UN ANÁLISIS SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA ETIQUETA QUE ESTIGMATIZA Jóvenes ‘Ni-Ni’: ni derechos plenos ni oportunidades formales
ANDAR en Olavarría
(AZ-FACSO) Para las estadísticas se trata de adolescentes y jóvenes que ni estudian, ni trabajan. La etiqueta Ni-Ni los agrupa a todos sin distinción de sus contextos o sus ciclos de vida. Al ser rotulados por lo que no hacen el eje de discusión pasa por sus proyectos de vida y no por los derechos a los que no acceden
Sergio tiene 24 años. Estudió, durante dos, profesorado de inglés en Mar del Plata. Cuando sus padres quedaron desempleados, se mudaron a Olavarría. Obligado a dejar sus estudios, pensó en trabajar para quedarse en la ciudad costera. Probó en un call center: renunció. Intentó como recepcionista de hotel: no funcionó. Se mudó a Olavarría con su familia y retomó sus estudios en inglés. Luego de dos años se dio cuenta de que no era lo que buscaba y abandonó. Hoy vive con sus padres, da clases particulares de inglés y cursa fotografía en el Foto Club para comenzar un emprendimiento propio. Para las estadísticas es un ‘Ni-Ni’: ni estudia, ni trabaja.
Como Sergio, hay en Olavarría aproximadamente 2100 jóvenes de 16 a 24 años, según las cifras de 2012 de la Unidad Coordinadora de Indicadores Locales. Se estima que en Argentina hay unos 900.000 (18,7% de jóvenes) bajo esa categoría (de 15 a 24 años) de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares del Indec del mismo año.
La categoría ‘Ni-Ni’ en realidad no existe como tal. Es una etiqueta que se desprende de una lectura subjetiva de las encuestas. El sistema mide la cantidad de jóvenes de un rango etario que trabaja o estudia en el ámbito formal. Quienes no encajan en uno u otro, son considerados ‘Ni-Ni’.
Las y los jóvenes son definidos por lo que no hacen. Son rotulados de manera negativa, induciendo a la conclusión de que ‘no hacen nada’. «La apropiación del término por el sentido común sirve para construir un ‘grupo emisario’ en el que la sociedad deposita sus fantasmas, construyendo una visión social de la juventud desvalorizada y peligrosa» afirma la socióloga, María del Carmen Feijoó en su artículo ‘Precisiones sobre los Ni-Ni’ publicado este año en el diario Página 12.
En ese mismo artículo, Feijoó remarca que, en la Conferencia de Población de América latina y el Caribe realizada Montevideo en agosto de 2013, una de las redes de jóvenes presentes señaló que «los y las jóvenes de la región que no trabajan ni estudian, lejos de estar mirando todo el día el techo o la televisión, son piezas fundamentales en las estrategias de los arreglos domésticos de sus hogares».
¿Ni estudian, ni trabajan?
Las cursadas de Sergio en el Foto Club no son ‘estudios’ para quienes leen las mediciones. Ya que, el ‘Ni estudia’ contempla a quienes no están inscriptos en el sistema formal de educación (Primaria, Secundaria, Terciaria, Escuela Piloto o Universidad). Los trabajos domésticos y de cuidado familiar que Karen Martínez, de 18 años, hace en su casa caen también en la etiqueta ‘Ni trabaja’.
Karen abandonó el secundario porque necesita trabajar. Vive con su novio en la casa de su madre. Desde los 15 hasta los 17 años estudió y trabajó. Ahora, para las estadísticas es una joven ‘Ni-Ni’ ya que abandonó la escuela y no tiene trabajo. Sin embargo, ella no se identifica con esa mirada. «Yo no me definiría como una joven que ni estudia, ni trabaja. Dejé de estudiar este año pero siempre estoy trabajando. Mi casa la mantengo yo y de vez en cuando hago changas mientras intento conseguirme un laburo», cuenta Karen.
