CICLO: CONVERSACIONES DE ARCHIVO Lo personal es político: charla sobre experiencias de trabajo con archivos personales
ANDAR en los archivos
(Agencia) La integrante de la CPM Ana Barletta fue la encargada de presentar la actividad que tuvo como eje la indagación sobre la dimensión política, social y pública de los archivos personales y la historia oral.
“Pensar la memoria como una acción presente: hoy vamos a contar con distintas perspectivas de mujeres que son doctoras en historia, museólogas, archivistas, y sus experiencias de trabajo con archivos que nos van a hacer pensar qué tienen de relevante los registros personales para pensar lo social, lo político, lo cultural”, afirmó.
“Cualquiera puede ser convertido en algo político, en algo significativo, y conversaremos sobre quiénes son los y las que han armado estos archivos, por qué guardaron lo que decidieron guardar y cómo se convirtieron esos documentos y registros en historias visibles, accesibles y públicas”, agregó Ana Barletta.
Por su parte, la coordinadora del programa de Gestión y Preservación de Archivos, Julieta Sahade, explicó que entre las disertantes abordarían tres dimensiones del trabajo con archivos personales: la gestión, la investigación y la producción.
En este sentido, Ana Guerra, archivista, profesora de historia e integrante del Departamento de Archivos de la Biblioteca Nacional, enmarcó el sentido del vocablo ‘archivo personal’ como ese sedimento material que reunió una persona la o largo de su vida: “Entonces, desde esta definición, todas y todos producimos nuestros archivos. Mas allá de las decisiones que tomamos, en lo que decidimos guardar, o eliminar, en cada acción, la idea de archivo tiene que ver con eso que va quedando en el desarrollo de nuestras vidas en todo sentido”.
En la Biblioteca Nacional, destacó, se trabaja con archivos personales desde 2006, que pertenecieron a personas o grupos del mundo de profesiones y ocupaciones específicas, militantes políticos, escritores, cineastas, actores, entre muchos otros perfiles.
Con respecto al género de quienes produjeron esos fondos personales, manifestó que “aunque la mayor parte pertenecen a varones, es muy notable que haya mujeres que rodeaban a ese varón productor y que han realizado lo que llamamos las tareas de cuidado en relación al archivo. Pueden haber tenido guardado los registros durante décadas. Y ellas son las primeras que se preocupan para el pasaje de ese archivo a la esfera pública”.
Por su parte, la museóloga Florencia Lloret, del equipo de Curaduría de Exhibiciones y del sector Memoria del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires puntualizó en su experiencia de trabajo con el fondo personal de Adelina Dematti de Alaye, la histórica madre de Plaza de Mayo fallecida en 2016, que donó su vasto archivo en 2008 con la condición de garantizar el acceso público irrestricto.
Según Lloret, pensar en la consigna de esta charla, acerca de que lo personal es político, “me hace sentir que Adelina arrasa con esa división a lo largo de su vida y que se constituye como sujeta política en todas sus acciones y decisiones que fue tomando. En cuanto a su archivo, tuvimos la suerte de contar con su productora viva, con quien inmediatamente nos pusimos a trabajar en largas entrevistas de aproximadamente 3 horas cada una y 50 horas en total”.
“Adelina comprendió siempre esta relación entre lo privado y publico, lo individual y lo político, en particular su decisión de guardar y seleccionar, con la decisión de buscar, no solo a su hijo, sino también lo que permitiera registrar lo que estaba sucediendo. Tanto con la búsqueda de Carlos durante la dictadura, como posterior a eso, en sus búsquedas respecto a los derechos humanos en sentido más amplio”, enfatizó Lloret.
“Siempre tuvo muy en claro que nada de lo que ella estaba haciendo tendría sentido sin o se inscribía en una historia más amplia. Es un archivo que se conforma para ser visto. Para darlo a lo público, a disposición, para que tenga sentido en el presente y en la construcción de futuro”, concluyó.
Otra de las intervenciones en la charla estuvo a cargo de la docente de la UBA, Patricia Funes, quien integrara el equipo inicial de trabajo cuando en 2002 se desclasificó el archivo de la exDIPPBA y dado a la CPM para su conservación, gestión y administración. Patricia Funes desarrolló un minucioso trabajo con el fondo personal de Mercedes Lagrava, una madre de Plaza de Mayo cuyo hijo Atilio fue desaparecido mientras realizaba la conscripción en La Plata.
“El archivo está organizado en términos de viaje, y esto no es un exceso de interpretación, sino que se expresa como materialidad de su presencia por ejemplo en los boletos de sus viajes a la Plaza de Mayo para asistir a las rondas. Siempre utiliza los boletos para hacer anotaciones, o para registrar fechas, siempre mojones”, describió.
