JUICIO SAINT AMANT II Juicio por lesa: un hecho histórico para San Pedro
ANDAR en San Pedro
(Mesa por la Memoria de San Pedro) Recordar para no olvidar fue la consigna que tuvo la Mesa por la memoria, la verdad y la justicia de San Pedro desde su conformación. Desde allí fue que se desplegaron diversas acciones que confluyeron en la posibilidad de realizar las audiencias públicas por los juicios de lesa humanidad en nuestra localidad. Junto a los compañeros de las Mesas de San Nicolás y Pergamino se accionó para que pudiéramos trabajar en cada localidad afectada el por qué y el para qué que esta posibilidad de descentralización nos brindaba. La pelea se dio en varios planos: la necesidad de la presencia de los jóvenes de las escuelas secundarias en las audiencias públicas, la urgencia de comprometer al poder político local en las acciones, la importancia del armado de una Red de encuentro y contención de víctimas y testigos, la llegada a la comunidad a través de la difusión e información. Finalmente, en la sala del Concejo Deliberante de San Pedro se llevan a cabo las audiencias del juicio conocido como Saint Amant II a siete meses de iniciado el debate oral y público en la ciudad de San Nicolás.
San Pedro tiene hoy la oportunidad de presenciar este hecho histórico que, creemos, habilitará otras posibilidades en las formas de ser y estar en la comunidad. Una comunidad caracterizada por los silencios, las mordazas, los muros simbólicos que impidieron hasta ahora habilitar la palabra en relación a lo que nos pasó durante ese período histórico. Las seis primeras audiencias por algunos de los crímenes de lesa humanidad cometidos en Baradero y San Pedro entre 1976 y 1977 se están desarrollando con presencia y acompañamiento de la comunidad.
La presencia de los pibes con sus profes dentro y fuera de la sala de audiencias está marcando la diferencia y la posibilidad de un antes y un después para las nuevas generaciones. Rondas de charlas con testigos y víctimas; expresión de las vivencias en una radio abierta y la expresión artística montada por jóvenes militantes que, como ellos dicen “aguantan los trapos, las consignas y los ideales de los 30.000”; jóvenes que ponen el cuerpo en cada audiencia y ofrecen siempre un poco más para que los otros pibes se lleven la más rica experiencia. Todo es altamente gratificante, conmovedor y esperanzador.
La sala se colmó de asistentes a lo largo de las seis jornadas desarrolladas. Familias, amigos, compañeros, profesores y alumnos hicieron su acompañamiento a las víctimas y testigos del accionar del terrorismo de Estado en cada testimonio dado ante el Tribunal. Todos remarcaron con su voz entrecortada por la emoción la importancia de juzgar con todas las garantías a los imputados. Garantías que ellos no habían tenido a la hora de ser chupados de sus hogares, desaparecidos y torturados. Todos destacaron que la posibilidad de poner en palabras el horror sufrido ante un Tribunal desplazando del ámbito privado al público lo que habían callado durante cuarenta años, tuvo su efecto reparador. Los abrazos, las lágrimas y la expresión en las miradas de los que salen de dar su testimonio -aplaudidos en la sala y después en la calle por los que hicieron y hacen el aguante- alcanza una significación y relevancia como posibilidad de sanación del tejido social hasta ahora impensado. El poder “dar cuenta” a partir del testimonio brindado del plan sistemático armado y de la cadena de complicidades civiles y eclesiásticas para la ejecución del mismo en la localidad y la zona impactó de lleno en el corazón de una comunidad acostumbrada a callar. Cada uno de los que dieron testimonio acompañó al resto a lo largo de las seis jornadas. Con otro temple, con la sonrisa y el abrazo pronto para los que iban saliendo de la sala de audiencias. Aún conmovidos por el hecho de volver a tener 19, 20, 21 años en el cuerpo y en el alma por el ejercicio de recordar, de “hacer memoria”, de poner palabras donde estuvo el silencio, de tejer abrazos donde estuvo la soledad , el estigma, el horror y el terror.
El objetivo ha sido, es, y seguirá siendo desandar un poco el entramado cultural que posibilitó el genocidio iniciado el 24 de marzo de 1976; resignificar la necesidad de desarrollar una ciudadanía plena en su conciencia a ser y hacer a partir del ejercicio pleno del derecho; desovillar esos hilos imperceptibles que unen ese ayer con este hoy determinando formas de ser y estar en comunidad. Como solemos decir en palabras de Paco Urondo y con conciencia plena del significado que encierra “arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos”.
Por estos días, una llamita comenzó a encender e iluminar en nuestro pueblo futuros más prometedores y esperanzadores.