A 75 AÑOS DE LA BOMBA ATÓMICA “Las grandes potencias no aprendieron nada de Hiroshima”
A las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945, el B-29 de la fuerza aérea estadounidense arrojaba desde el cielo de Hiroshima la bomba atómica, bautizada Little boy; se estima que 100 mil personas murieron en el acto. Tres días después, la operación se repitió en Nagasaki. Las muertes se contaron por decenas de miles en los días siguientes, los sobrevivientes tuvieron que vivir con secuelas permanentes. A 75 años del bombardeo a Hiroshima, la memoria arrastra un imperativo ético: desarmar la razón armada. “Las bombas son para la guerra y las grandes potencias siguen acumulando arsenales nucleares que pueden destruir el planeta”, dice el Nobel de la Paz y presidente de la CPM, Adolfo Pérez Esquivel.
ANDAR en la memoria
(Agencia) El general Paul Tibbets, comandante del operativo militar que arrojó por primera vez una bomba atómica a una ciudad abierta, sobre una población civil, murió en noviembre de 2017 a los 92 años y como un héroe de guerra. Nunca se arrepintió ni desdeñó del lugar que ocupa en la historia.
Paul Tibbets piloteó el B29 bautizado Enola Gay, en homenaje a su madre, que a las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945 descargó la bomba sobre la ciudad de Hiroshima. Little boy, como habían apodado al explosivo nuclear, cayó por un error de cálculo sobre un hospital; el objetivo era alcanzar el puente Aioi. El resultado era el mismo, la explosión arrasó con toda una ciudad y produjo la muerte instantánea de unas 100 mil personas. Tres días después, el bombardeo fue sobre Nagasaki.
El entonces Presidente de Estados Unidos Harry Truman dio las órdenes con la intención, quisieron justificar, de lograr la rendición del imperio de Japón y evitar muerte de soldados estadounidenses. Antes de las bombas nucleares, decenas de ciudades niponas eran azotadas desde el cielo por bombas incendiarias, Japón ya estaba vencido. El ataque a Hiroshima y Nagasaki era una demostración de fuerza. “La crueldad humana no tiene límites”, resume Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz y presidente de la Comisión Provincial por la Memoria.
“Las grandes potencias no aprendieron nada de Hiroshima, ni les interesa. Acumularon durante décadas arsenales nucleares que pueden destruir el planeta. Dicen que es armamento para la persuasión pero las bombas sólo son para la agresión y si hay una guerra desaparecerá el ser humano y todo ser viviente”, agrega.
Pérez Esquivel recuerda que, luego del horror de las bombas atómicas y de conocerse de las atrocidades perpetradas en los campos de concentración del nazismo, los pueblos intentaron tender caminos de entendimiento: en octubre de 1945 se fundó Naciones Unidas, tres años después la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
“Hoy los organismos de la comunidad internacional tienen un rol necesario, pero no alcanza. Se hacen pronunciamientos y surgen protocolos de convivencia y entendimiento que, finalmente, las grandes potencias no los cumplen. La principal potencia bélica, Estados Unidos es el caso más cabal: firma pero no ratifica nada”, dice el Nobel de la Paz.
Después de Hiroshima y Nagasaki, y a pesar del surgimiento de estos caminos internacionales de entendimiento, las masacres siguieron repitiéndose. A pesar de la resistencia civil, el desarme, y particularmente el desarme nuclear, sigue siendo una deuda pendiente de la humanidad.
“Estuve en Bagdad, después del bombardeo de los aliados, las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN, habían arrojado sobre la ciudad bombas de uranio empobrecidos y pude ver el desastre que han hecho”, recuerda Pérez Esquivel. Y agrega: “Hay que desarmar la razón armada, es la única posibilidad que tenemos los pueblos para vivir en paz”.
El camino del entendimiento y la convivencia no está en las armas, repite Pérez Esquivel. “Estamos en una pandemia que dejó indefenso los pueblos del mundo, incluso a los países más ricos, que demostró la futilidad de los armamentos para la guerra. Pero la pandemia es el resultado de un mismo sistema de dominación y explotación, es producto de la agresión permanente del ser humano a la madre tierra. La destrucción de la biodevirsidad, los monocultivos, el saqueo a los países pobres sólo está dejando a su paso desertificación, hambre y pobreza. Es una guerra silenciosa que soporta la humanidad día tras día”.
El año pasado, durante una asamblea por el desarme nuclear en el Vaticano, una mujer sobreviviente de Nagasaki leyó la carta que su madre le había dejado: “Era de una ternura infinita, un verdadero llamado a la conciencia y al corazón del mundo para que no vuelva a ocurrir”.
Ella era una ibakusa, así llaman a las mujeres sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki: “Las bombas atómicas le quitaron todo menos la entereza, tuvieron la fuerza y el coraje de ser testigo y testimonio. Emociona verlas, hoy ancianas, recordando el horror, marcando a las nuevas generaciones que eso no puede ocurrir nunca más. En lo que les queda de vida son testimonio y dicen nunca más, como nosotros acá dijimos nunca más dictadura ni desapariciones ni tortura”.
A 75 años de Hiroshima y Nagasaki, las ibakusa son la conciencia de la condición humana. También lo es Claude Eatherly, el otro piloto del ataque nuclear del 6 de agosto de 1945. Eatherly sobrevoló el cielo de la ciudad japonesa minutos antes del Enola Gay para evaluar las condiciones climáticas y transmitir las coordenadas del blanco.
A diferencia del general Paul Tibbets, no pudo soportar la culpa ni los honores como héroe de guerra que le dispensaron a su vuelta; en 1947 pidió la baja de la fuerza aérea, intentó suicidarse tres veces, pasó varios años en un pabellón psiquiátrico de un hospital de veteranos de guerra en Texas. En la correspondencia con el filósofo Günther Anders bregará por el desarme nuclear, también le escribirá a víctimas de Hiroshima para pedir perdón.
El desarme sigue siendo una cuenta pendiente de la humanidad. “Como las armas bacteriológicas, las armas nucleares tienen que ser prohibidas por toda la comunidad internacional. Las naciones no van a hacerlo, sólo los pueblos en la búsqueda de la paz podrán lograrlo”, cierra Pérez Esquivel.