SEGUNDA JORNADA DEL JUICIO POR LA MASACRE DE MONTE “La misma policía que tenía que cuidar a mi hijo es la que lo mató”
El martes se llevó a cabo el inicio de las declaraciones testimoniales en el debate oral y público que, con modalidad de juicio por jurados, ventila los hechos y responsabilidades penales por el brutal asesinato policial de Danilo Sansone de 13 años, Gonzalo Domínguez de 14, Camila López de 13 y Aníbal Suárez de 22, además del intento de asesinato de Rocío Quagliarello, de 13 años en aquel momento. La mamá de Danilo, Gladys Ruiz Díaz, describió no sólo el dolor y la constante sensación de “muerte en vida” sino también las amenazas, hostigamientos, mensajes intimidatorios de la policía y agresiones a su casa que han derivado a una custodia permanente por parte de Gendarmería. Las familias relataron con mucho dolor y angustia la revictimización que padecieron cuando la policía intento difamar a sus hijos y les dijeron que habían salido a robar. También declararon Juan Carlos Sansone, Yanina Zarzoso, Jonatan Coria Peralta, Nilda Ríos, Hugo y Emanuel Suárez. La audiencia continúa mañana miércoles desde las 10.
ANDAR en la Justicia
(Agencia Andar) La segunda jornada del juicio por la Masacre de Monte estuvo atravesada por el dolor inimaginable por el que debieron atravesar -y aún lo hacen- las familias directas y amistades de las cinco víctimas. Mientras una mamá declaraba, ante el jurado popular que decidirá el veredicto, en el sector del público uno de los padres murmuraba, entre sollozos: “Esto es como volver a vivir el día que enterramos a nuestros chicos”.
Todas y todos ellos, las madres y padres, los hermanos y amigas y abuelos, se acompañan y se dan fuerzas en estas primeras jornadas de juicio y se recuerdan permanentemente el motivo por el que deben revivir la fatal historia: la búsqueda de justicia y una condena ejemplar para los cuatro policías de San Miguel del Monte que durante la noche del 20 de mayo de 2019 llevaron adelante una arbitraria, violenta e irracional persecución, realizaron disparos hacia el auto en el que se trasladaban las víctimas, hiriendo a una de ellas y provocando el choque del Fiat 147 sobre un acoplado estacionado.
Solo sobrevivió Rocío, con apenas 17 años, que asiste con valentía y fortaleza a una escena judicial en la que se cruzan dos versiones. Por un lado la verdad de las víctimas que ya no están producto de la violencia policial, y por el otro la pretensión de los imputados de culpar a Anibal, el joven de 23 años y dueño del Fiat 147, por haber consumido alcohol, y al grupo que se trasladaba con él por no haberse detenido “para identificarse ante la autoridad”.
En este marco comenzaron a producirse el martes 9 desde la mañana las declaraciones testimoniales, de las que se prevé un total de 31 para todo el juicio. “Aquella noche, en el hospital, nadie me decía nada sobre lo que había pasado ni cómo estaba mi hijo. Y al momento de tener que reconocer su cuerpo sin vida, no me dejaron entrar a mí, y tuvo que hacerlo mi cuñado… como tampoco hoy se me permitió ingresar a esta sala de juicio con la remera o una foto de mi hijo”, dijo Gladys Ruiz Díaz frente a los 18 integrantes del jurado -12 titulares y 6 suplentes- y la jueza Carolina Crispiani.
La mayor parte de las veces, Gladys mencionará a su hijo como su “bebé” y, distante a varios metros suyo, su compañero Juan Carlos Sansone la irá acompañando con gestos con las manos y con expresiones de compasión en su rostro. Las lágrimas de Gladys y de su compañero se desbordan en el momento exacto en que la testigo menciona una secuencia de video de las cámaras de seguridad municipales en las que se ve cuando se abre una de las puertas del Fiat en pleno escape de la persecución policial: “Desde que ví esas imágenes no puedo parar de imaginar el terror que habrá sentido mi hijo y el deseo de tirarse del auto, de que todo aquello termine”.
Aquél 19 de mayo, Danilo había estado en su casa hasta las 21:30, cuando le pidió permiso a su madre para ir a la plaza un rato a conversar con sus amigos. Como respuesta, recibió un “no” ya que al día siguiente tenía escuela. Insistió tanto -”y tan comprador como era”- que convenció a Gladys que lo dejo salir hasta la medianoche. El niño salió pero a la media cuadra frenó la marcha y regresó sobre sus pasos: “Te amo, mamita”, y la besó. Fue la última vez que se vieron.
