HUGO POLLOLA Y UNA EXPERIENCIA EN EL TRATAMIENTO DE ADICCIONES “La droga se vincula al hambre, a la trata, a la explotación, a la pobreza”
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(Cultura desde el Pie) La sala de salud del barrio María Elena tiene una larga experiencia en el tratamiento de las adicciones, en particular con los jóvenes atravesados por la problemática de la droga. Han tenido grupos durante muchos años, donde participaron jóvenes con severos problemas de adicción. Este flagelo hace estragos en la juventud de los barrios populares donde campea la pobreza, la falta de trabajo, la deserción escolar, la ausencia de centros de deportes o culturales que puedan sacar a los jóvenes de la cultura de la esquina para dejar de ser presa fácil del narcotráfico, en su forma de transas y cocinas que reina soberano en algunos “territorios”. Es importante conocer las experiencias que existen en esta lucha tan difícil para tenerlas como referencia o para ir delineando los caminos para enfrentar estas situaciones. Siempre teniendo claro que hay que atacar las causas de fondo y no sus efectos, en una batalla integral con acciones para erradicar las bases materiales, sociales y políticas que provocan la existencia de esta lacra social de nuestro tiempo.
Hugo Pollola es psicólogo social y responsable del área de salud mental de la sala, con larga experiencia en el tratamiento de adicciones. Lo visitamos en su lugar de trabajo y se tomó un tiempo para que NCO pudiera conversar con él.
¿Cómo abordan ustedes el problema de la droga en el trabajo de salud?
Desde el trabajo en la sala tenemos como una de las principales preocupaciones el problema de las drogas, legales e ilegales, consumidas por niños, jóvenes y adultos. Entendemos que el problema es muy complejo. El negocio es tan importante para el poder económico y político como sus consecuencias lo son para el pueblo.
El consumo social y la adicción a las drogas legales e ilegales en la forma masiva en que sucede, a cuenta de un problema social serio, denuncia a una sociedad enferma. Entendemos que estas conductas consumistas y adictivas no son elecciones de vida sino emergentes del estado de salud y enfermedad social.
Decimos que es un problema complejo, para el Estado empieza y termina en el que consume y su grupo familiar, y a éste último lo hace principal culpable del problema. Esta mirada simplista y culposa atraviesa los tratamientos que ofrece para la rehabilitación; exige a los familiares que asistan junto al paciente varias veces por semana a los centros de atención prohibiéndoles el uso de dinero, visitas, sin importar su edad ni responsabilidades, limitando el problema y la solución a quienes lo padecen.
Entonces ¿No importa saber cómo hay droga?, ¿De dónde viene?, ¿Cómo se produce? ¿Quiénes la distribuyen?, ¿Quiénes son los responsables de todo ese recorrido? ¿Son los padres, “la junta”? Es parecido a la forma en que se quiere resolver el problema de “la inseguridad”, aumentando los dispositivos represivos sin asumir que la violencia y el delito surgen de las desigualdades que impone el capitalismo desde el mismo poder represivo.
Específicamente ¿cómo realizan el tratamiento con los adictos?
Desde hace 15 años el armado del tratamiento desde la sala fue, por requerimiento del barrio, ir con el equipo de salud hacia ellos, a sus familias, amistades y parejas. Hacia su red de afectos. Trabajamos en grupo y el lugar de encuentro era la sala, el barrio. El grupo de pertenencia tiene un lugar protagónico junto al paciente. Poder ver cuáles son los problemas y pensar formas de resolverlos. Enseguida queda en evidencia que la droga es una trampa, no una salida y que quien empieza a consumir no sale a buscarla sino que ya se la ofrecieron varias veces, está siempre a la mano, accesible y como una salida o alivio de los sufrimientos.
Parte de la propuesta es que el paciente y su grupo de pertenencia tomen compromisos recíprocos. El paciente asume públicamente su problema y la voluntad de curarse, acuerda con darle a los otros el rol de apoyo, acompañamiento y control, y no mentir. A la vez, esto el grupo lo asume como su responsabilidad en el tratamiento, lo que llamamos el cerco afectivo.
Esta idea en principio estaba en contradicción con el barrio que sentía que estos jóvenes eran incontenibles y el camino era la exclusión.
