LA MAYOR DE TRES HERMANOS APROPIADOS DURANTE 7 AÑOS María Ramírez: “Hoy vengo a poner luz al infierno que vivimos en el Hogar de Belén”
En una nueva jornada del juicio por el secuestro, apropiación, torturas y abusos sobre los hermanos Ramírez y el asesinato de su madre Vicenta Orrego Mesa y de otras cinco personas, este lunes 11 de abril declaró ante los jueces José Michilini, Andrés Basso y Nelson Jarazo, del TOF 1 de La Plata, María Ester Ramírez, la mayor de los tres hermanos y que con 49 años hoy elige “apostar la vida para alcanzar la justicia y la verdad. Después de 7 años de cautiverio y de dolor salí del infierno convertida en cenizas… pero de las cenizas me levanto para decir: No, nunca más. Esto no puede volver a pasar a nuestro pueblo”. La próxima jornada del debate será el 25 de abril desde las 12 hs.
ANDAR en los juicios
(Agencia) Desde Suecia, país en el que vive desde 1983 cuando se reencontró con su padre, María Ester Ramírez acaba de vivir uno de los días más importantes de su vida, una bisagra, un momento de luz frente a aquel infierno que padeció junto a sus hermanos Carlos y Mariano, menores que ella, durante 7 años en el nefasto Hogar de Belén de Banfield.
El infierno siempre se cuela en el presente, y por eso ella trabaja día tras día en busca de la felicidad, la paz y el amor, al mismo tiempo que reclama justicia y verdad por los crímenes de lesa humanidad que ella y su familia padecieron durante la última dictadura. “Hoy tengo 49 años y al fin llegó este día”, dice emocionada frente a su computadora portátil, desde su casa en el país europeo y con la escucha atenta de los jueces del TOF 1 de La Plata.
Su testimonio se realiza a poco más de un mes de iniciado el juicio en el que se ventilan los delitos de homicidio agravado, sustracción, retención u ocultamiento de menores de 10 años y supresión de estado civil de menores. Con más de 66 testigos previstos, el debate se extendería hasta fines de año en caso de mantenerse las jornadas quincenales.
Cabe destacar que llegan sólo 9 imputados, ya que otros 10 murieron y tres fueron sacados del proceso por incapacidad sobreviniente. En torno al caso de los hermanos Alejandro, María Ester y Carlos Ramírez, sólo estará sentada entre los imputados la ex secretaria del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, Nora Susana Pellicer, quien cumplió un rol secundario en la supresión de identidad de los niños y la niña.
Son dos causas penales las que se unificaron para este juicio: la que se conoce como “operativos” e investiga un procedimiento realizado en conjunto por el Ejército y la policía bonaerense el 15 marzo de 1977, en el barrio San José de la localidad de Almirante Brown, que terminó con la muerte de Florencia Ruibal, José Luis Alvarenga y Vicenta Orrego Meza de Ramírez, la madre de los niños apropiados. Al día siguiente las mismas fuerzas asesinaron a otras tres personas en Lavallol.
La otra causa es la que se conoce como “Hogar de Belén” y contempla justamente la apropiación y sustracción de identidad de los niños Alejandro, María Ester y Carlos Ramírez (de 2, 4 y 5 años respectivamente en marzo de 1977) luego de la ejecución de su madre en el operativo de fuerzas conjuntas realizado en la localidad de San José.
“Por segunda vez en un año nos despertaron con un violento operativo, con disparos contra la casa y personas entrando por todas partes. Fue terrorífico, así como en la primera ocasión que se habían llevado a papá. Todavía recuerdo ese largo y fuerte abrazo que nos dio mamá junto a una de las ventanas de la casa, y nos dijo: ‘Los quiero muchísimo. Cuídense entre ustedes’. Salimos por la ventana y durante un rato se oyeron más disparos. Mamá nos salvó la vida, y desde aquel momento se convirtió en mi ángel que me ayudó a sobrevivir el infierno”, describe María al comienzo de su relato.
El infierno fue, para ella y para el resto de los niños que por allí pasaron, el Hogar de Belén de Banfield, un centro de menores vinculado a la parroquia del barrio y a disposición del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora que, durante casi 7 años, impidió que los familiares –su padre y una hermana de éste- conocieran el paradero de los niños a pesar de las incesantes averiguaciones para dar con ellos.
Vinculados a las fuerzas militares de la zona y a la iglesia, el matrimonio de Manuel y Dominga se encargaba de quitar de la memoria y de los sentimientos de las niñas y niños aquellos recuerdos de sus padres que, desde el relato de los apropiadores, los habían abandonado.
“Con todo el odio posible nos decían que éramos hijos del diablo y que no volveríamos a ver a nuestros padres. Todos aquellos años del encierro fueron de terror, padecimos la tortura, el silencio forzado, el hambre, violaciones y cualquier tipo de violencia implementada para rompernos y quebrarnos”, cuenta la testigo.
