LA AGENDA DE JÓVENES Y MEMORIA La libertad de ser
En consonancia con el movimiento de mujeres en las calles de los últimos años, las investigaciones sobre género, feminidades, diversidad y disidencia sexual fueron creciendo en el programa Jóvenes y Memoria. Desde las escuelas, las organizaciones y el barrio, las nuevas generaciones disputan sentidos, desmontan las prácticas y mandatos patriarcales y heteronormativos. Les jóvenes, en su andar, van construyendo una nueva forma de vivir sus cuerpos y deseos.
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(Agencia Andar) Ver es la obra de teatro que presentó la escuela de educación estética Juanito Laguna de San Antonio Padua en el XVII Encuentro de cierre de Jóvenes y Memoria. La obra es una construcción colectiva que tiene varias tramas que no se cruzan pero están unidas por un hilo común: la discriminación y la conclusión. Entre monólogos y escenas y confrontación de personajes, la pieza teatral termina con el monólogo de un chico trans, quien asume ese personaje es un chico trans. El teatro y la vida se cruzan.
“Para mí fue un desafío: salir de la trama y demostrar que yo soy real. Ese que está en el escenario no es un personaje, soy yo, soy lo que siento todos los días”, cuenta Logan. Y agrega: “La primera vez que lo hice y cada vez que lo hago siento como si estuviera saliendo del clóset otra vez, y otra”.
Logan transicionó. Sabía desde los 10 años que era un chico trans pero hace poco lo expresó públicamente y siente, cree, quiere que su monólogo en la obra sirva para que otres, a pesar de los mandatos heteronormativos y las situaciones de discriminación, también puedan sentirse libres de reconocerse en lo que sienten. Logan reconoce que “tuvo la suerte” de estar en un colegio con un respeto muy fuerte por la diversidad, que su familias y amigos lo acompañaron, pero sabe que eso no siempre resulta así.
“Me lo dijo una noche a las 3 AM y me puse a llorar. Me puse a llorar y me puse contenta porque al final pudo salir y decir ‘soy Logan’”, cuenta Victoria su amiga, que lo conoce desde los 5 años. Nahuel también es su amigo: entre antes y ahora no hay cambios, dice y recuerda que se dio cuenta en una clase de teatro, cuando empezó a tratarse a sí mismo como él. “Saber quién sos no está mal, es conocerte a vos mismo. Puede haber resistencias aún pero somos una generación es revolucionaria aunque a otros les cueste entender ese proceso revolucionario”, afirma Victoria.
Cuando el movimiento de mujeres emergió como una fuerza avasalladora en las calles dispuesto a cambiar todo, a terminar con las injusticias y las desigualdades, cuando las banderas del Ni una menos lograron cristalizar reclamos históricos, las investigaciones sobre femicidios y otras violencias contra las mujeres ocuparon un gran espacio en la agenda de Jóvenes y Memoria. Esas investigaciones no dejaron de estar pero este año, y en consonancia también con los nuevos debates y preguntas, hay una gran cantidad de trabajos que piensan la diversidad y la disidencia sexual.
«Todes merecen respeto, sin importar cómo se sientan, su sexo, género u orientación sexual”, dice Micaela de la cooperativa de trabajo Textiles de Pigüé. Les jóvenes presentaron Si me vieras con mis ojos, un trabajo que recupera la historia de la mujer trans Dana Albarracín, el desafío de ser: “Ella pudo superar ese sufrimiento por tener que encajar pero, todavía, hay amplios sectores de de la sociedad que siguen discriminado, que le gritan en la vía pública”, explica.
La historia de Dana fue noticia en los medios locales de Pigüé luego de que le hayan prohibido el ingreso a una discoteca por ser mujer trans. En su proyecto de investigación les integrantes de la cooperativa textil sostenían que la naturalización de ciertas prácticas y conceptos impide que las personas vivan su identidad sexual y de género con libertad y respeto. Y agregan: “La historia de Dana nos permite dar a conocer la ley de identidad de género Nº 26.746 y hacerla respetar”.
