LA EXPERIENCIA EN OLAVARRIA Payamédicos: doctores de la emoción
Los 22 payamédicos olavarrienses se presentan en el ámbito hospitalario con el fin de empoderar a las personas con problemas de salud. Siendo un complemento de la medicina biológica, realizan intervenciones escénico-terapéuticas con una ética, estética y deontología propia.
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(AC/ FACSO) Acompañar a los pacientes en un hospital vestido con moños flúor, pelucas coloridas, narices rojas, sombreros extravagantes, voces chillonas y zapatos coloridos, tal como lo realizan los payamédicos, era impensado en la década del ’70. En ese entonces una parte de la atención de la medicina biomédica se volvió hipertecnológica, se deshumanizó, muchos códigos hospitalarios se burocratizaron y la unidad persona-paciente, se desarmó. «La mirada dirigida excesivamente al cuerpo produce un movimiento de reacción que se llama humanidades médicas. Los mismos profesionales de la medicina se dan cuenta de que hay una cantidad de aspectos prácticos de la profesión que no ayudan a curar sino que son más enfermantes todavía. A partir de ahí hay muchas cosas que son complementarias de la medicina, los payamédicos son una variante», explica el director del departamento de Humanismo Médico y Bioética, Dr. en Antropología Social Marcelo Sarlingo.
La Escuela de Ciencias de la Salud apunta a formar un profesional médico que considere la integridad biológica, psicológica, social y cultural del paciente. Coherente con esa perspectiva, un grupo de estudiantes acercó al Departamento de Humanismo Médico y Bioética una propuesta: introducir en la medicina con base científica terapias que recuperen otra dimensión de la salud y que contemplen las emociones, sentidos y deseos de la persona hospitalizada. La iniciativa se constituyó en un proyecto de extensión. «El departamento, la Escuela de Salud y la UNICEN, acompañamos un proceso que se generó desde los estudiantes. Sin dudas nuestro departamento cuenta con las herramientas conceptuales idóneas para brindarles a los chicos asesoramiento en su práctica como payas y es por este motivo que estamos tan cerca de este proceso». Resalta el integrante del departamento de Humanismo Médico y Bioética Licenciado en Antropología Social Álvaro Flores, sobre cómo surgieron los payamédicos locales.
«El payamédico ve a la persona no como un paciente, sino como un sujeto deseante. Da lugar al deseo porque entiende que la persona es mucho más que biología. El absurdo es una herramienta que usan, para evadir y construir sentido desde otro lugar, romper estructuras y acercar otro sentido», expone Álvaro Flores. En una escena terapéutica, es válido que paciente y payamédico jueguen con la «multiplicidad del objeto». Esto es que cualquier objeto puede ser otra cosa y no su uso lógico. Así unos anteojos pueden ser usados como un teléfono y una camilla como una alfombra voladora, que los transporte a otra realidad.
También se utilizan recursos psicológicos y artísticos relacionados con el clown, juegos, música, teatro, magia y el arte humorístico en general. La payamédica Soledad Groh (30) es estudiante avanzada en Enfermería y cursa primer año de Medicina. Con lágrimas en sus ojos y la voz áspera por la emoción relata una de las visitas que más atesora. «Jugamos y le regalé una pelotita, de esas que apretás y dan luces de colores. A la vez siguiente, la chica no estaba, había fallecido. La enfermera nos contó que cuando murió tenía la pelotita en su mano y que estaba haciendo lucecitas. Yo recuerdo que con mi compañera Payamédica, le dijimos que cada vez que quisiera estar con nosotros o recordar momentos alegres la apretara», recuerda del último encuentro que tuvo con una jovencita en período de enfermedad terminal.
Las presentaciones escénico-terapéuticas con una ética, estética y deontología propia del payamédico también se encuadran en la consideración científica de que «los estados de tristeza, deprimen el sistema inmunológico. Hoy hay una disciplina (con un nombre muy complejo, que refleja su interdisciplina) que es la psico-neuro-inmuno-endocrinología que estudia las relaciones y que tienen que ver el estado emocional con toda la correlación glandular y la inmunología del paciente», plantea Sarlingo.
La paya-intervención está dirigida al paciente, a los familiares o acompañantes, a los profesionales de la salud y al personal del hospital. Sebastián García, (25) estudiante avanzado en Medicina cuenta que estas visitas son los viernes por la tarde. «Nuestros compañeros de la Facultad van al Hospital como estudiantes de medicina los sábados la mañana; después nos contaron que los pacientes estaban con un buen ánimo y que hablaban sobre las visitas de los Payamédicos. Eso es muy gratificante», relata para acentuar que el humor y la risa pueden estimular una actitud positiva, de esperanza y dar una nueva perspectiva a los problemas.
Para entrar en acción y personalizar la presentación, el payamédico necesita saber el nombre, edad, situación anímica del paciente y su familia y diagnóstico médico por cuestiones de higiene sanitaria. «No llevamos nada creado, sino que surge con el paciente. No vamos a invocarle o imponerle nada, se hace lo que el paciente quiere. Nosotros antes de entrar a la habitación esperamos que el paciente nos habilite. Si el paciente no nos quiere recibir, nos vamos. La habilitación es a partir de una mirada o sonrisa algo que te invite a entrar», aclara Sebastián García.
[pullquote]No vamos a invocarle o imponerle nada, se hace lo que el paciente quiere[/pullquote]
Tanto las intervenciones como el vestuario de los payamédicos cumplen con las normas de bioseguridad de la institución y los resultados de investigaciones hechas en la misma organización de Payamédicos. Así se recomienda que el traje no luzca colores metálicos porque connotan elementos quirúrgicos, ni colores como el rojo y negro por estar asociados con la sangre y la muerte. Las narices de payaso no pueden ser de goma espuma porque trasmiten bacterias. Las pelucas y ‘paya-trajes’ deben esterilizarse con cada visita. «Algunos ‘doctores-payas’ llevan objetos y otros no. Algunos trabajan mucho con la imaginación y otros con los objetos que llevan en el ‘buenetin´, porque no son maletines. Sacás cosas que cumplan con las normas de bioseguridad y no las podés volver a usar en otra habitación», explica Stefania Occhi (24), que cursa sus últimas materias en Medicina.
Los primeros egresados del curso de payamédicos asisten al Hospital de Pediatría Luciano Fortabat y el Hospital Municipal Dr. Héctor Cura. Este año se abrirá otro curso destinado a personas mayores de 18 años con titulo secundario completo. «Pensamos en iniciar una nueva etapa como proyecto por la universidad. Los chicos ven que hay un cambio de actitud emocional y físico en las personas. La idea es hacer una investigación para poder corroborar esto con observación intensiva y afirmarlo mas científicamente», adelanta Álvaro Flores.
La premisa del grupo de profesionales de la salud –y de otros ámbitos- es acompañar, brindar momentos de juego, distensión y buscar desdramatizar una situación angustiante. En espacios pálidos e impolutos, en donde son atendidos los pacientes, suele ser difícil encontrar alegría, pero los payamédicos hacen lo imposible para descubrir risas. Y lo logran.