres de material, un par de kioscos, una capilla, una cancha de fútbol, una escuela primaria. Desde el año 2008 tiene también una escuela secundaria.
Todos los días, alrededor de 30 chicos recorren entre 7 y 15 kilómetros a pie o en bicicleta para ir a estudiar a la escuela. Esta semana, cinco de ellos y una docente viajaron cientos de kilómetros para participar en Chapadmalal del encuentro de Jóvenes y Memoria, y presentar su trabajo sobre los derechos de los pueblos originarios: el derecho a la tierra, a la lengua, a la cultura.
“Nosotros hablamos las dos lenguas, el español y el quechua”, dicen con orgullo Brian, Delfa, René, Edgar y David, los cinco estudiantes que lograron vencer todos los inconvenientes y llegar al mar. “Nuestros padres antes no podían hablar el quechua, eso sólo se reservaba para la familia”, agregan. El pueblo tonocoté al cual pertenecen habla el quechua, realiza la celebración de la Pachamama y se destaca por la confección de tejidos típicos, una vieja tradición de sus antepasados. Recién en los últimos años los chicos sienten que esas costumbres están siendo revalorizadas por otros, entre ellos la propia escuela.
“Ahora la lengua quechua está siendo más reconocida, es una materia más que tenemos”, dicen, y sostienen que ahora pueden estudiar, posibilidad que no tuvieron sus padres por razones económicas y porque la escuela más cercana estaba a 30 kilómetros.
Cuando hablan del video que hicieron como producción final de la investigación, se les ilumina la cara: “queríamos hablar de eso porque no se respetan los derechos de los pueblos originarios. El derecho a la tierra, por ejemplo. Las topadoras entraron y quisieron arrasar con todas las casas; por suerte no pudieron”, explican. La propiedad de la tierra en Santiago del Estero es uno de los problemas más acuciantes de estos tiempos. La expansión terrateniente sojera a sangre, fuego y topadoras desnuda complicidades civiles y de la justicia.
Filmar con un teléfono, delegar la edición a otro lugar donde hubiera luz y computadoras; todos esos esfuerzos valieron la pena para vivir la experiencia en Chapadmalal: “El día de la presentación para nosotros fue emocionante porque nunca habíamos estado delante de tanto público explicando nuestro trabajo. Y hemos sido felicitados y eso nos ha emocionado. Y hemos hablado en la lengua quechua”, relatan.
Igual de emocionada y orgullosa está la profesora, Elizabeth, que no deja de repetir lo que significa para ella verlos hablar, explicar, desenvolverse frente al resto de los compañeros. “Los conozco como a mis hijos y veo cómo se han comprometido con el trabajo y cómo han sorteado las dificultades que tenemos y me siento emocionada y agradecida”, comenta, mientras se sacan fotos y sellan el compromiso de volver a Chapadmalal en el 2015.