EN EL BARRIO SAN JOSÉ DE ALMIRANTE BROWN Juicio Hogar Casa de Belén: se realizó una inspección ocular en la casa donde mataron a la madre de los hermanos Ramírez
En la mañana del jueves 2 de febrero se llevó a cabo, a instancias del Tribunal Oral Federal (TOF) de La Plata, un recorrido judicial por las inmediaciones de la vivienda en la que el 15 de marzo de 1977 se produjo un brutal operativo conjunto entre Policía Bonaerense y el Ejército y del que resultaron acribillados Florencia Ruibal, José Luis Alvarenga y Vicenta Orrego Meza de Ramírez. Esta última, antes de morir por los impactos de bala, alcanzó a sacar a sus tres hijos por una ventana trasera pero semanas más tarde ellos serían institucionalizados en el Hogar Casa de Belén por decisión de una jueza de menores. Allí sufrirían graves vejaciones, abusos y violencias, que actualmente se juzgan en un juicio de lesa humanidad con 9 imputados.
ANDAR en la justicia
Actualmente el barrio San José de Almirante Brown tiene pocos terrenos baldíos pero en 1977 estaba conformado por un puñado de casas dispersas rodeadas por un relleno sanitario, una pequeña laguna y algunas lomadas de tierra. En una de aquellas viviendas hacia marzo de aquel año se había instalado Vicenta Orrego Meza de Ramírez con sus tres pequeños hijos -Alejandro, María Ester y Carlos Ramírez, de 2, 4 y 5 años respectivamente-, y luego se sumarían una mujer y un hombre que en el barrio los suponían como pareja pero que, en realidad, los unía la militancia.
En aquella humilde casa se produciría un brutal y masivo operativo conjunto entre Policía Bonaerense y el Ejército que terminó con la muerte de Florencia Ruibal, José Luis Alvarenga y Vicenta Orrego Meza. Centenares de impactos de bala fueron contabilizados por los vecinos más cercanos que, al retirarse las fuerzas con los cuerpos sin vida, se acercaron a la vivienda. Uno de ellos, Francisco Nogueira, tenía 10 años en aquel momento y fue, junto a Ramón Roberto “Pepe” Galeano, quien este jueves 2 de febrero guió a los jueces del TOF 1 de La Plata en la inspección ocular.
“Cuando se iban los policías, pedí permiso para ingresar a la casa para buscar una pala que le había prestado a Vicenta. Entré por la puerta de atrás, ya que en aquellos años la casa estaba aislada del resto y estaba rodeada de baldíos. La abertura parecía un colador y una de las balas había atravesado la madera y agujereado la garrafa, por lo que había mucho olor a gas. Durante un tiempo tuve impregnado en la nariz el olor a gas y sangre de aquella casa”, relató el testigo Nogueira.
Galeano, por su parte, es un hombre mucho mayor y recuerda a Nogueira y a los hijos de Vicenta Meza cuando jugaban a la pelota en la calle o pasaban corriendo por su casa: “Eran muy chiquitos ellos. Y de aquel operativo, yo acababa de llegar del trabajo y el barrio estaba a oscuras porque habían cortado la luz y no dejaban acercarse a nadie hasta las inmediaciones de la casa de Vicenta. Yo tardé mucho tiempo en hacer varias cuadras con mi bicicleta. Finalmente, en medio de la balacera, escuché gritos. Salí al patio de atrás de mi casa y vi a los tres niños llorando y avanzando hacia donde yo estaba. Me acerqué y los guié hasta ponerlos a salvo. De milagro no los alcanzó una bala”.
Los dos testigos se dirigen a los jueces del TOF 1 y van rodeados por unas 15 personas que representan al Ministerio Público Fiscal, a las querellas –no participó nadie por las defensas- además de vecinos que acompañan el recorrido. Todo queda enmarcado en menos de una cuadra, que es la distancia entre la casa donde vivía Vicenta Meza con sus hijos y las casas de Nogueira y Galeano.
Según los testigos, en las inmediaciones de la casa atacada intervinieron personas vestidas de civil, mientras que alejados y formando un estricto control de ingreso al barrio se habían apostado los policías uniformados y con sus patrulleros. La dirección de las balas provenía de múltiples ángulos, incluso desde arriba de uno de los techos de las casas cercanas.
