Nazareno y Agustín: un año sin justicia
Agustín Curbelo y Nazareno Vargas fueron acribillados en la localidad de Merlo y las balas coinciden con el calibre utilizado por la policía. Mariana Sánchez, mamá de Nazareno, sospechó desde el primer momento de la participación de la Bonaerense en el crimen, que a los jóvenes le plantaron una mochila para que la versión policial tenga sentido, que los testigos no hablan por miedo. Un año después, la investigación judicial avanzó poco, casi nada. “No quiero otra madre en mi lugar, no quiero que nadie llore abrazada a la ropa de su hijo”.
ANDAR en Merlo
(Agencia Andar) A un año de la muerte de Nazareno y Agustín, los familiares y amigos sienten que están como al principio de las cosas: la investigación, a cargo del fiscal Matías Rappazzo de la UFI 7 de Morón, no tuvo ningún avance significativo para hallar algo de justicia. “Un año después estamos como al principio, la causa sigue sin instrucción, la policía que podría estar implicada sigue dirigiendo la investigación, las medidas de prueba no están, los testigos tampoco. Todo es muy lento, todas estas demoras le siguen dando ventaja a los culpables para garantizarse la impunidad”, resume Mariana Sánchez.
El 30 de julio de 2017, Agustín y Nazareno fueron acribillados en el cruce de las calles Garay y Navarro, Merlo, cuando circulaban en moto. En la escena del crimen, se encontraron 11 vainas 9 mm, el calibre de las armas reglamentarias de la Policía Bonaerense. De los 11 disparos, 9 dieron en el cuerpo de los jóvenes: cuatro en Nazareno, 5 en Agustín. Uno murió en el acto, otro antes de que llegara la ambulancia.
“Fueron todos disparos en movimiento, todas las heridas son el tórax, entre la cintura y el cuello, y sólo erraron dos tiros. Esa precisión para matar tiene que ser de alguien instruido para disparar, nunca dudamos de eso, lo advertimos desde el primer día. Ahora, la misma policía de Merlo nos dicen que ellos no descartan que haya sido un agente de las fuerzas de seguridad, pero la verdad es que nunca hicieron nada para investigar esa hipótesis”, cuenta Mariana.
Los familiares y amigos de los chicos siguen sosteniendo que se trata de un caso de gatillo fácil. Las irregularidades en la investigación, las dilaciones judiciales, las hipótesis contradictorias y el hostigamiento policial contra la familia es una norma que se repite en cada caso donde la policía está involucrada. Estas irregularidades fueron planteadas por la familia de Nazareno desde el primer día.
En la madrugada del 30 de julio, efectivos de la Comisaría 1° de Merlo son los primeros en llegar al lugar y toman el control de la escena del crimen. Encuentran una mochila que contenía unas caretas y una picana casera; alrededor de ese elemento de prueba se construye la versión policial: Nazareno y Agustín eran dos motochorros que venían aterrorizando al barrio y los asesinan cuando escapaban de robar esa mochila. A pesar de que los jóvenes tenían identificación, a los familiares les avisan 8 horas después. El fiscal llega tarde al lugar y recién ordena las primeras medidas de prueba al día siguiente.
Para las familias de los chicos, esa mochila fue plantada para hacerlos pasar por ladrones. “Recién el lunes, un joven se acerca a hacer la denuncia por el robo de la mochila porque dice que la reconoció en las fotos de los medios. El otro va a la comisaría un día después y dice que le habían robado el celular, ese teléfono nunca apareció. Nos dijeron que el robo está filmado por las cámaras pero ese material no aparecen. Y en todas las cámaras, cerca del lugar, no se ve nada”, dice Mariana. Frente a estas contradicciones, la familia de Nazareno pidió que los chicos vuelvan a declarar; sin embargo, el fiscal les negó el pedido porque entendía que no había relación directa entre un hecho y el otro.
“La instrucción no avanza, la pericia balística a las armas reglamentarias de los policías de Merlo se ordenó más de un mes después del crimen y todavía no está terminada. Los vecinos recién serán llamados a declarar en fiscalía la semana que viene. Y ahora la misma Policía Bonaerense, que nosotros pedimos desde el primer momento que sea apartada de la investigación, pidió que sea otra fuerza la que siga investigando”, cuenta Mariana. Las dudas sobre la investigación se amontonan y los magros resultados parecen confirmar el temor de las familias.
A casi un año de la muerte de Nazareno, Mariana recuerda aquellos primeros días en los que no sabía qué hacer, cómo reaccionar. Recuerda también que fue ella, con los amigos de Nazareno, a hablar con los vecinos: “sólo una mujer nos dijo que había escuchado todo, que era imposible que nadie haya visto nada pero que no hablan por miedo. Confío que, en algún momento, alguien va a hablar”, se esperanza.
Mientras tanto, Mariana sigue en la calle, marcha, se encuentran con otras madres, acompaña otras luchas. “No vamos a parar hasta que no tengamos un poquito de justicia. Digo un poquito porque nada nos devuelve a Naza”. Mariana también dice que estar en la calle te da otra visión que encerrada en el dolor de tu casa no aprendés: “Te vas encontrando con otras víctimas, te solidarizás con esos casos y en un momento te das cuenta que la lucha es una sola. El enemigo está afuera y es más fuerte porque tiene las armas y, muchas veces, los tribunales. Pero nosotros también vamos construyendo, en la organización, nuestras propias armas”.
Este lunes, a un año de impunidad, familiares y amigos se reúnen a las 10 horas en la casa de Nazareno (Güemes y Braille, Merlo oeste) para marchar hasta la comisaría 1° de Merlo donde se hará el acto de justicia por Agustín y Naza. La movilización termina en Garay y Navarro, el lugar donde los jóvenes fueron asesinados.