Leonel Martínez, tiene 23 años y para las cifras es otro ‘Ni-Ni’. Su vida transcurrió entre Sierra de la Ventana, Olavarría, Bahía Blanca, Ushuaia, Santa Cruz y nuevamente Olavarría. Su familia, según él, es humilde y numerosa. Tuvo que abandonar noveno porque no podía pagarse «ni el boleto del colectivo». Por esa situación estuvo un año sin estudiar y ayudando a su familia hasta que pudo retomar sus estudios. Llegó a 6º año y debe dos materias, por lo que no tiene el título secundario. Ahora, no estudia ni trabaja en el ámbito formal. «Yo quiero que llegue el año próximo. Voy a dar las materias y buscarme un laburo que me permita estudiar también», planea con optimismo. Mientras tanto, vive con su primo al que ayuda económicamente cuando encuentra algún trabajo. «He trabajado en varios lados, pero tuve problemas personales con los dueños o encargados y me he tenido que ir. No se me dificulta encontrar trabajo, me cuesta más mantenerlo», confiesa.
La etiqueta ‘Ni-Ni’ con la que se rotula a estos jóvenes es mediáticamente efectiva para quienes persiguen un alto impacto. Su contundencia reside en el número estadístico. Cumple de forma positiva la tarea de alertar sobre algo urgente y real pero el concepto es más complejo. Abarca a un grupo etario en diferentes fases del ciclo de vida, supone que la situación ‘Ni-Ni’ es una condición estable y presume que más allá del proceso de preparación educativa y del mercado laboral, no existe otro ámbito de actividad que valga la pena ser considerado, como por ejemplo, las tareas domésticas.
Para Patricia Seijo, responsable de la Unidad Coordinadora de Indicadores Locales, los ‘Ni-Nis’, «son chicos que se caracterizan por tener un nivel educativo bajo debido a que no finalizaron sus estudios secundarios. Esto no les permite luego insertarse en el mercado laboral». Ese es, entonces, el principal problema a atender según el municipio.
La Encuesta Socioeducativa elaborada por Indicadores Locales muestra que casi siete de cada diez adolescentes que repitieron o abandonaron, señalaron a la escuela como responsable de su frustración. Es decir, que es el mismo sistema educativo el que no logra contener a los jóvenes.
Mario Fernández, director de la Escuela Secundaria Nº 13, tiene otra mirada. «Hoy tenemos muchos más chicos en la escuela y debemos acompañarlos para que finalicen sus estudios». Para él es responsabilidad de los adultos que los chicos permanezcan en la escuela, estudien y se egresen. «No puede ser que la categoría Ni-Ni se tome desde los 15 o los 16 años. Hasta los 18 los pibes tienen que estar estudiando en la escuela. En algo estamos fallando».
Las dificultades que afrontan muchos jóvenes a la hora de estudiar provocan que abandonen el secundario. Esto en muchos casos, según Fernández, es temporal ya que luego de unos meses vuelven a la escuela para ver cómo retomar los estudios. «A veces viene la mamá de algún chico y me dice ‘mirá, lo necesito porque tenemos que hacer una changa’. Entonces ese pibe se va y por 15 días no vuelve. Nosotros tratamos de motivarlo luego para que no abandone completamente».
Qué ven cuando los ven
La problemática de las y los ‘Ni-Ni’ es cada vez es más visible en la agenda de los medios de comunicación nacionales. Los que antes eran los ‘adolescentes sin futuro’, ‘vagos’ o ‘jóvenes marginales’ ahora son agrupados bajo un nuevo rótulo. No es difícil encontrar artículos periodísticos que los definan como «los pibes de las esquinas que toman cerveza» o como «los futuros pobres».
La socióloga Vanesa D’Alessandre en un su artículo ‘Soy lo que ves y no es’, publicado en el cuaderno 17 del Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL), analiza como la prensa latinoamericana refleja a los ‘Ni-Ni’ y afirma que en el corpus de artículos analizados existe una tensión y un malestar por parte de los autores. Estos proyectan sobre los jóvenes ‘Ni-Ni’ sus propios temores. «La preocupación central (de la prensa latinoamericana) radica en el riesgo de desintegración de la sociedad, incremento del crimen organizado, violencia e inseguridad que trae aparejada la presencia de adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan».
Muchos y muchas jóvenes están enmarcados en una trama social compleja. Se encuentran permanentemente redefiniendo sus prioridades: abandonar los estudios para trabajar, dejar de trabajar para colaborar en tareas domésticas, retomar los estudios para encontrar un mejor trabajo o estudiar y a la vez trabajar. Por momentos ni estudian, ni trabajan, y son agrupados en una misma etiqueta que presupone que todas y todos son parte de un colectivo homogéneo de adolescentes y jóvenes sin futuro alguno.
Como concluye en su artículo María del Carmen Feijoó, «no se trata de lo que no son, se trata de los derechos a los que no acceden».