NORBERTO LIWSKI «La experimentación humana en centros clandestinos no ha sido investigada lo suficiente»
La audiencia N° 74 del debate oral conocido como Juicio Pozo de Quilmes y El Infierno de Avenllaneda se realizó el 12 de julio con los testimonios de Norberto Liwski, Graciela María Gribo, Néstor Zurita, Verónica Natalia Martínez Severo y Osvaldo Luis Abollo.
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(Diario del Juicio) Norberto Liwski, médico pediatra y presidente del CODESEDH, fue uno de los cinco testigos de la jornada de juicio llevada a cabo el último martes a instancias del TOF 1 de La Plata. También declararon Graciela María Gribo, Néstor Zurita, Verónica Natalia Martínez Severo y Osvaldo Luis Abollo.
A pesar de no haber permanecido en cautiverio en ninguno de los tres centros clandestinos que integran el objeto del presente debate oral y público, Liwski prestó testimonio por los casos de personas que sí estuvieron en el Pozo de Banfield, entre ellos la pareja integrada por Mónica Grinspon, Claudio Logares y su hija Paula, apropiada a sus 23 meses de edad y quien se convirtiera en la primera nieta recuperada a partir de estudios genéticos.
Liwski fue secuestrado el 5 de abril de 1978 en su departamento y fue llevado a la Brigada de Investigaciones de San Justo, allí permaneció hasta el 1 de junio de ese año cuando fue trasladado a una comisaría de Gregorio de Laferrere, y luego a la cárcel de Villa Devoto. Fue precisamente en aquella comisaría donde mantuvo contacto con otros detenidos que habían estado en el Pozo de Banfield: Rafael Chamorro y “el chileno” González.
“Ellos habían tenido conocimiento de mujeres embarazadas y que dieron a luz en el Pozo de Banfield, y hasta de casos de mujeres que gritaban reclamando por sus hijos”, detalló.
Una de esas mujeres fue Mónica Grinspon de Logares, quien junto a su pareja Claudio y su hija Paula habían sido secuestrados el 18 de mayo de 1978 en Uruguay y trasladados a la Argentina, siendo alojados en la Brigada de San Justo.
“Un día ingresan a una mujer y a un hombre y, durante horas, se escuchó el sometimiento y las torturas, los gritos de dolor que fueron intensos y prolongados. Más tarde pude escuchar el llamado que ella hacía a los guardias para sus necesidades fisiológicas, y el desprecio de los guardias no solo negando la posibilidad sino con humillantes comentarios. Por último, a la madrugada se escucharon los gritos y llanto de la mujer reclamando por saber de su hija. Era Mónica, y pude corroborarlo luego en la comisaría de Laferrere con Chamorro y González”, explicó el testigo.
El destino de la pequeña nadie lo sabría durante años. Su apropiador fue el subcomisario Rubén Luis Lavallén, gracias al trabajo de falsificación de los registros de la niña realizado por el médico policial Jorge Héctor Vidal, dependiente de la Brigada de San Justo y al mismo tiempo trabajador del hospital materno infantil de Gregorio de Laferrere los días jueves.
“De modo que Vidal venía a la Brigada de San Justo y se ufanaba de ser un conocedor de los efectos de la tortura. Detallo esto porque allí no solo estaban los torturadores que usaban picana eléctrica sino también este médico que les daba una pátina de respetabilidad a los equipos de torturadores, pátina que pude escuchar en algunas de las situaciones de tortura cuando él explicaba absurdamente –pero con pretensión de certeza científica- que la intensidad de las descargas eléctricas producía un aumento de la secreción de la acetilcolina en la placa neuromuscular. Agregaba que, llegado un momento, esa secreción se acaba y los músculos pierden toda capacidad”, describió.
Lo que el médico Vidal quería decir era que, acabada la acetilcolina, se quebrantaba también cualquier voluntad de la persona, y la víctima del interrogatorio comenzaría a colaborar. “Fue la búsqueda de construcción de parámetros científicos para la tortura. La experimentación humana en los centros clandestinos de detención entiendo que aún no ha sido lo suficientemente investigada”, agregó el testigo.
