La responsabilidad de Mercedes Benz en delitos de lesa humanidad
Al padre de Silvia Nuñez, un obrero de la Mercedes Benz, se lo llevaron cuando ella tenía diez años. Ella vio a sus secuestradores y padeció el largo camino de su familia en busca de justicia. El testimonio de Silvia puesto en contexto, la complicidad empresarial y la expectativa hacia el juicio.
ANDAR en las memorias
(Fernando Latrille) Se acuerda que a su padre lo fueron a buscar tres veces, dos en un mismo día, y la tercera -de la que no volvería- pocos días después. Su madre pidió que no se lo lleven porque ese día era su cumpleaños, 13 de agosto de 1977, diez años tenía cuando vio a los hombres a cara descubierta, con total impunidad, con botas, recuerda Silvia Nuñez con la pena de no poder tener registro claro de sus rostros. Su historia traumática como la de tantos que fueron víctimas directas del terrorismo de Estado se enmarca en la participación de los beneficiarios del último golpe de estado del 24 de marzo de 1976: la historia de su padre, Diego Nuñez, es la historia de los 14 desaparecidos de Mercedes Benz.
Consultada para esta crónica, Silvia Nuñez narró que el día que lo fueron a secuestrar a Héctor Aníbal Ratto, empleado en la planta al igual que su padre, sobreviviente del centro clandestino Campo de Mayo y testigo clave, lo buscaron directamente en la fábrica. Allí lo encerraron en la oficina del gerente de producción Tasselkraut, cuando lo tenían retenido ahí, escuchó que pasaban el nombre de Nuñez y la dirección de su casa para que lo fueran a buscar.
El padecimiento familiar
“Nosotros siempre lo relacionamos con la fábrica”, relata Silvia Nuñez sobre la desaparición de su padre. Ante la pregunta de si tenían alguna prueba concreta que Mercedes Benz estuviera vinculada con lo sucedido respondió: “secuestraron a los dos primeros compañeros en el mes de enero, y no habían vuelto, Reimer y Ventura, entonces ya sabíamos que el conflicto era por la fábrica”.
La hija del desaparecido Diego Nuñez que vive en la ciudad de San Pedro explicó también como su madre tuvo que comenzar a coser para afuera para sostener el hogar y la crianza de tres hijas, al mismo tiempo que peregrinaba por distintas dependencias del Estado buscando a su esposo. Nunca le tomaban la denuncia seriamente, y le decían que lo mejor era que se ocupara de sus hijas.
El testimonio de Josefina Beatriz Janklewicz, la esposa de Diego Nuñez, es parte de un del documental de Gabriela Weber, “Milagros no hay” producido en 2002. “En la madrugada del 13 de agosto de 1977 se lo llevaron a mi esposo, lo arrancaron de mi casa y nos dejaron desoladas a mis tres hijas menores de edad y a mí. Yo necesitaba dinero porque me había quedado desamparada por completo y entonces fui a Mercedes Benz y reclamé para que me dieran algo, entonces me dijeron que lo único que me podían dar era como si él estuviera trabajando y renunciara, una indemnización, era la única solución que me daban”, recordó.
Cuando se lo llevaron por última vez le dijeron a Josefina que posiblemente en septiembre, y si no en el verano, lo estarían liberando, esa esperanza se iba diluyendo transcurrido el tiempo. Sentadas en el umbral de la puerta para navidad y fin de año, recuerda Silvia, esperando ingenuamente que su padre aparezca.
El terror se apoderó de la familia Nuñez. No era para menos: una mujer y sus tres niñas solas recibían todo tipo de mensajes intimidatorios. Le golpeaban las ventanas para mantenerlas aterrorizadas, hasta que su madre decidió dejar la casa. Se dirigió al Fondo Nacional de la Vivienda y entregó la llave del hogar. Esa casa, luego supieron, fue ocupada por un policía, que sabiendo que su padre estaba desaparecido y que ellos la habían abandonado la usurpó. Silvia Nuñez sostiene que puede ser el mismo que golpeaba las ventanas.
Estuvieron un tiempo en lo de su abuela, hasta que una hermana de su madre le sugirió que se mude a San Pedro, a su casa, con la posibilidad de trabajo en una fábrica, y fue así que luego de dos años se mudaron. El silencio era la consigna de vida. Silvia recuerda haber llorado mucho porque pensaba que si su padre volvería no las iba a encontrar. Su resistencia a mudarse era el imaginarse que su padre volvería y no las encontraría.
