«Keila buscaba ayuda y después se alejaba»
Keila Moreira tenía 16 años y fue asesinada por su novio, Franco Moreira, dos años mayor que ella en el barrio Las Praderas de la localidad de Campana. La joven jugaba al fútbol en el equipo de su barrio pero había empezado a aislarse de todo, incluso de la escuela. Una vida interrumpida por la violencia más feroz.
ANDAR en Campana
(Andar Agencia) “Fue una semana bastante movilizante, con los chicos hicimos varias movilizaciones, la última fue el lunes. Ahora el novio de Keila se entregó y tiene que prestar declaración”, cuenta Claudia Calizaya, docente de la Escuela Secundaria N° 15 a la que asistía Keila. El joven estaba prófugo junto a Matías Oviedo, un amigo que estaba con ellos en el momento del crimen, y se entregó ayer.
“En las marchas era liberar toda esa tristeza, la bronca, esperábamos que reciban la mama de Keila en fiscalía y nos quedábamos haciendo sentada en la calle hasta que salía y contaba las novedades, por ahí eso empezaba a las 9 y terminaba a las 2 de la tarde”, relata Claudia. El barrio Otamendi, donde viven la familia de Keila y muchos de los y las chicas que asisten a la Escuela 15 queda a unos 6 km del centro, pero encontraban la forma de movilizarse para marchar. “En las sentadas hacíamos ronda y las chicas empezaban a hablar, y hablaban de los hechos de violencia que ven. Keila buscaba ayuda y después se alejaba. Empezó a cambiar a distanciarse a perder las cosas de la escuela en tercer año, coincide con el momento que se puso de novia con este chico”, dice la docente.
De acuerdo a la prensa local la mamá de Keila había hecho varias denuncias por la relación violenta de Moreira con su hija, y aparentemente fueron desestimadas. Las medidas del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio desconectaron a la joven de otros espacios, como la escuela donde la comunicación entre los equipos docentes y los y las estudiantes a veces se hacía muy difícil. Keila era una de las chicas con las que el equipo pedagógico estaba tratando de reconectar, su vínculo con el colegio ya venía siendo intermitente y terminó de cortarse en estos meses. Durante el ASPO además se había mudado con el novio y estaba más alejada todavía incluso físicamente, en un barrio para el que hay que cruzar panamericana “si no tenés movilidad quedas más aislado”, señala Claudia.
“A pesar de todos los avances que hay en temas de género nos damos cuenta que las instituciones no están preparadas para resolver estas cuestiones”, dice Claudia. La docente se siente sola y sin respaldo institucional. Quienes se encargan de la inspección de la escuela siguen recomendando mantener sólo la comunicación por teléfono o Whatsapp por el ASPO. “Eso no es suficiente. Es necesario poder abordar esto de otra manera. Me parece súper importante poder tratar estos casos, hablar de violencia de género y dar la contención que los chicos necesitan. Los propios chicos dicen cómo nos quieren contener si a esto desde la escuela le dicen “fallecimiento”, no nos cuentan ni que la mataron. Venimos de duelo en duelo, pero es lo que nos pasa y hay que hablarlo.”, agrega.
“No sé cómo voy a volver a jugar” le decía a ella una de las amigas y compañeras de Keila del equipo de fútbol del que era parte. La Fiscalía Nº2, a cargo de la Dra. Ana Laura Brizuela, caratuló la causa como «Homicidio agravado por el uso de arma de fuego, por el vínculo, y en contexto de femicidio». “Ni una menos” dicen los y las amigas de Keila en las calles.
Según los últimos datos del Observatorio de violencias de género Ahora que sí nos ven entre enero y septiembre 2020 ocurrieron 223 femicidios, 86 fueron en la Provincia de Buenos Aires. Su propio hogar es para las mujeres el lugar más inseguro: el 64% de los crímenes ocurrió en la vivienda de la víctima, dato que coincide con quiénes son los agresores: el 65% de los femicidios fueron cometidos por parejas o ex parejas.