El médico Vidal, en 1984, recibió una absurda sanción de 6 meses para el ejercicio de la profesión por parte del Colegio Médico de la Provincia de Buenos Aires, luego de que un Comité de Ética lo hallara culpable de violación a los códigos de la medicina. Esa denuncia había sido formulada por la propia Paula Logares, cuya identidad fue la primera en ser restituida tras el final de la dictadura.
Debieron pasar más de 30 años para que el médico torturador Jorge Héctor Vidal fuera finalmente condenado en diciembre de 2020 a la pena de prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, en el marco del juicio por los delitos cometidos en la Brigada de San Justo.
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Graciela María Gribbo fue otra de las testigos de la jornada. Fue secuestrada el 21 de diciembre de 1977 en la casa de unos amigos de su suegra, situada en Palermo, Buenos Aires. El operativo ocurrió durante la madrugada y fue llevado a cabo por personal civil, que decía ser del Ejército. Tiempo después, Graciela sabría que mientras la secuestraban a ella, también se llevaban detenidos a sus padres, quienes vivían en la calle Córdoba.
El primer sitio de cautiverio fue la Brigada de San Justo, donde la torturaron con picana eléctrica, la golpearon y amenazaron en la búsqueda de información respecto a sus actividades políticas. “Un mes antes habían detenido a una compañera mía con quien habíamos coincidido en un centro de estudiantes. Con ella me encontré al llegar a San Justo, donde también conocí a una chica llamada Adriana Chamorro”.
“Los primeros días me mantuvieron aislada constantemente, muy mal físicamente, en una celda muy sucia, un colchón en el piso. Había chinches, era un desastre el lugar. Pero luego, cuando deciden dejar de torturarme, me ponen en una celda donde estaba mi compañera Claudia y otras chicas. Así permanecí hasta febrero, cuando una noche me trasladaron al Pozo de Banfield, aunque yo no sabía qué lugar era porque nos llevaron super tabicadas”, completó la testigo.
Hasta mayo de 1978 Graciela permaneció en el Pozo de Banfield, casi sin comida y sin agua, en pésimas condiciones materiales de detención y la mayor parte del tiempo tabicada, como el resto.
Finalmente fue trasladada a la comisaría de Gregorio de Laferrere y de allí al Regimiento 1 de Palermo, donde le informaron que sería sometida a un consejo de guerra. Éste no se llevó a cabo, y en su lugar la pasaron a la cárcel de Villa Devoto a disposición del PEN, donde permaneció detenida hasta fines de 1981 cuando le otorgaron la libertad vigilada.
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También prestaron declaración Néstor Zurita -quien fuera militante del Partido Comunista Marxista Leninista, secuestrado en febrero de 1978 y en cautiverio en el Pozo de Quilmes, entre otros CCD por los que pasó-; Verónica Natalia Martínez Severo -hija de Jorge Hugo Martínez y Marta Beatriz Severo Barreto, ambos uruguayos y residentes en Argentina hasta que fueron secuestrados junto a otros familiares-; y Osvaldo Luis Abollo -secuestrado en diciembre de 1976 desde su propia casa ubicada en Burzaco donde vivía con sus padres y hermano menor. Pasó por Puente 12, luego por el Pozo de Quilmes, donde permaneció hasta abril de 1977 y por último en la UP 9 de La Plata- .
Las jornadas se retomarán el próximo martes 9 de agosto debido a la feria judicial en la administración de la justicia federal.
*Cobertura realizada por Sebastián Pellegrino.
Cómo citar este texto: Diario del Juicio. 12 de julio de 2022. “LA EXPERIMENTACIÓN HUMANA EN LOS CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCIÓN NO HA SIDO INVESTIGADA LO SUFICIENTE”. Recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1300