La policía y un ejército de funcionarios municipales -entre ellos, la por entonces intendenta Sandra Mayol y su secretario de seguridad-, rondarían durante toda la madrugada del 20 de mayo por los pasillos del hospital local, informando que lo ocurrido era un accidente de tránsito y que no se habían producido disparos. Luego se conocerían los delitos de encubrimiento, falsificación de documentos, encubrimiento, entorpecimiento de la investigación y ocultamiento de evidencias que desarrollaron para exculpar a los policías responsables.
Recién al día siguiente y por los testimonios que comenzaron a circular por redes sociales y por el boca en boca propio de la vida de pueblo, la familia de Danilo Sansone sabría que su muerte no había sido por un accidente de tránsito: había ocurrido una feroz persecución, un operativo cerrojo, disparos con armas de fuego y un resultado inevitable: una masacre que aún no tiene explicación.
La misma incertidumbre, dolor y sensación de vacío absoluto atraviesan el resto de las madres y padres de las víctimas, como es el caso de Yanina Zarzoso, mamá de Camila López, quien también declaró este martes ante el jurado. Como la familia de Sansone, Yanina no supo de los disparos y de la brutalidad policial hasta el día siguiente cuando su padre -el abuelo de Camila- recibió esa información por parte de un amigo que trabajaba en la estación de micros de Monte. La propia policía del pueblo había estado comentando, en conversaciones casuales, lo ocurrido durante la noche anterior.
“Al escuchar lo de los disparos entró en mí una fuerza que no puedo explicar, pero que me sacó de la parálisis y del dolor en el que estaba sumergida y me impulsó a luchar por la justicia. Desde aquél momento he salido todos los día a reclamar, a hacer marchas, a pedir información, a explicarle a la sociedad cómo ocurrió la masacre. Es muy difícil tener que explicar que mi hija era solo una adolescente que estaba viviendo y que no había hecho nada malo… pero aún así lo hacemos porque buscamos justicia”.
Aquél domingo Yanina había terminado su jornada laboral muy tarde y estaba agotada. Camila le había pedido el permiso para invitar a su amiga Rocío a dormir a su casa, y al día siguiente irían juntas a la escuela. Le dio permiso y después de cenar, alrededor de las 22:30, la niña fue hasta la casa de su amiga y juntas regresaron unos minutos después. “Entredormida, las escuché cuando entraron a casa. Juntas hacían mucho bullicio, siempre fueron así, y aún recuerdo sus risas y voces de aquella noche. Fue lo último que escuché de mi hija”, describió. Aquella noche las niñas salieron de la casa para ir un ratito a la plaza mayor del pueblo, práctica habitual de adolescentes en la localidad.
“Recibí un llamado después de las 3 de la madrugada… era Loana, mi amiga de toda la vida y mamá de Rocío. Me preguntó dónde estaban las chicas. Le contesté que en casa, durmiendo. Me dijo que no. Y después, la noticia que me hizo saltar de la cama: estaban en el hospital, habían tenido un accidente según lo que le había informado la policía”, amplió. Yanina contó también al jurado que, desde la Masacre de Monte, pudo conocer decenas de historias de niños, niñas y adolescentes víctimas de la violencia policial, una realidad de la que poco se hablaba abiertamente en el pueblo hasta aquél momento. Tanto Gladys como Yanina son representadas por la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) que las acompaña, junto a las otras familias de las víctimas desde el primer momento.
Otro de los testigos de la jornada fue Jonatan Coria Peralta, empleado de una pizzería céntrica de San Miguel del Monte, ubicada frente a la plaza y a pocos metros del palacio municipal. En los últimos minutos de su jornada laboral de aquél 19 de mayo de 2019, Jonatan vio a un grupo de jóvenes empujar un Fiat 147 que no arrancaba. Finalmente lograron encenderlo y salieron. Instantes después el empleado de la pizzería también saldría en su auto en dirección a su casa, y en el trayecto sobrepasaría al mismo Fiat 147 de la plaza.
“La maniobra de sobrepaso fue a una velocidad normal para una avenida, la Avenida Costanera. Alrededor de 70 kilómetros por hora… seguí y más adelante me crucé con un patrullero. Por último, antes de llegar a mi casa volví a cruzar al Fiat. Me acuerdo de ambos vehículos porque fueron los únicos con los que me crucé aquél domingo”, afirmó. El testigo describió las maniobras de conducción del Fiat 147 como “normales”, sin movimientos bruscos o zigzagueantes, y a una velocidad relativamente constante como en el primer momento en que lo sobrepasó. Este dato resulta fundamental ya que la defensa de los imputados adelantó en sus alegatos de apertura su teoría respecto a presuntas maniobras peligrosas, cruces de carril y velocidad excesiva por parte del dueño y conductor del Fiat, Aníbal Suárez.
En la sala de audiencias A del edificio de tribunales de La Plata, la audiencia de juicio continúa este miércoles 10 de mayo y se prevé la realización de seis declaraciones testimoniales más.
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