“Mi hijo representa a los invisibles”
Brian Núñez está preso desde 2009. Esta semana fue testigo de cómo la Justicia condenó a los penitenciarios que lo torturaron en 2011. El TOC 1 de San Martín sentenció a tres de ellos a penas de entre 8 y 9 años de prisión. Su mamá, Liliana Valenzuela, hoy afirma que para Brian “salió el sol luego de tanta oscuridad”. ANDAR la entrevistó para conocer su historia que encarna una dura batalla que se inició hace 4 años para frenar una práctica de crueldad dentro de los muros y terminó con la primera condena a miembros del Servicio Penitenciario Federal.
Foto: Facundo Nívolo (Cosecha roja)
Andar en las cárceles
(Agencia) Hace 4 años a Brian Núñez lo torturaron en la Unidad Penal de Marcos Paz. Fue el 16 de julio de 2011, un día después de que cumpliera 20 años. Hacía un año y medio que estaba detenido. Y justo ese día jugaba Argentina en la Copa América. Ese sábado era día de visitas en el penal y el personal festejaba el día del Servicio Penitenciario. Los carceleros habían prometido a los chicos del pabellón ver el partido de fútbol mientras ellos comían un asadito. La visita fue suspendida antes por el partido y Liliana, que tomaba unos mates con Brian, tuvo que irse antes. Estaba contenta porque sabía que a los pibes ver fútbol, los distiende y les hace bien. “Un rato antes, cuando salí de la visita, pude ver que los del servicio estaban tomando alcohol”. Eso la intranquilizó. Cuando los familiares se retiraron de las instalaciones todo se dispuso para el gran momento futbolístico, pero algo pasó: Juan Pablo Martínez (jefe de turno del Módulo 5 del Complejo Penitenciario Federal para Jóvenes Adultos), Víctor Guillermo Meza y Roberto Cóceres cambiaron de parecer.
“No los dejaron ver el partido y comenzaron a discutir con Brian. Después se lo llevaron sólo a él a la rastra de su celda a un cuartito que es donde de día atienden los psicólogos. Lo esposaron de una mano y le gritaban ¡Al jefe no se le contesta, se le respeta!”
Los chicos del pabellón comenzaron a gritar que lo soltaran, que pararan. El celador del pabellón, Ede Martín Vallejos -que luego se atrevió a confesar en el juicio lo sucedido ese día- se encargó de encerrarlos en las celdas. Comenzaron para Brian los insultos, los verdugueos, los empujones.
“Brian reaccionó. Con su mano suelta golpeó al jefe. Martínez no dudó y los demás lo imitaron. Patadas, golpes de puño, botinazos y más patadas. A Brian lo arrastraron, ya esposado de ambas manos, a otro espacio más lejano. Los testigos contaron lo tremendo de los gritos. Lo esposaron en posición chanchito (manos esposadas, pies esposados y ambos unidos entre sí, muy típico de cómo los militares ataban y torturaban a los detenidos desaparecidos durante la última dictadura), y fue duramente golpeado. Le desfiguraron la cara, le rompieron un tímpano, le fracturaron las manos, golpearon sus plantas de pie con el patapata y le quebraron algunos dedos de los pies y los nudillos de las manos. Lo patearon tanto que le quebraron las dos piernas”.
Según lo que declaró el mismo Brian Núñez en el juicio, lo torturaron cuatro horas y media. Los penitenciarios tomaban descanso entre embestida y embestida. “Juan Pablo Martínez ordenaba ‘descansen, sigan. Descansen, sigan’. Parecía que gozaban, fumaban y le apagaban los cigarrillos en las heridas de las piernas. Todavía tiene las marcas”, relata Liliana.