La complicidad documentada
A 43 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires se encuentra la fábrica Mercedes Benz, en González Catán, provincia de Buenos Aires, escenario de los crímenes que se cometieron durante el terrorismo de Estado y que hasta el día hoy no han sido juzgados. Según se desprende del documental de Weber, la fábrica Mercedes Benz fue un centro de lucha en aquel entonces. El 8 de octubre de 1975 cuatro mil trabajadores desataron una huelga contra la represión del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), de la patronal y del gobierno. El ministro de Trabajo, el peronista Carlos Ruckauf, declaró ilegal el paro, coordinadamente el sindicato pidió y la empresa concretó el despido de 115 obreros, muchos de ellos fueron desaparecidos durante el golpe de Estado de 1976.
“En octubre de 1975 se dio un conflicto que teníamos los obreros de Mercedes Benz especialmente contra el Sindicato de Metalúrgico y Afines del Transporte Automotor”, testimonia Héctor Ratto en “Milagros no hay”, y explica: “Queríamos una comisión propia y no la que nombró en elecciones fraudulentas el gremio”. Los obreros eligieron a sus verdaderos representantes, el grupo de los nueve, SMATA aplicó su poder contra los rebeldes: intervino la planta; negó autenticidad a la comisión interna; y fue bien recibido por la empresa como interlocutor.
Héctor Ratto sostiene en el documental que: “La empresa con la presión del SMATA echó a 115 compañeros, entre los cuales estaba yo y la totalidad de los desaparecidos se encontraba en esa lista de 115 despedidos”. El 6 de octubre de 1975, días antes de la huelga, Ruckauf firmó un decreto en el que se mencionó el propósito de aniquilamiento de la subversión. La tarea ya estaba en marcha en todo el país, principalmente en los centros industriales contra “la guerrila” de las fábricas. El 24 de octubre de ese año, durante la huelga, sectores de la lucha armada enrolados en Montoneros, secuestraron al jefe de producción de Mercedes Benz Argentina Heinrich Fran Metz y como condición para liberarlo, exigieron la reincorporación de todos los trabajadores despedidos. La empresa cedió y revocó los despidos.
En los juicios por la verdad llevados adelante en la ciudad de La Plata los gerentes de la Mercedes Benz Argentina fueron interrogados por la confección de listas con nombres y direcciones de trabajadores considerados molestos. El director, Ruben Pablo Cueva, admitió que era parte de sus funciones entregar esas listas a la represión.
Un documento, revelado en el mencionado documental, pero que permaneció ignorado durante veintiséis años en el archivo del sindicato alemán IG Metall, afirma que el despido de los 115 obreros fue solicitado con carácter de urgente por SMATA y por Ruckauf, quienes además recomendaban incrementar la cantidad.
El letargo del poder judicial
La vida de Silvia prosiguió en silencio y con la ausencia de su padre. Su vida como la de sus hermanas no ha sido fácil. Se casó a los 18 años, tiene cuatro hijos. Su madre declaró en los juicios por la verdad en La Plata.
“Después del discurso de Néstor Kirchner en 2004, en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), yo sentí que al fin podía romper el silencio”, expresa Silvia. Hace cuatro años ella y sus hermanas pudieron cobrar la indemnización que otorga el Estado como reparación económica a las víctimas del terrorismo de Estado.
Silvia se encarga de expresar que Tasselkraut, por entonces gerente de producción de Mercedes Benz, tiene dos hijos de los que no se conoce su verdadera identidad, y expresa que la periodista alemana le llevó las pruebas a Abuelas de Plaza de Mayo. Esos hijos, que estudiaron en Alemania, están trabajando en las oficinas centrales de Mercedes Benz Capital.
El periodista y abogado Pablo Llonto que representa a los familiares en la causa, consultado para saber si habían surgido avances informó: “Está avanzando pero lento, igual se dividió, quedaron 8 casos en los Tribunales de San Martín y el resto fueron al Juzgado del juez Rafecas. Quedaron en San Martín los casos de los que han sido vistos en el centro clandestino de detención Campo de Mayo, los demás, como los secuestros y los cautiverios se produjeron en el Primer Cuerpo del Ejército, pasaron al juzgado de Rafecas, pero hasta ahora no hay ningún indagado” ,y añadió: “en San Martín se ha tomado declaraciones en 2015 a ex obreros y delegados de Mercedes Benz que reafirman que la empresa había ordenado infiltraciones en los movimientos gremiales para detectar a los agitadores y demostraron con sus testimonios la confección de listas de activistas en manos de la empresa”.
Será el poder judicial el que tenga que avanzar para que la responsabilidad de los dirigentes de Mercedez Benz por la desaparición de los 14 obreros se juzgue. Para eso se necesita que la denuncia penal por las desapariciones que se realizó en 2002 y que tuvo un tiempo en manos del poder judicial porteño y luego pasó a los tribunales de San Martín deje de dormir ese sueño eterno y comience al menos con el llamado a indagatorias.
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