Para el equipo de salud estos pacientes y sus grupos de pertenencia son el blanco del poder que utiliza las drogas como un arma de dominación y control. Eficaz para adormecer la bronca y desviarlos de la lucha por cambiar la realidad que ocasiona sus sufrimientos. Pertenecen a nuestra sociedad, a nuestros barrios, a nuestras familias, son parte de un nosotros.
Muchas veces se coloca a los jóvenes que son víctimas o a sus familias como responsables del consumo de drogas. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Es difícil comprender el problema si no se lo toma en su totalidad; es decir desde lo político, lo económico, lo social y desde la salud. El consumo de drogas en el sistema capitalista está regido por las mismas reglas del mercado que rige todo lo que se comercializa. Entonces el consumo de droga forma parte de la sociedad de consumo que propone el capitalismo. Económicamente es una mercancía más pero ocupa el segundo o tercer lugar de importancia en la economía mundial.
En América Latina se calcula que las ganancias superan los 500 mil millones de dólares anuales, de los cuales 300 mil millones se obtienen del mercado de Estados Unidos y de éstos, una tercera parte (100 mil millones) de la cocaína. Viendo estas cifras -sólo del continente americano- pareciera que es un problema principalmente económico, pero este sistema de mercado es parte de la política del capitalismo. Las guerras forman parte de las políticas de los estados imperialistas, generan beneficios económicos por las conquistas de territorios y recursos de las naciones invadidas, pero además estimulan la producción de armamentos que sostiene la industria bélica, uno de las principales generadoras de dinero. Las guerras y la comercialización de drogas en el mundo tienen en común el control y el sometimiento que ejercen los poderosos. Entre quienes podemos mencionar a los terratenientes, empresarios, y por supuesto a los gobiernos que respaldan que la comercialización se lleve a cabo sin importar qué costo tenga para la población.
Para la invasión a Irak, Estados Unidos autorizó legalmente el uso de drogas para sus soldados. El consumo de drogas altera la relación con la realidad. Confunde y deja indefenso a quien consume, sin poder planificar cómo luchar contra las causas de su situación. Esto vale para el pibe de la esquina como para el soldado yanqui en Irak.
La droga se vincula al hambre, a la trata de personas, a la explotación, a la pobreza, todas lacras del capitalismo. En estos sectores que hemos mencionado está la responsabilidad principal de la existencia de este consumo masivo de droga.
Hay un debate sobre la legalización y despenalización de la marihuana considerada una droga “blanda”. ¿Crees que es así, que no daña a quien la consume o que se puede reducir el consumo de la misma por vía de esta medida?
Se promueve un debate sobre la legalización de drogas ilegales y queremos participar. Compartir experiencias realizadas en años de trabajo, aprendizajes y preguntas. Si se abre un debate tan importante entendemos que es necesario tener información, conocimiento de qué se discute.
Cuando participamos de esa discusión acordamos que el consumidor era blanco de la decisión política de hacer accesible el consumo de drogas ilegales. Que era importante que se limitara el uso de espacios públicos para el consumo como una forma de limitarlo. Que se debían habilitar lugares de atención, campañas de prevención, todo esto desde una política de Estado contra la droga. Desde que se despenalizó la marihuana para el consumo personal ¿bajó, aumentó, se estabilizó el consumo? ¿a cuántas personas se asistieron? ¿se realizaron campañas de prevención?
A ojos vista, al menos se aprecia que en los espacios públicos, esquinas, trenes, plazas, se fue naturalizando oler el humo de marihuana, ver consumir cocaína, paco, jalar pegamento, etc. Subjetivamente parece haber aumentado ese paisaje. Pero habiendo una ley que establece controles no deberíamos guiarnos por nuestro punto de vista, sino por alguna estadística del Estado en esta materia que dé cuenta de las acciones. Estadísticas de atención al consumo adictivo, al consumo social, de internaciones, etc. Carecemos de estos datos.
Sí vimos la promoción de los beneficios para quienes consumían y ahora agradecen públicamente poder hacerlo sin prohibición, ni riesgos legales, por ejemplo el video de Calamaro y algunos otros artistas, incluso en tiras televisivas diarias de la tv pública. Esto da cuenta de qué aspecto de la ley se promovió, que fue el consumo sin riesgos legales y no la lucha contra la droga.