“Yo estaba inquieta en mi casa. Me extrañaba que después de ese sábado no me llamara. Él tenía tarjeta y lo hacía siempre. Me enteré gracias al llamado de uno de los chicos que compartía celda con Brian. Me llamó y me dijo que Brian se había caído en el baño y que se había quebrado las piernas. Que lo habían trasladado al hospital de la Unidad N° 2 de Marcos Paz, a unas 60 cuadras de donde estaban. “Yo les pedí que no se metieran con él, señora, pero no pudimos hacer nada’, me dijo en un momento. Cuando escuché eso pensé ‘ya está’. Ahí supe que le había pasado algo grave. Cuando llegué al otro día no me dejaron ingresar, decían que no era día de visita. Me quedé sentada horas para ver si me dejaban ingresar pero no pude. El primo hermano de Martínez atendía en ese lugar. Andaba con un papel y me pedía que se lo firmara. En el papel decía que yo certificaba que a mi hijo lo estaban atendiendo bien, que estaba en buen estado. Yo me negué a firmar, mucho menos sin antes verlo. Cuando lo trajeron y vi a mi hijo sentí que me moría. Estaba todo destrozado, hinchado, los ojos inyectados en sangre, la boca y la nariz desfiguradas. Era un despojo. Muchas veces yo me había aguantado en silencio verlo con ojos negros de moretones, con golpes, o rengo. Antes cuando estuvo en Ezeiza y luego en Marcos Paz. Pero ese día, en las condiciones en que lo encontré, no. No me iba a callar más. Como mamá no me iba a quedar esperando que me lo mataran. Ellos, los que manejan la Procuración, tenían que saber, parar eso que estaba pasando. No podía ni caminar”.
Desde su celular, ese día llamó a la Procuración Penitenciaria e hizo la denuncia. Luego caminó más de 80 cuadras por los campos de Marcos Paz para entender lo que estaba viviendo. A los días fue a verlo con un médico legista y logró que lo trasladaran a un hospital público. “Después denuncié lo sucedido en el Comité contra la tortura de la CPM. Ahí me recibió hasta Adolfo Pérez Esquivel. Me ayudaron y me asesoraron para llevar adelante este proceso”. Desde el Comité se comunicaron con el director del Servicio Penitenciario Federal Víctor Hortel, le mandaron fotos de cómo estaba Brian, se realizaron varias presentaciones judiciales.
La Procuración Penitenciaria tomó cartas en el asunto y habilitó la investigación. Actualmente, mantiene el rol de querellante en 28 causas donde se encuentran comprometida la actuación de funcionarios y agentes penitenciarios pertenecientes a la fuerza de seguridad federal, y éste caso es el primero que llega a instancias de debate oral.
“Para mi hijo hoy con esta condena salió el sol, porque él vivía en la oscuridad, en el miedo. Si Dios quiere a fin de año va a volver a estar sentado en la mesa con la familia. Yo estoy muy feliz por la sentencia. Amanecí pensando en todos estos años, la sensación de sentir un poco de justicia fue muy fuerte”.
“Yo le diría a las familias, a las madres y a los padres de otros jóvenes que están privados de su libertad y que hayan sido mal tratados o torturados por el servicio penitenciario, que denuncien. Que no se queden callados, que no se dejen pisotear por el sistema carcelario. Uno deja pasar muchísimas cosas para no tengan problemas ahí adentro. Mi hijo sobrevivió, pudo contar lo que le hicieron para que esto salga a la luz, para frenarlos. Mi hijo de alguna manera representa a esos que hoy no están, a los invisibles. Y también a los que están adentro y son humillados. A las madres sólo les puedo decir que tengan la fuerza y que luchen, porque el Estado tiene sus responsabilidades y tiene que responder”.
Juan Pablo Martínez, Roberto Fernando Cóceres y Víctor Guillermo Meza, quienes torturaron a Brian, fueron condenados. A Juan José Mancel le dieron dos años de prisión en suspenso por encubrimiento. A Martín Vallejos, Javier Enrique Andrada y Juan Fernando Moriñigo los absolvieron. El tribunal inhabilitó a los penitenciarios condenados a ejercer cargos públicos. El 30 de junio se conocerán los fundamentos.