Magdalena: las pericias que reconstruyen la masacre
En la última semana declararon frente al tribunal integrado por Isabel Martiarena, Ezequiel Medrano y Carmen Palacios Arias los peritos que intervinieron tras el incendio en la Unidad 28 de Magdalena. Bomberos, autopsiantes, ingenieros e investigadores de distintas disciplinas testimoniaron sobre los informes periciales que constan en la causa.
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Negro de humo, monóxido de carbono, ácido cianhídrico fueron los términos que más se escucharon entre las declaraciones de los peritos que asistieron a las audiencias a testimoniar sobre los informes que realizaron tras la Masacre de Magdalena.
La represión
De acuerdo a los informes periciales se recogieron más de 20 vainas servidas del pabellón siniestrado. Algunas fueron levantadas por peritos policiales y el resto por el perito balístico de la suprema corte de justicia. Los lugares de donde fueron levantadas indicaron el recorrido de un tirador disparando a la largo de las camas del pabellón a pesar de que la advertencia en las cajas de cartuchos recogidas indicaba no disparar a menos de 10 metros porque podía ser letal.
“No sé si (el pabellón) era de 9 x 30 metros, pero disparar ahí 24 veces en poco tiempo, tanta cantidad de disparos es algo abusivo (…) No sé si era común esa manera de reprimir, porque leyendo los testimonios de los internos ya sabían que se tenían que poner detrás de los gabinetes o levantar los colchones. Por ahí un exceso de represión llevó a que quieran prender fuego”, declaró el Ingeniero Alfredo Gardés, encargado de juntar todas las pericias para realizar una reconstrucción 3D de los hechos.
El fuego
Los bomberos explicaron que el incendio tiene una fase inicial, que es el aporte de una fuente de energía a un material combustible, ése material aumenta su temperatura hasta que se inicia la llama y se empieza a propagar por transmisión de calor y/o contacto con la llama directa. El fuego va in crescendo mientras tenga oxigeno para alimentarse y a medida que se desarrolla se empieza a generar una capa de humos que puede llegar a los 500 o 600º. Eso se transforma en una especie de plancha que irradia calor hacia abajo y los materiales combustibles siguen aumentando su temperatura, si aumentan mucho entran en combustión. Además esa masa de humo está compuesta de partículas de carbón que flotan en el aire caliente, si llega a la temperatura de ignición del material suspendido y hay suficiente aire también entra en combustión. El incendio continua hasta que se empiezan a agotar los materiales combustibles a partir de lo que comienza a descender hasta que se transforma en brasas, sería la fase de autoextinción. Eso fue lo que sucedió en el pabellón 16 de Magdalena.
“Con el agua de la manguera o un matafuegos bien utilizado se puede apagar cuando recién empieza”, aseguró Fernando Llanes, del cuerpo de bomberos de la Dirección de Seguridad Siniestral de la policía. El perito observó además en la primera inspección ocular que realizó en el lugar que las puertas estaban ahumadas del lado interno, indicación de que estaban cerradas en el peor momento del fuego, y que la puerta que daba al patio tenía y una huella de una zapatilla, “como si le hubieran dado patadas del lado de adentro para sacarla”.
La asfixia
De acuerdo a Claudia Malabud, perito forense de la asesoría pericial La Plata en aquel momento, las 33 víctimas fallecieron como consecuencia de síndrome de asfixia. La médica explicó que todos los informes de autopsia sobre los que ella trabajó indicaban que los cuerpos “presentaron quemaduras de características vitales, o sea producidas en vida. Algunos presentaron broncoaspiración que también se condice con la aspiración de gases (…) y un signo sumamente importante que es lo que se denomina negro de humo en las vías respiratorias: en la lengua, en la tráquea y en los bronqueos, quiere decir que esa persona respiró el humo y además algunas personas tenían quemaduras en las vías respiratorias, o sea que estaban sufriendo el calor. Esto significa que la persona estaba respirando, estaba viva en el fuego”.
En el mismo sentido declaró la médica Silvina Cabrera, de la asesoría pericial: “en los incendios, una persona puede tener diferentes tipos de lesiones y causas de muerte. Por un lado están las quemaduras, que pueden matar per se. En estos casos, la muerte tiene que ver con la extensión y no con la profundidad de las quemaduras”. En Magdalena -explicó- los cuerpos de las víctimas fatales tenían todos los signos de la muerte por asfixia producida por la inhalación de gases tóxicos como el ácido cianhídrico (surgen de la combustión de los colchones de goma de espuma). En las autopsias se detectó “negro de humo” en las vías aéreas y edemas en las vías superiores que causan la muerte en cuestión de minutos por el síndrome asfíctico.
Las bombas de agua no funcionaban
Durante la audiencia del lunes 18 de septiembre declararon en conjunto el perito ingeniero mecánico Ballefín, que estuvo encargado de registrar el estado del sistema de bombas de agua y la red contra incendios de la unidad penal, el arquitecto Colombo, también perito, que estuvo a cargo de reconstruir los planos de la unidad, y el fotógrafo que los acompañó para el relevamiento visual de datos de interés.
Según Ballefín, había 3 bombas electromecánicas, una principal y dos auxiliares: “Cuando realizamos la inspección, estaban las bombas pero no estaban conectadas. No había tablero de control ni otros instrumentos necesarios para su activación. Por lo tanto, era imposible que funcionaran”.
“Hicimos un recorrido del lugar para entender cómo estaba conformado el sistema de incendios. Es complicado porque la mitad de las instalaciones son subterráneas. Fuimos abriendo válvulas, relacionándolas, hasta que llegamos a entender cómo funcionaba el sistema. Cuando vimos que no tenía conexión, pedimos realizar una prueba de funcionamiento de manera sólo mecánica, en base a la presión del agua por fuerza de gravedad. Queríamos saber si la presión era adecuada pero vimos que el chorro de agua que tenía en ese momento no superaba los 2 metros”, detalló.
En ese sentido, el perito mecánico explicó que para que la presión de agua hubiera alcanzado para extinguir el fuego, el tanque de la unidad penal debería haber tenido más de 70 metros de altura sin importar la localización física dentro del predio: “La única presión era la dada por la altura del tanque, ya que las bombas no funcionaban. A simple vista, daba la sensación de ser un trabajo eléctrico sin terminar”.
A su turno Gardés coincidió al señalar que “en estas tragedias no falla una sola cosa sino muchas, una cadena de errores y eso al parecer es lo que ocurrió en este lugar. Había muchas cosas mal hechas de entrada y el edificio no digo que era destinado a tener una tragedia pero sí que era muy fácil que se produjera”. El perito planimétrico que inició su testimonio el último jueves continuará su declaración el lunes 25 tras el cuarto intermedio.