A 38 AÑOS DE LA NOCHE DE LOS LÁPICES No es verdad que los secuestraron por el boleto
ANDAR entre memorias
Por Sandra Raggio*
Pasan los años y cada 16 de septiembre se vuelve a contar la historia que se construyó hace casi treinta: a los estudiantes secundarios de La Plata los desaparecieron por luchar por el boleto secundario. Sólo para dar cuenta de esto basta citar la sesión de la Cámara de Diputados de la provincia del pasado miércoles 10 de septiembre, cuando se aprobó el Boleto Educativo. La secuencia que se construye es simple: los estudiantes reclaman por el boleto que la dictadura quita, se manifiestan y a partir de allí comienza la cacería.
Es bastante razonable que así se haya narrado en la inmediata post dictadura. En plena transición era imperioso deslegitimar al régimen militar y lograr el mayor consenso para su rechazo. La democracia naciente lo reclamaba, debía ser capaz de seducir a una sociedad que había atravesado varios fracasos, que iban desde la derrota de los proyectos revolucionarios a la profunda debacle del proyecto autoritario de la dictadura. Así, el régimen democrático se presentaba como el justo medio: ni tanto ni tan poco.
La construcción de relatos sobre el pasado fue sin duda un recurso simbólico muy potente. Pero, ¿qué contar y cómo contarlo? La Noche de los Lápices se constituyó como un acontecimiento-emblema que permitía narrar los hechos ajustada a una idea de la política restringida a las posibilidades de esa democracia. En este sentido, podía admitir que estudiantes secundarios reclamaran por el boleto, pero no que tuvieran aspiraciones revolucionarias. Y la violencia desde el estado que debía rechazar de plano era contra las “víctimas inocentes”, pues, en cuanto a la ejercida contra la violencia revolucionaria se trataba de cuestionar métodos y proporciones, pero no objetivos. Eludiendo ambos “extremos” el relato fue muy eficaz: provocó una fuerte empatía de amplios sectores de la sociedad con las víctimas y afianzó el repudio a la dictadura en tanto reveló su crueldad.
Pero los “chicos de la noche de los lápices” no fueron secuestrados por el boleto, sino porque eran militantes políticos enmarcados en organizaciones revolucionarias. Militaban en la UES que era una organización de Montoneros. Pero lo relevante no es esta información sino preguntarse acerca de las razones por las cuales se los sigue narrando como hace casi 30 años. Tal vez la explicación radique en que la política, a pesar de las nuevas retóricas, no haya podido superar los límites con los que nació de la dictadura en los ochenta, midiendo las promesas y abdicando de la capacidad de inventar nuevos deseos y ampliar los límites de lo posible.
Dice Reinhart Koselleck que la memoria trabaja el pasado en el presente creando para la experiencia nuevos horizontes de expectativas, tal vez sea tiempo de renovar los relatos, o más bien, de generar nuevas expectativas. Porque la memoria de Horacio, de Claudia, de María Clara, de Pancho, de Daniel, de Claudio, reclaman algo más que el boleto secundario.
*Directora general Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires