AUDIENCIA N° 106 “No se tomaba nota de la gravedad de lo que estaba pasando”
La jornada de la fecha se desarrolla con la declaración de Miguel Berenstein, por su secuestro y torturas sufridas en la Brigada de San Justo.
ANDAR en los juicios
(Diario del juicio) Miguel Berenstein fue privado de su libertad la noche del 18 de mayo de 1978, a sus 34 años, cuando estaba a dos cuadras de su domicilio -en Cangallo 818, Ramos Mejía- al regresar de su trabajo. Se desempeñaba como abogado en su estudio en Morón, donde trabajaba con conflictos laborales y penales, aunque en la época inmediatamente anterior al golpe también aceptaba casos donde presentaban hábeas corpus y amparos por la desaparición de personas. “No se tomaba nota de la gravedad de lo que estaba pasando”, destaca. Además, formaba parte del sindicato de Marcos Paz. “Fui interceptado por un vehículo Falcon verde, o parecido, del cual descendieron tres personas que me apuntaron con un arma”, recuerda. “Me metieron en la parte de atrás del auto, en el piso. Viajaban dos personas atrás y dos adelante”. Al momento, tenía una hija de dos días de vida y un hijo de dos años.
Aproximadamente veinte minutos después, llegaron al lugar donde estaría tres meses y que luego supo que se trataba de la Brigada de San Justo. Allí, comenzaron las torturas. “Todo el tiempo estuve solo. Entre las comidas la gente que estaba ahí me mandaba notas, sobre todo Amalia Marrón, y así me fui enterando que había otras personas como el señor Liwski, Jorge Heuman, Atilio Barberán, creo que Aureliano Araujo, el doctor Petruch”, afirma.
El día de su blanqueamiento, lo movilizaron por la madrugada. “Me dejaron atado (de pies y manos) en un árbol de una plaza, sentado en el piso y tabicado, por supuesto. Hicieron toda una puesta en escena, se llegó a martillar armas, como si fueran a hacer algo más que dejarme ahí”, cuenta. Pasados unos minutos, llegó la policía y lo trasladaron a una comisaría de San Justo. “Ahí me encerraron en una celda. Estuve por lo menos tres o cuatro días solo y después me pasaron a una celda con presos comunes que estaban por delitos menores”, sostiene. Recuerda que una noche lo llevaron al despacho del comisario, que le ofreció comida y le dijo: “Nosotros acá somos un lugar de paso, no tenemos nada que ver con usted” y que el motivo por el que había sido detenido era por “enfrentamiento de bandas subversivas. Usted sabe mejor que yo. Lo trajimos acá pero está a disposición del Primer Cuerpo de Ejército, del Tribunal de Guerra. Más no le puedo decir porque nosotros cumplimos esa función de tránsito”.
Un mes después, lo trasladaron a la cárcel de Villa Devoto, donde pudo tomar contacto con su familia por primera vez desde su secuestro. “Era un pabellón chico donde estaban otros compañeros que habían estado en la Brigada (…). Ahí nos encontramos y contamos nuestras historias”, sostiene. Antes de fin de año lo hicieron declarar en el Tribunal de Guerra N° 1, de Palermo. “Me llevaron esposado de manos y pies con cadenas, caminando como caminan los presos (…). Me tomaron declaración, me dijeron que estaba acusado de actividades subversivas en base a pruebas que ellos se reservaban, que eran pruebas secretas y bajo la égida del Código de Justicia Militar”, recuerda. Su defensor, asignado por sus captores, “no me dio ni cinco de bola. Me dijo: ‘usted declare, es abogado, sabe lo que tiene que decir’”, afirma. Luego de presentar su defensa y de volver a la cárcel de Devoto, supo que el Tribunal se había declarado incompetente y que su caso pasaba a la justicia federal.
Su detención terminó el 24 de abril de 1979. Comenta que, al no estar a disposición del Poder Ejecutivo, pudo ir directo a su domicilio. Relata que lo liberaron a las doce de la noche con un bulto de ropa y que iba con miedo porque “había voces de que se llevaban gente a la salida, cuando liberaban”. A pesar de no tener dinero, un taxi lo llevó hasta la estación de trenes y desde allí volvió a Ramos Mejía, donde se reencontró con su familia después de un año.
Al ser consultado por los nombres de los carceleros, indica que estuvo tabicado todo el tiempo y que no pudo ver a nadie pero recuerda la presencia de dos: “El Víbora” y “King Kong”.
Como secuelas, comenta que hay días en los que la pérdida de memoria se hace notar con más fuerza, sin poder recordar, por ejemplo, lo que comió al mediodía o la cara de sus vecinos. “Agradezco que me hayan convocado, que me hayan tenido en cuenta a pesar del tiempo que pasó. Tal vez no sea lo mío lo más importante, pero traté de aportar lo que efectivamente me pasó, nada más”, concluye.
La próxima jornada del debate oral y público será el 6 de junio de forma virtual.
*Por Agustina López y Sofía Paula Sánchez para Diario del juicio. 30 de mayo de 2023, https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1584″