Las Victorias de hacer memoria
El sábado se realizó el homenaje a los desaparecidos del grupo cristiano y militantes políticos de la parroquia de las Victorias, actualmente Rosa Mística, en La Plata. Dieron testimonio sus familiares y compañeros de entonces, cantó Víctor Heredia, y se descubrió un banco en la puerta que los recuerda.
ANDAR en la Memoria (Ayelén Vázquez)
“Lo nuestro es una historia de amor”. Elsa habla de Federico y la cara se ilumina. Y toca las grullas y mira a su nieta. Y habla de Federico. De pronto se acerca Clara, hija de ambos, y le ceba un mate. Ella también está emocionada.
Elsa Paladino y Federico Baccini se conocieron a principios de los setenta en la escuela de arte de Magdalena. Elsa era maestra de canto y él maestro de órgano. Ella era Elsa, la maestra, y él Federico, el maestro y cura párroco de Nuestra Señora de las Victorias. Había llegado hacía poco, y tenía una idea diferente de lo que debía ser la Iglesia. “Cuando empezamos a trabajar en la Escuela, enseguida nos dimos cuenta que pasaba algo. Por eso yo dejé de ir, para ver si se me pasaba. Me lo cruzaba en la calle y cruzaba de vereda, para no tener que saludarlo. Y él se sonreía, pero siempre muy respetuoso. Era muy lindo”. Elsa cuenta que nunca pasó nada, porque los dos sabían que iba a ser un escándalo. Hasta que él ganó una beca para estudiar música en Madrid: “Era una joya de la música, la hubiera transformado”; y ella sin saberlo se presentó a la misma, y también la ganó. En Madrid fue imposible frenar lo que les pasaba. En el `76 ella quiso volver debido a unos problemas familiares. Y él la siguió. No quería que ella viniera sola. En septiembre nació Clara. Y en noviembre se lo llevaron. Elsa dice que ya está por ahora, que contar la historia le “hace doler un poco el pecho”. Y se termina el relato.
Hoy se conmemora la vida de Federico. Y también las de Alicia Cabrera de Larrubia, Nora Larrubia, Susana Larrubia, Eduardo Ricci, Diego Salas y Elisa Triana. Los siete formaron parte de la comunidad católica que, de la mano del Padre “Vasco” Bengochea, se construyó alrededor de la Parroquia Nuestra Señora de las Victoria de La Plata.
Ubicada muy cerca del centro de la ciudad, lo que hoy se conoce como la Rosa Mística fue una parroquia que durante los años ’60 y ’70 nucleó a miles de jóvenes y familias alrededor de los valores y objetivos que por entonces promulgaban los sacerdotes alineados en los textos del Concilio Vaticano II. Trabajar por y para los pobres, acercarse a los humildes, construir un hombre nuevo con ideales de lucha y transformación social. Principios que lograron convocar y construir una comunidad. Principios que la dictadura intentó amputar de un solo movimiento, con desaparición y cárcel.
Entre grullas, mates y el frío polar de junio, hijos, nietos, hermanos y amigos se juntan a recordarlos. Todos colaboran con algo, y todos tienen una anécdota que contar o escuchar. Mirando lo que sucede hoy frente a la Parroquia lo que se ve es emoción pura. Abrazos y sonrisas con nudos en la garganta, “va a ser muy fuerte hoy”, todos acuerdan. Y sí, porque hoy es el primer acto, la primera actividad que realiza el grupo Memoria de Las Victorias, que se empezó a reunir en marzo de este año y que ya logró un homenaje como éste, que no sólo fue nombrado de interés municipal y provincial, sino que logró desenterrar una historia para muchos desconocida.
“Cuando tomaban la comunión, Susana los invitaba a participar de un montón de actividades. Y ahí ya se enganchaban. Después, cuando los pibes crecían, pasaban al grupo universitario. Ellos traían a otros compañeros de la universidad, y así”. Cuentan que había actividades para todos, talleres de alfabetización, copa de leche, canto. Que después se formó el grupo de matrimonios. Y varios grupos misioneros viajaban al Sur para conocer y trabajar con pueblos originarios.
Víctor Heredia se sube al escenario y el sol entibia la tarde, por suerte. Antes lo hicieron Hugo Figueras y el grupo de danza afro de Camila Mainetti. Todos para celebrar, para festejar el encuentro. Muchos corren de un lado a otro, pero en el camino alguien los abraza, los interpela. En todo momento hay espacio para la charla, y ante la pregunta sobre la fecha elegida para el homenaje nos cuentan que el 17 de junio es el cumpleaños de Susana Larrubia, por eso el 14 les pareció un buen día.
Termina la tarde, sólo queda descubrir el banco construido con pedacitos de azulejos. “Si como Iglesia no somos pueblo no somos nada”, dijo alguien desde el escenario por donde pasaron todos. Compromiso social. La iglesia de los pobres. Concilio Vaticano II, Medellín. Las palabras que más escuchamos hoy. Pero hay dos que se escuchan más: amor y alegría. Porque aquí, así como la historia de Elsa y Federico, hubo historias de amor, de amistad, de jóvenes alegres y comprometidos. Historias que hoy se multiplican en sonrisas, abrazos y reencuentros.
Aquí, se sigue luchando por el hombre nuevo.