UNA INICIATIVA DE MURGAS INDEPENDIENTES DE BUENOS AIRES (MIBA) Impulsan una ley provincial de murgas
Las murgas barriales buscan ser reconocidas como patrimonio cultural inmaterial de la Provincia y que los municipios no limiten ni persigan a quienes organizan corsos y jornadas de manera independiente.
ANDAR en la calle
(Agencia) Desde el espacio de Murgas Independientes de Buenos Aires (MIBA) promueven la discusión y posterior sanción de una Ley Provincial de Murgas con el apoyo del Movimiento Nacional que las nuclea. Será en los términos de la ley bonaerense 13056, que garantiza el derecho de acceso a la cultura y que apoya las manifestaciones culturales que afirman la identidad local, regional, provincial y nacional, y será una respuesta ante la discrecionalidad y arbitrariedad con que los municipios bonaerenses habilitan la realización de corsos por parte de organizaciones barriales autogestivas.
Según explicaron a ANDAR varios referentes murgueros, lo que se busca es lograr una ley específica sobre murgas ya que, hasta el momento y de acuerdo a las prácticas de gestión y control en muchos municipios, no son reconocidas como expresiones culturales que contempla la ley 13056.
En este sentido, desde hace más de un año las murgas independientes de la provincia de Buenos Aires vienen realizando asambleas periódicas con el objeto de discutir un proyecto único de ley que aún se encuentra en etapa de elaboración.
El primer artículo del boceto establece que “se reconoce al género artístico-cultural denominado murga como parte del patrimonio cultural de la Provincia de Buenos Aires en los términos establecidos por la ley 26128, de ratificación de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial”.
El segundo artículo prevé que se declare de interés provincial su investigación, preservación, apoyo y difusión, y el tercero indica que el Instituto Cultural de la Provincia (que fue creado a partir de la ley 13056), en su calidad de autoridad de aplicación, promoverá acciones por sí y en articulación con los municipios para el cumplimiento de la ley.Esa autoridad de aplicación, según el siguiente artículo, será acompañada en sus funciones por un parlamento murguero compuesto por representantes de cada municipio, los cuales serán elegidos de acuerdo a las regiones culturales de la Provincia.
[pullquote]Hasta el momento y de acuerdo a las prácticas de gestión y control en muchos municipios, la murga no es reconocida entre las expresiones culturales que contempla la ley 13056[/pullquote]
El quinto artículo de la iniciativa propone garantizar “la autogestión de las agrupaciones permitiendo la realización de festivales y corsos familiares, gratuitos, comunitarios y participativos, organizados de forma independiente. Los mismos deberán realizarse en el marco de las ordenanzas vigentes en cada municipio, al momento de la sanción de la presente ley”.
“Los corsos son parte de la identidad cultural de los barrios y los mismos tienen derecho a la libre expresión y la libre idealización de los espacios públicos. Cortar el libre desarrollo de estas actividades y la posibilidad de autogestión de las murgas es un atropello a la cultura popular”, señalaron los murgueros en una jornada de reclamo y visibilización que realizaron a mediados de abril, frente al Congreso de la Nación. El objetivo era difundir las problemáticas por las que atraviesan, especialmente para obtener respaldo social y político para la sanción de la ley provincial, durante años postergada.
Las murgas en los barrios
Marta Presa Blanco, referente de la murga “Quinto Elemento”, de la localidad de Ezpeleta, Quilmes, destaca el carácter social y la función de promoción de habilidades artísticas de la murga, a la que asisten regularmente más de 30 niños, adolescentes y jóvenes.
[pullquote]Marta Presa Blanco: «Quinto Elemento es un espacio de encuentro social, los chicos están contenidos en un proyecto artístico y a partir de esta murga pueden desarrollar sus aptitudes y gustos»[/pullquote]
“En ‘Quinto Elemento’ hay niños de 3 años y jóvenes de hasta 25, además de varios adultos que son padres de muchos de ellos. Es un espacio de encuentro social, los chicos están contenidos en un proyecto artístico y a partir de esta murga pueden desarrollar sus aptitudes y gustos. Para nuestros ensayos utilizamos, durante el verano, un predio del ferrocarril, y el resto del año en un Centro Educativo Complementario (CEC) con cuyas autoridades firmamos un convenio hace 5 años”, explica.
“En estos barrios los chicos carecen de todo”, agrega Marta. No obstante, la murga se constituye como un proyecto motivador: la música, las letras de las canciones, la ropa de los murgueros, los pasos y toques, toda la expresión artística y los materiales que necesitan son construidos por el colectivo de “Quinto Elemento”.
“La crítica de nuestra murga es siempre hacia las problemáticas sociales del barrio, la carencia de alimentos, trabajo, acceso a la educación. Con respecto a la música, tuvimos la suerte de encontrarnos con otras murgas más antiguas con las que aprendimos distintos recursos de percusión y de instrumentos de cuerdas. La ropa la confeccionamos nosotros mismos, hacemos rifas para comprar las telas, y después las madres nos encargamos de armar el vestuario”, destaca la referente de Ezpeleta.