Los obligaban a llamar papá y mamá a Manuel y a Dominga; no podía conversar entre los niños y sólo debían acatar las órdenes del matrimonio; en cuanto a la vestimenta, los domingos eran el día que, como muñequitos, los cambiaban y peinaban puntillosamente para asistir a la misa y al regresar también volvían los golpes y malos tratos; los bañaban con agua fría por las mañanas, y los obligaban a realizar la mayoría de las tareas domésticas, sin recibir nunca el menor gesto de cariño y humanidad.
Según María Ester, “éramos basura para ellos, y hacían cualquier cosa con nosotros. Carina, que era la más grande y desarrollada, era llamada ‘La culona’ por Manuel. Y un día que volví de la escuela la encontré limpiando el piso de la entrada, pero algo terrorífico parecía haberle ocurrido. No se podía mover del dolor. No podía imaginar qué había pasado, pero cuando me tocó a mí la violación por parte del monstruo Manuel pude comprender el dolor de Carina. Dominga sabía de todas estas violaciones, pero incluso se enojaba con nosotros cuando éramos violados”.
Respecto a Carina, recuerda que murió sin conocer la libertad, presa en el infierno del Hogar de Belén y víctima de un presunto cáncer cerebral que María Ramírez duda sobre su veracidad: “Quisiera que algún día se investigue su historia, que se le realicen estudios de ADN a sus restos, porque no creo en la historia construida por ellos”.
Al recordar a otro de los niños con los que compartió cautiverio, mencionó a Sebastián, que en aquel tiempo del Hogar era Alberto. Se reencontraron en Córdoba muchos años después de recuperada la libertad, y María Ester fue a la cita acompañada de su marido. “Fue muy fuerte, nos sentamos frente a frente y nos miramos mucho tiempo sin decir palabra, sólo mirándonos a los ojos. Entonces mi compañero dijo: ‘¿Pero qué raro, por qué no hablan ustedes?’ Y le dije que efectivamente estábamos hablando, desde el silencio y con los ojos, pero estábamos hablando, porque aprendimos a hablar desde el silencio”, explicó.
Las heridas y los dolores padecidos durante aquellos interminables 7 años la acompañaron casi toda su vida. Así fue que en 1983, antes de salir del infierno, Manuel la amenazó de muerte: “Si hablás sobre todo este tiempo, te vamos a matar, estés en Suecia o donde sea. Tenemos gente en todo el mundo”.
“Él sabía que yo podría hablar, porque no me rompieron del todo. También me dijo que mi papá me llevaría a Suecia pero que en realidad no era mi padre, y que él me violaría y además me vendería a otros hombres. Como yo no tenía recuerdos de mi padre, me fue muy difícil distinguir entre la mentira y la verdad. Durante 7 años, en mi casa con mi papá en Suecia estuve durmiendo con un cuchillo debajo de mi almohada por si venía a aprovecharse de mí”, agregó.
A los 16 años, ya en el colegio secundario, María Ester descubrió el poder de la literatura con dos obras clásicas: la Divina Comedia, de Dante Alighieri, y La Odisea, del poeta griego Homero: “Estos libros me abrieron un camino en el que volví a elegir la vida. Volvió la conexión con mi mamá. Es divino encontrar libros que pueden tocar el interior de uno y animarlo a vivir”.
Ya a sus 25 años llegó el placer por la pintura. Comenzó a cursar en una escuela de arte. Estaba muy contenta, al fin un poco de alegría. Pintaba todos los días. Pero allí también aparecería el infierno para atraparla nuevamente: el Hogar de Belén emergería de las figuras y representaciones simbólicas de la joven artista que, desde allí, pudo comenzar a hablar del terror vivido.
Incluso la pintura sirvió para que pudiera dialogar y poner en palabras las historias de vida con sus hermanos y su padre respecto a todo aquello que les daba vergüenza del Hogar de Belén.
“Aún seguimos sufriendo las secuelas porque estamos condenados de por vida por lo que nos ha pasado, pero nuestro deseo es que haya justicia, claridad y un punto en este capítulo para poder continuar con el próximo de nuestras vidas. Gracias al amor de mi mamá Vicenta hoy puedo combatir contra los demonios y las mentiras. Y, a pesar de todo, he podido formar una familia, tengo un hermoso hijo y un compañero. El amor venció al odio, y tengo mi tesoro, mi hijo, que empezó a jugar al fútbol. Me encanta verlo feliz, con sueños, con sus ganas de ser como Messi. Hacemos muchas cosas juntos”, dijo emocionada María Ester.
“Desde hoy cae el muro interior que había en mí y aparece la libertad. Quiero vivir una vida digna y no seguir sobreviviendo. También quiero agradecer el amor y la entrega de nuestro padre, que siempre ha sido fundamental para nuestra recuperación. Logré salir del infierno convertida en cenizas… pero de las cenizas me levanto para decir: No, nunca más. Esto no puede volver a pasar a nuestro pueblo”, concluyó la testigo.
Al finalizar el testimonio se proyectaron imágenes de sus cuadros en los que aparecen reminiscencias y referencias de aquel pasado terrorífico en el Hogar Belén.
Cabe aclarar que la próxima jornada del juicio se llevará a cabo el 25 de abril desde las 12.