GÉNERO Y SEXUALIDAD COMO DIMENSIONES POLÍTICAS Peligrosamente indisciplinada
Melina Romero ha despertado un signo de pregunta social, donde las condiciones de desprotección y la vulnerabilidad se visibilizan y nuestras certezas se ponen en jaque, o por lo menos algunas de ellas. Entonces, algunos se preguntan: ¿Qué responsabilidades tienen las mujeres en los actos de violación, abuso y feminicido? ¿Qué debemos hacer con las/los “desviadas/os”? ¿La sexualidad es de orden moral y privado o algo público y político? ¿Hay diferentes tipos de víctimas: buenas y malas?
“Yo la vi a melina ayer en el micro,
Me la cruce hoy en la radio,
Y dormiré con ella hoy.
Acá, van a tener que matarnos a todos”
Fragmento de “Melina merecía morir” de Juan Salvador Delu
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(Agencia/ Marianela García) La convicción de que una mujer no puede poner condiciones en la negociación de las relaciones sexuales, la privatización de la sexualidad asociada al orden moral y su desvinculación con un acto político, y la relativización de las víctimas a través de una tabla clasificatoria de “buenos” y “malos”, son algunos de los ejes que atraviesan el imaginario social y que nos posicionan en un marco de tensión interpretativo que nos lleva a revisar nuestras propias prácticas. Reproducirlas o transformarlas es parte del desafío.
Las víctimas son víctimas siempre, son eso sin más que decir al respecto. ¿Por qué entonces nos encontramos justificando a las víctimas, cargándolas de atributos considerados “positivos” para diferenciarlos de otras que no los tienen? ¿Qué estamos diciendo cuando aseguramos que tal o cual NO era un delincuente, NO era una “chica fácil”, NO militaba en un partido político? ¿Estamos diciendo que, en caso de que estas condiciones existieran, podrían habilitar la tortura en cualquiera de sus manifestaciones y la crueldad aplicada sobre el cuerpo hasta la muerte?
Pensar estos imaginarios que parecen trazar una frontera entre los que están adentro y los que están afuera, los que merecen morir y los que no, se nos imponepor medida de fuerza cuando la opinión pública nos impulsa a posicionarnos en algún lado reconocible, registrable, medible. Entonces, algunos medios optan por abordar la vida “ni-ni”de Melina. La desarrollan, la estiran como un chicle para teñir de lógica o coherencia su asesinato. La categoría jóvenes “ni-ni” resulta una fórmula efectiva para esto, porque permite que el imaginario social los ubique rápidamente en un marco de valores, capacidades y posibilidades comunes. Para ello, la lógica “ni, ni” denuncia una elección particular de estos jóvenes: los sin trabajo y sin estudios. Es la voluntad personal de estos actores la que los condiciona a ser lo “peligroso” para la sociedad, desconociendo, que “no hay decisión subjetiva que no se tome en el marco de las condiciones sociales en las que cada sujeto se inserta”, tal como señalan María del Carmen Feijoó y Leandro Bottinelli en un artículo publicado en el suplemento de Le Monde Diplomatique.
Es esta fórmula “ni-ni” propuesta por Clarín en su nota “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”, la que funciona como objetor de la victimización de la joven. “La vida de Melina Romero, de 17 años, no tiene rumbo. Hija de padres separados, dejó de estudiar hace dos años y desde entonces nunca trabajó”, detalla la nota tejiendo, además, una necesariedad al estilo causa-efecto con su asesinato. Así es como Melina no es considerada como una buena víctima, como señala la abogada Ileana Arduino en su nota “La mala víctima” publicada en Revista Anfibia. Entonces la nota nos genera preguntas: ¿Por qué hay buenas y malas víctimas?, ¿Hay víctimas que sirven y otras que no? ¿Por qué hay víctimas que nos tensionan, que ponemos en banderas y estandartes y víctimas que nunca pronunciamos, ni conocemos?
Mujer
Melina Romero es víctima. Además, es mujer. Ser mujer implica una serie de estatutos, doxas -como sostiene Bourdieu-, que se presentan como naturales a la condición femenina. Ser mujer no sólo define lo que se debe ser, sino, también, lo que no; establece límites. “Las mujeres son provocativas”/ “Las mujeres no pueden decidir en las relaciones sexuales”. ¿Por qué?
Una investigación publicada por Unicef Argentina* en 2001 ya señalaba que en muchos casos no es la falta de conocimiento o información la que impide a las jóvenes sostener una conducta de autocuidado y prevención, sino el pudor y la convicción de que una mujer no puede poner condiciones en la negociación de las relaciones sexuales.
El estudio hace foco en que “allí donde dos personas tienen responsabilidad respecto de la vida y su mutuo cuidado, la total decisión sobre el uso de medios de protección de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados recae sobre una de ellas debido a la fuerza con que se inscriben las imágenes de género en nuestras vidas”.
Entonces, si las mujeres no pueden decidir los métodos anticonceptivos, ¿tienen posibilidades de decidir cuándo tener relaciones sexuales y cuando no? ¿Qué pasa cuando la mujer se niega a tener sexo? En el caso de Melina, aparece la crueldad de la tortura, el abuso y la muerte.
En agosto de este año, fue publicada una investigación sobre jóvenes, relaciones de pareja y malos tratos en el noviazgo, realizada en forma conjunta entre la Asociación Civil Trama – Lazos para el desarrollo y el Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas (IADEPP). El estudio arrojó como resultado que el 40% de los jóvenes varones encuestados (de un corpus de 472 encuestas realizadas en 12 provincias del país) consideró «normal» forzar a sus compañeras a tener relaciones sexuales. Asimismo, la investigación mostró que el 80% de las jóvenes reconocen y rechazan la violencia sexual mientras que en los varones representa un 38%.
Estos imaginarios son los que componen los tejidos de las sociedades que habitamos, donde la mujer no sólo no puede decidir, sino que además no sufre, no siente, ni debe negarse a tener relaciones. Es lo “normal”.
Esta “normalidad” se encuentra profundamente asociada con la mujer-objeto que no puede sentir deseo. La represión del deseo es elemento constitutivo de la mujer. Un gran relato que sostiene esto -aunque no el único- es la Iglesia Católica que ubica al mayor símbolo femenino, María, como “virgen inocente”, es decir: sin sexo y sin deseo.
Dimensión en crecimiento
La cuestión de la violencia de género es ineludible al momento de pensar la sociedad actual que convivimos, transformamos y reproducimos. El programa Jóvenes y Memoria de la CPM, que desafía a los jóvenes apensar los derechos humanos en las escuelas y organizaciones sociales, propone diversas líneas de investigación. La “Violencia de género y trata de personas” ocupa el segundo lugar en los temas más trabajados, alcanzandoun total de 99 proyectos presentados, luego del eje “Discriminación y exclusión social”.
La tendencia a trabajar este tipo de temáticas ha ido creciendoen los últimos años, a un punto tal que desde el Programa se generó un eje específico para su abordaje.
En este sentido, se vislumbra que los jóvenes, como exponentes sociales, están pensando la violencia de género cuando antes esto era asociado sin lugar a discusión a una problemática doméstica. Sin dudas que el mero reflexionar no implica romper con las estructuras dominantes que condicionan el cuerpo de la mujer como trofeo de triunfo patriarcal, o lo destruyen, pero sirve como punto de inflexión para visibilizar que algo allí está sucediendo. Surge una pregunta y al surgir nos demanda una respuesta.
¿Qué podemos hacer ante esta interpelación? Podemos seguir repitiendo fórmulas arcaicas que nos dejen en un lugar “seguro”, plenamente definido, que mantenga el status quo. O podemos intervenir, desde el accionar comunitario y con la responsabilidad profesional que conlleva la comunicación mediática, para desarticular aquellosdiscursos opresores que apuntan a pensar, como dice el escritor Juan Salvador, que Melina merecía morir.
*Geldstein, R. N., & Pantelides, E. A. (2001). Riesgo reproductivo en la adolescencia: desigualdad social y asimetría de género. Unicef Oficina de Argentina.
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OPINIÓN: Melina/Melinas (Por Dora Barrancos, miembro de la CPM)
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