Grave represión y torturas en la Unidad Penal 42 de Florencio Varela
La CPM realizó una inspección a partir de las denuncias de familiares de los detenidos y confirmó los hechos de violencia. Realizarán una denuncia penal y una presentación colectiva por la gravedad de los sucesos. Denuncian además mecanismos de delegación de la violencia.
ANDAR en las cárceles
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) debió concurrir a la Unidad Penal Nº 42 de Florencio Varela ante reiterados llamados de familiares de los detenidos que denunciaban una feroz represión en el penal. En la inspección que realizó el equipo del Comité contra la Tortura (CCT) del organismo se constataron estos hechos de violencia que dejaron más de 10 heridos de balas de goma, algunos con heridas de entre 7 y 10 centímetros de profundidad y sin atención médica adecuada, y una persona que debió ser hospitalizada.
“La violencia de la represión se suma al hacinamiento y abandono de la unidad, que está sumamente desbordada en población teniendo un cupo de alrededor de 540 personas, y un total de 700 detenidos en estos últimos días”, informaron desde el equipo del CCT. También describieron que la infraestructura de algunos pabellones está muy deteriorada con cloacas desbordadas, falta de vidrios en ventanas, escasa alimentación y muchas horas de encierro, sobre todo en los pabellones de aislamiento (SAC) admisión y alojamiento transitorio.
Desde la CPM denuncian también una gestión penitenciaria basada en prácticas de delegación de la violencia “con la finalidad de establecer un control sobre la población encerrada basado en la sumisión y humillación constante”.
El organismo está preparando la denuncia penal y la presentación colectiva por la gravedad de los sucesos descritos.
La gestión de la violencia, el camino a la represión
El circuito de violencia se despliega sobre todo en la forma en que se distribuye a las personas que ingresan a la unidad para el control y orden de los pabellones. “Esta distribución que hace el Servicio Penitenciario implica a grupos de detenidos en quienes se delega el control de estos lugares”, describen desde el organismo. Cuando esta modalidad de control al manejo tercerizado en los pabellones “armados” ya no es eficiente, el Servicio Penitenciario “rompe el pabellón”, es decir, genera conflictividad entre varios de los grupos y luego reprime a través de balas de goma.
En la unidad 42 el pabellón 11 funcionaba como “autodisciplina”. El día en que se desató la represión, los guardias de la unidad penal les anunciaron que serían trasladados a otros pabellones y los fueron llevando de a pares a un patio que se ubica frente al área de control. Mientras se sacaba a estas personas del pabellón 11 se ingresaban detenidos de otros sectores al lugar. El grupo de detenidos en el patio quedó rodeado de la guardia armada “estaban todos los escopeteros”, y el Servicio Penitenciario comenzó a disparar con balas de goma, en medio del descampado, cercano a la zona de visita. “No les importaba que había mujeres, chicos, nada; ellos disparaban a mansalva”, relató una de las víctimas. “Eran como 15, uno decía “negros de mierda” e insultaban a nuestras madres. ¡Tirales, tirales!, decía, nos pegaron con arpones, con palos, piñas”, describió otro.
Las agresiones con golpes, escudos y palos se reiteraron dentro del pabellón 11 al ser reingresados. Algunas personas que permanecían en el pabellón 12 también fueron reprimidas al presenciar los hechos y reclamar por la integridad de sus compañeros.
Luego, los que presentaban heridas de mayor gravedad fueron llevados a sanidad, y si el médico no indicaba criterio de internación los ingresaban a una “leonera” (jaula de aislamiento), donde permanecieron sin ropa, con frío, durante dos horas.
“Esto pone de manifiesto que la represión fue realizada con alevosía, indiscriminada y sin mediar criterio, y lejos de buscar “pacificar” (según palabras del director), permiten establecer un control férreo por medio del gobierno del miedo “y a través del uso indiscriminado de la violencia armada, consideraron desde la CPM.