Asimismo, Funes destacó que también los silencios hablan en ese archivo personal: “Sin una sola aclaración, pone este recibo que es un envío a la mujer del dictador Videla, a Raquel. Pone la fecha, 12/10/77, cuatro meses después de la desaparición de Atilio, intentando interpelar a la mujer de Videla para que se conmoviera e hiciera algo para recuperar a su hijo. Es un recibido, con sello, pero sin contestación. Y ese silencio habla”.
“Mercedes guardó, clasificó, anotó papeles para un futuro lector, y eso no se puede poner en tela de juicio. Considero su tratamiento como espacio biográfico además de archivo. Un conjunto documental reunido y ordenado con intención explícita de incidir en una futura lectura. ¿Para quién ella guarda? Creo, en principio, que para su hijo. Necesita pruebas para afirmar la realidad de la desaparición de Atilio y la búsqueda que hace de él. Archivar la propia vida es ponerse en un propio espejo”, agregó.
En la actividad sobre archivos personales también disertó María Luisa Ortiz, del Museo de la Memoria de Chile, licenciada en literatura, bibliotecaria y documentalista en DDHH. Explicó la dinámica con la que se construyó la colección de archivos personales, en la que cada uno fue donado voluntaria y espontáneamente por sus productoras y productores, o sus familias u organizaciones a las que pertenecieron y durante años conservaron los registros.
Con más de 1.900 fondos personales reunidos en los últimos 10 años, el Museo de la Memoria completó en 2019 un recorrido por todas las regiones del país recogiendo registros sobre la experiencia de protección y defensa de los derechos humanos a partir del golpe, y también de la reconstrucción social y política en Chile.
“¿De dónde provienen estos fondos? Principalmente de sobrevivientes, familiares de víctimas, exiliados, dirigentes sindicales, campesinos, políticos, realizadores audiovisuales. También de fotógrafos, no necesariamente profesionales sino también personas que registraron y se hicieron en el oficio con el objeto de dejar una marca, una huella, sobre lo que estaba pasando en dictadura”, detalló.
Y puntualizó en la vasta cantidad y diversidad de registros de niñas y niños que produjeron sus propios archivos durante y después de la dictadura.
“Allí relatan lo que viven diariamente en esos contextos. Este (registro) está situado en el 11 de septiembre de 1973 y cómo vive esta niña el momento. Este otro es de un niño desde el exilio, un familiar del presidente Allende, donde relata lo que significa salir del país, llegar a México, el aeropuerto. Y también dibujos de niños que son parte de estos archivos. Durante mucho tiempo no se les ha dado importancia a estos registros de los niños, pero hoy los entendemos a los niños como sujetos de derechos, como testigos y protagonistas de ese período histórico”, describió.
Por último, intervino en la jornada una de las fundadoras de la agrupación HIJOS La Plata, Andrea Suárez Córica, una de las primeras usuarias del archivo de la exDIPPBA tras su desclasificación, y productora de un archivo personal, que contiene no solo documentos, papeles y fotografías desde su infancia sino también objetos como su colección de figuritas abrillantadas, cartas que intercambiaba con su maestra de escuela Estela Maris, un cuaderno de Argentina 78, manuales escolares, libros de cuentos, entre muchos otros.
“Y también tengo un archivo familiar que es el constituido por los objetos que quedaron luego de que mi madre, Luisa Marta Córica, fuera asesinada por la CNU en el año 75 cuando ella tenía 30 años. Contiene libros, ropas, fotografías y muchos etcétera. Me detengo en uno de los archivos, que no es uno de los que yo haya custodiado sino uno restituido. Es este sobre que yo recibo en 1994, que llega desde Madrid, con las 48 poesías de mi madre, todos mecanografiados, excepto el último que en verdad es el primero de esta serie, y que tiene la particularidad de que fue custodiado por compañeros que sufrieron el exilio. Estos papeles también sufrieron esos destinos”, explicó Andrea.
Con respecto a su experiencia en la producción de su archivo personal durante tantos años, reflexionó: “Indagando sobre su genealogía, llego a una palabra: microresistencia. El terrorismo de estado irrumpe en mi vida y el archivo será una forma de resistir, un dique de contención. El primer acervo: las pertenencias de mi madre, que me seguirán toda mi vida como una segunda piel. Hoy pienso que cada vez que yo guardaba cartas, objetos, fotografías y todo tipo de registros, en realidad guardaba futuro”.