Y en cuanto a la masacre de los adultos que ocupaban la vivienda, dos de ellos fueron asesinados por un grupo de personas que se acercó hasta la ventana del frente, mientras que Vicenta recibió los disparos en la parte trasera del inmueble luego de haber sacado a sus hijos por otra ventana.
Según el testigo Nogueira, “mi opinión es que si querían llevárselos con vida podrían haberlo hecho porque no tenían forma de escapar de esta casa. La policía había rodeado la zona, era un descampado por lo que no podían ocultarse si las víctimas hubiesen querido hacerlo. Pero aquélla no era la intención”.
Fue tal la cantidad de disparos realizados aquella noche que en un momento uno de los responsables del operativo gritó: “No tiren más, no tiren más, que le van a pegar a uno de los nuestros”. Los cuerpos de las tres personas masacradas serían retirados a la calle y de allí subidos a dos carros de un vecino de la zona, con los que trasladaron los restos por unas cuadras hasta donde los esperaba una morguera oficial.
Y durante los días posteriores, hasta que intervino una jueza de menores y dispuso la ubicación de los niños en el Hogar Casa de Belén, permaneció estacionada en el barrio una custodia policial que vigilaba desde el interior de una Estanciera. Los policías eran del barrio, conocidos por todos: “Zárate y Cabrera”, coincidieron los testigos.
Tras casi media hora de relatos y recorridas por la cuadra, llegó la anécdota final surgida desde lo profundo del dolor que habitó en la memoria del testigo Nogueira durante más de 45 años. Señalando hacia una pequeña terraza de una casa cercana a la suya explicó que, apenas horas después del operativo y ya por la mañana, desde allí arriba observaban los tres hijos de Vicenta Meza de Ramírez cómo los vecinos de la zona ingresaban a la que había sido su casa y se robaban los pocos objetos de valor que encontraban.
“Yo estaba con ellos, era amigo de Carlos, el mayor. Y no me puedo olvidar de su frase, mientras la gente entraba y salía con las pertenencias de la familia: ‘¡Se están robando mis juguetes!’”, recordó el testigo, quien no pudo continuar con su relato.
Datos sobre el juicio
Comenzó el 4 de marzo pasado a instancias del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata –integrado por los jueces subrogantes José Antonio Michilini, Andrés Fabián Basso y Nelson Javier Jarazo- y se ventilan los crímenes de lesa humanidad cometidos contra los hermanos Ramírez, apropiados durante la última dictadura y cuya identidad se mantuvo adulterada por más de 6 años, además del homicidio de la madre de los niños y de otras dos víctimas.
Hay solo 9 imputados, ya que otros 10 murieron y 3 fueron apartados del proceso por incapacidad sobreviniente. En torno al caso de los hermanos Alejandro, María Ester y Carlos Ramírez, solo estará sentada entre los imputados la ex secretaria del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, Nora Susana Pellicer, quien cumplió un rol secundario en la supresión de identidad de los niños y la niña.
Cabe aclarar que este juicio llega con la unificación de dos causas: la que se conoce como “operativos” e investiga un procedimiento realizado en conjunto por el Ejército y la policía bonaerense el 15 marzo de 1977, en el barrio San José de la localidad de Almirante Brown, que terminó con la muerte de Florencia Ruibal, José Luis Alvarenga y Vicenta Orrego Meza de Ramírez, la madre de los niños apropiados. Al día siguiente las mismas fuerzas asesinaron a otras tres personas en Lavallol. La otra causa es la que se conoce como “Hogar de Belén”, y contempla justamente la apropiación y sustracción de identidad de los niños Alejandro, María Ester y Carlos Ramírez (de 2, 4 y 5 años respectivamente en marzo de 1977) luego de la ejecución de su madre en el operativo de fuerzas conjuntas realizado en la localidad de San José.
Los hermanos fueron alojados y permanecieron por más de 6 años en el Hogar Casa de Belén, un instituto de menores de Banfield a disposición del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, que durante todo el período impidió que los familiares –su padre y una hermana de éste- conocieran su paradero a pesar de las incesantes averiguaciones y gestiones que llevaban adelante para dar con ellos. Allí los niños padecieron todo tipo de violencias, abusos sexuales y amenazas hasta que lograron reencontrarse con su padre.