Lautaro Bugatto, presente
El 12 de agosto de este año comenzó el juicio por el asesinato de Lautaro Bugatto (20), sucedido en Burzaco en mayo de 2012. El policía acusado del crimen fue condenado a 14 años de prisión. Después de dos años y cuatro meses de una larga y dolorosa espera, el hermano de Lautaro repasa su vida, su muerte y los pormenores del juicio.
ANDAR en los juicios
(Por Gonzalo Bugatto) Lautaro era un jugador de fútbol del Club Atlético Banfield convocado por las inferiores de la Selección argentina; en ese momento estaba volviendo de estar a préstamo en Tristán Suarez y en unas semanas iba a debutar en la primera de Banfield.
En la madrugada del 6 de mayo de 2012 mi hermano salía de la puerta de nuestra casa ubicada en Burzaco, partido de Almirante Brown. Se iba a bailar junto a un amigo y dos primos con su auto, un Peugeot 206, que tenía estacionado en la puerta de la casa sobre la Av. Monteverde. Debido a que ese día había entrenado, le dijo a su amigo Pablo si quería manejar porque él estaba cansado. Ubicados a la altura de la puerta del vehículo, pero sin llegar a abrirlas, escuchan dos detonaciones, un intervalo de dos segundos y luego cinco detonaciones más que provenían desde atrás de ellos, es decir, de donde venía el tráfico de la avenida Monteverde.
En ese momento Lautaro gritó: “Me pegaron un tiro”. El impacto le quemaba en su espalda. Trataron de sostenerlo entre todos, lo subieron a su auto y lo llevaron al sanatorio donde falleció minutos después. Lautaro había sido impactado por la espalda con arma de fuego. Arma reglamentaria del policía de la bonaerense David Ramón Benítez (32).
El policía venía junto a su esposa en un Renault 12 y delante de él iban su hija y su hermana en una moto. El iba detrás de ellas a modo de custodio manteniendo una distancia de diez metros. Al llegar a la intersección de Av. Monteverde y Goyena, dos menores desarmados que salían de una garita de colectivos intentaron sustraer la moto deteniendo la marcha y tratando de arrebatarla, sin armas y sin ejercer violencia física con quienes iban en la moto. Benítez, sin mediar palabra o dar la voz de alto, sacó su arma de nueve milímetros y disparó dos veces desde adentro de su auto, se bajó y disparó cinco veces más en zigzag, ubicado en medio de la calle, disparando para un lado y para otro.
Dicho en pasajes de sus declaraciones y relatado también por nuestros testigos, los pibes empezaron a correr a partir del primer disparo. Ese fue el cuadro en el que mi hermano perdió la vida, herido por la espalda. Víctima de una situación donde era ajeno a todo lo que se desarrollo detrás de él. Esto fue lo que se discutió en el juicio que comenzó el 12 de agosto y cuya sentencia fue leída el 17 de septiembre.
Desde el minuto cero la causa estuvo envuelta en groseras irregularidades, todas tendientes a proteger al asesino de Lautaro. De hecho se espera un nuevo juicio donde están involucrados agentes y el comisario de la 2ª de Burzaco. En primer término, el no acordonamiento del lugar del hecho y el levantamiento de las vainas de 9 mm inmediatamente después de que llegaron los primeros efectivos de la policía. También, el ocultamiento de un testigo clave, al cual le simularon una falsa declaración en la comisaría y nunca se lo oficializaron al fiscal.
Por último, y como detalle más evidente del encubrimiento y entorpecimiento de la investigación, entregaron sin orden del fiscal el auto a la mujer de Benítez y en la casa del imputado le realizaron dos burdos agujeros al auto, a los fines de darle crédito a la falsa versión del enfrentamiento y así justificar el uso desmedido y desproporcional de su arma de fuego.
Pero fue tan aberrante e impune la maniobra que no se dieron cuenta o quizás poco les importó que el auto había sido peritado por dos miembros de policía científica que constataron que el auto estaba intacto. No tenía agujero, ni marca, ni nada que se pareciera a un impacto de bala. La óptica que Benítez y su defensa, en complicidad con la comisaría segunda, habían agujereado no aparecía con los supuestos impactos de bala en las fotos tomadas horas antes.
Esto prueba de manera obvia la responsabilidad del policía. Si realmente había sufrido un enfrentamiento: ¿por qué tuvo que inventar las pruebas? Durante el desarrollo de juicio hubo momentos muy duros: uno de ellos fue cuando la hermana del imputado dijo que Lautaro era uno de los pibes que le quiso robar la moto y que le puso un arma en la cabeza. A esa altura, nunca creíamos que esa iba a ser su estrategia. Criminalizar a la victima para justificar al victimario.
Tuvimos que escuchar cosas como que mi hermano herido por la espalda, después de enfrentarse a los tiros, recorrió sesenta metros entrando por el garaje de mi casa (calle Goyena), atravesando mi casa por adentro y luego se desvaneció en la puerta (Av. Monteverde). Eso sí, todo ese trayecto sin dejar una sola gota de sangre. A esos disparates nos enfrentamos en el juicio.
Durante el desarrollo del mismo pasaron testigos y peritos. Todos fueron contundentes. Benítez y su familia nunca fueron agredidos, ni físicamente ni con arma alguna. Lautaro fue herido de muerte por una bala del arma reglamentaria del policía. Arma que estaba cargada completamente inclusive con la bala en la recámara.
Quedó claro que el imputado disparó por la espalda a los menores que estaban dándose a la fuga y a Lautaro que estaba sobre la otra calle a punto de subirse a su propio auto junto a sus amigos. Dicho por el propio Benítez, cuando declara en el juicio, había estudiado en el Liceo Militar y fue instructor de tiro.
Más aun, dos meses antes de asesinar a Lautaro había hecho un curso de Derechos Humanos y uso protocolar de arma de fuego.
El 17 de septiembre fue la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 10 de los tribunales de Lomas de Zamora, que condenó a Benítez a la pena de 14 años de prisión por hallarlo culpable de homicidio. No obstante, no existe pena que pueda devolver una vida ni calmar el dolor, pero sí una condena que entienda de memoria, verdad y justicia.
Lautaro Bugatto, presente