Levitas, galeras altas, colores fuertes… la expresión cuyos orígenes se remontan a la parodia que los esclavos hacían de sus amos, se resignifica en “Quinto Elemento” para retratar los personajes del barrio, los problemas sanitarios, laborales, la precariedad material y la cotidianeidad de quienes lo habitan. Periódicamente, la murga visita otras localidades y participa de corsos barriales en los que otras murgas cuentas sus historias, sus lugares y sus modos de habitar y ver el mundo.
En Quilmes, según afirman los murgueros, el municipio permite el libre desarrollo de los corsos barriales y autogestivos. Sin embargo, tal posibilidad de intervención en los espacios públicos no es común en todos los municipios bonaerenses, sino que depende de las ordenanzas y reglamentaciones que cada gobierno local establece y de las decisiones políticas que en cada lugar predominan.
Así, en La Matanza, por ejemplo, existe un marco legal contradictorio: se reconoce como patrimonio cultural inmaterial a todas las expresiones del carnaval, pero a la vez existe otra ordenanza que prohíbe la realización de corsos a organizaciones autogestivas. Es decir, sólo se reconocen como válidas las jornadas organizadas en verano por parte del municipio.
[pullquote]Fabiana Valles: «Durante los últimos años, entre 7 y 8 eventos han sido “levantados” en pleno desarrollo por parte del municipio de Merlo»[/pullquote]
En Merlo, la situación es mucho más delicada: una murga barrial, hace algunos años, informó a las autoridades que realizaría una actividad en la calle. La respuesta inicial fue que la jornada sería permitida, pero sólo si se realizaba “en un lugar cerrado”. El evento se hizo en un salón de una sociedad de fomento pero lo increíble fue que, al modo de los censores de la dictadura, se les exigió a los organizadores que informaran los nombres de los referentes de murgas que participarían de la jornada y las letras de las canciones que serían interpretadas.
La censura y prohibición de actividades organizadas por murgas independientes se da también en los municipios de Campana, Tres de Febrero, Tigre, Malvinas Argentinas, José C. Paz, San Fernando y Avellaneda. La mayoría de los murgueros señala que los problemas de habilitación municipal se profundizaron, curiosamente, a partir del decreto presidencial que en 2010 restableció los feriados de Carnaval.
Como oportunidad para la propaganda política, muchos intendentes bonaerenses decidieron organizar los corsos oficiales, obligando a las murgas barriales e independientes a participar sólo de los festejos municipales y, al mismo tiempo, prohibiéndoles la realización de jornadas autogestivas. Las denuncias por malos tratos, la falta de respuestas a sus reclamos y hasta la persecución policial y judicial en varios casos, derivaron en el reforzamiento de los lazos entre las murgas barriales bonaerenses.
[pullquote]Los murgueros señalan que los problemas de habilitación municipal se profundizaron, curiosamente, a partir de2010 con el decreto presidencial que restableció los feriados de Carnaval[/pullquote]
Fabiana Valles, referente de la murga “Pateando tristezas”, de Merlo, explicó a ANDAR que, a partir de los feriados de carnaval, “cada vez que fuimos a realizar la notificación de algún evento empezaron a decirnos que no, o no nos contestaban y llegaba el día y ellos se presentaban con la policía a levantarnos el evento, ya sea el festival o corso. Siempre vienen uno o dos inspectores generales del municipio, acompañados por uno o dos patrulleros, e informan que no se puede realizar ese tipo de eventos en la vía pública, aunque nunca nos han mostrado qué ordenanza municipal es la que prohíbe”.
Durante los últimos años, entre 7 y 8 eventos han sido “levantados” en pleno desarrollo por parte del municipio. Como explicación oficial, se les repite a los organizadores que deben anunciar cada jornada con 90 días de anticipación, aunque ni siquiera cumpliendo esa rara formalidad se ha mantenido el compromiso.
Por otra parte, en 2012, la murga “Quinta Estrella”, del barrio Mariano Acosta, Merlo, realizaba un corso barrial al que habían asistido más 500 vecinos del barrio entre niños, jóvenes y adultos. Durante la presentación de una de las murgas invitadas, seis patrulleros con policías armados irrumpieron en el lugar y prohibieron la continuidad de la jornada. En otro caso, también ocurrido en Merlo, una de las referentes de una murga barrial tuvo, en la puerta de su casa, un patrullero durante todo un día porque el municipio quería asegurarse de que no se realizara una intervención que ya había sido cancelada.
“En estos últimos años, en los que se han producido muchos avances con respecto a las políticas culturales destinadas a los jóvenes, es muy difícil comprender que haya municipios que no permitan realizar corsos por parte de murgas independientes. Por eso esperamos que se logre la sanción de la ley, y más allá de eso, que se reconozca la importancia de estos proyectos sociales y culturales autogestivos”, concluye Marta Presa Blanco, cuyas expectativas expresan y contienen las de centenares de murgas bonaerenses.