La ley de 2012 fue la primera en el mundo en garantizar a personas trans el cambio de nombre en el documento sin necesidad de pasar por un proceso judicial ni acreditar intervención quirúrgica. Esa legislación pionera reconoció a su vez el acceso a la atención sanitaria integral. Sin embargo, son necesarias políticas públicas para hacer efectiva esta ley. Un ejemplo de ello es la sanción de la ley Lohana Berkins de inclusión laboral formal trans y travesti que obliga, entre otras cosas, al Estado a reservar el 1,5% de los puestos del sector público nacional a las personas trans y travestis que reúnan las condiciones de idoneidad para ejercer las funciones. Pocas dependencias cumplen con esta legislación.
Mientras tanto, las personas trans tienen que convivir con las desigualdades, violencias, crímenes de odio y exclusión laboral que continúan sufriendo las personas travestis, transexuales y transgénero. Un solo dato permite dar cuenta de la situación de vulnerabilidad y sus consecuencias: se estima que las personas que forman parte de la comunidad travesti y trans tienen una expectativa de vida que no supera los 35 años.
El riesgo de muerte de las personas trans es más alto aún en las cárceles bonaerenses, donde el riesgo de muerte es alto para todos, pero un poco más para las mujeres trans: “Angie Velásquez y Pamela Panduro murieron en el penal de Florencio Varela, fallecieron porque se les negó el derecho a la salud, las dos padecían una enfermedad crónica y murieron en la cárcel sin acceso a la salud que es un derecho”, dijeron les jóvenes de la EES 24 Ricardo Carpani en la presentación de su trabajo La justicia que olvida.
Angie y Pamela tenían VIH, durante su encierro no recibieron tratamiento adecuado por parte de las autoridades del penal, dicen les jóvenes. Y explican en su trabajo de investigación un problema que atraviesa a la comunidad trans desde mucho antes de caer en una cárcel: “La exclusión social, la discriminación, el poco o nada de abordaje de la cuestión de género, derivó en sus dolencias, en su único camino hacia la supervivencia, que es la prostitución y luego en su condena, sin procesamiento”.
En sus informes anuales sobre lugares de encierro y políticas de seguridad y niñez, la CPM viene advirtiendo desde hace años que la persecución penal a personas trans nunca implicó adecuar las condiciones de detención considerando sus necesidades específicas. La situación de las mujeres trans en las cárceles no sólo es particularmente grave sino que, además, no son reconocidas como tal: el Servicio Penitenciario Bonaerense no registra el género trans en sus reportes sobre población detenida. A su vez, las personas que siendo legalmente varones adoptan otra identidad de género, a quienes se tiende a agrupar en pabellones diferenciados, aunque dentro de cárceles de varones. A la par, las mujeres trans denuncian los hechos de violencia sexual como uno de los agravamientos más preocupantes, tanto por su recurrencia en el tiempo como por su concatenación con otros tipos de agravamiento.
A los pedidos de basta de femicidios y transmicidios que suelen aparecer como contenido político en los manifiestos y talleres de debate, les jóvenes saben que un cambio que erradique la violencia contra las mujeres y las personas travestis, trans y transexuales requiere desmantelar no sólo las profundas desigualdades sociales y de género sino también todas las prácticas y discurso que reproducen la heteronorma y el patriarcalismo.
“Deconstrucción es revolución”, pusieron les jóvenes en una pancarta que realizaron durante el taller de género que coordinan voluntaries de la CPM. “La deconstrucción de la sociedad es rebelarse a lo impuesto, es la desnaturalizacion del machismo y el patriarcado. En este tiempo, el movimiento feminista, que es parte de la deconstrucción social, nos impulsa a entender que el machismo existe desde los estereotipos sobre nuestras relaciones amorosas y sexuales”, expresó Ana de la EES 8 de San Isidro durante una de las tantas radios abiertas que ocurren en la explanada del hotel durante el encuentro.
En las relaciones que se dan la trama social no resta la mirada sobre el Estado. “Hay instituciones que atraviesan nuestra educación. Nuestra tarea, en este proceso de deconstrucción, también es pensar si el Estado y las instituciones están presentes y nos están formando o sólo quieren construir un mandato mecanicista que perpetúe el sistema capitalista y patriarcal”, advierte Ana. Y agrega: “Necesitamos fomentar el respeto sobre nuestros cuerpos y no esta cultura de la violación”. Ese es el reclamo urgente de las nuevas generaciones: la libertad de ser y para ser. Les jóvenes que están dispuestos a transformar este sistema y que no van a naturalizar los crímenes de odio ni la desigualdad.