UN POLICÍA FEDERAL MATÓ DE CUATRO BALAZOS A UN JOVEN DE 17 AÑOS Gatillo fácil en La Matanza: “Déjalo que se muera como una rata”
El sábado por la tarde en el barrio Villa Dorrego de González Catán, partido de La Matanza, el efectivo de la Policía Federal Matías Cabrera asesinó a César Alejandro Obes de 17 años. El agente estaba de civil y, según su versión, actuó para defenderse de un robo, el joven recibió cuatro disparos; el último, según denuncia la familia, cuando ya estaba en el suelo. “Déjalo que se muera como una rata”, dijo el policía cuando su mamá llegó corriendo a auxiliar a su hijo.
ANDAR en La Matanza
(Agencia) “Me quiso robar y me defendí”, alegó el efectivo de la Policía Federal Matías Cabrera luego de disparar cuatro veces contra César Alejandro Obes. El hecho ocurrió el sábado 9 de mayo alrededor de las 19 horas en la esquina de Calderón de la Barca y Coronel Garmendia, de González Catán, partido de La Matanza. Cuando el joven se desangraba en el suelo, su mamá —que vive a dos cuadras del lugar de crimen— se acercó a auxiliarlo y el policía le recriminó: “Déjalo que se muera como una rata”.
Alejandro, como lo llamaba su familia, fue trasladado en el auto de un vecino hasta el hospital materno infantil Teresa Luisa Germani. Ingresó con vida al nosocomio, pero murió pocos minutos después productos de las graves heridas recibidas. Alejandro tenía 17 años.
Según la declaración del policía de la Federal, él junto a su hermano estaban en la parada de colectivo cuando fueron sorprendidos por dos jóvenes que, mediante amenazas con un arma de fuego, les roban sus pertenencias. En algún momento, Cabrera dice que logra sacar su arma reglamentaria y dar la voz de alta, Alejandro dispara y él responde al ataque. El joven cae herido en el suelo, al lado de su cuerpo el arma; el otro—siempre de acuerdo a la versión del policía— logró escapar.
En el lugar del hecho se encontraron seis vainas 9mm y la autopsia sobre el cuerpo de Alejandro determinó que recibió cuatro disparos: tres en la zona del abdomen y pecho y una en la altura de la cadera. “No hay forma de justificar lo que hizo, aun si fuese verdad lo del robo, por qué dispararle así, incluso estando ya en el suelo. Disparo hasta matar porque, como él dijo, total son unas ratitas”, sintetiza Verónica Obes, la tía de la víctima.
En diálogo con ANDAR, Verónica recuerda que, desde el primer momento, tanto en la comisaría como en la fiscalía les repetían la versión policial. “Después de lo que pasó, fuimos al barrio y hablamos con vecinos y vecinas, y muchos nos cuentan otra cosa. Una vecina dijo que escuchó un grito de Alejandro y vio tres fogonazos. Cuando se acerca a la ventana, dice que vio a Alejandro agachado, que el policía le da una patada en la cabeza y cuando cae, ahí dispara dos veces más”, cuenta.
La investigación judicial está a cargo del fiscal Juan Pablo Tahtagian de la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio especializada en homicidios y se inició con la caratula «Robo agravado por el uso de arma de fuego, tentativa de homicidio criminis causa y homicidio». Por entender que actuó en legítima defensa, el fiscal Tahtagian dispuso la liberación del policía luego de su declaración. Todavía se esperan las pericias balísticas realizadas a las dos armas que se secuestraron en el lugar del crimen, la pistola reglamentaria de Matías Cabrera y la que pertenecería a Alejandro.
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) se puso en contacto con la familia del joven y realizó una serie de presentaciones ante la fiscalía general de La Matanza y la Procuración General para que se cumplan con los protocolos de actuación para la investigación de muertes por el accionar de un miembro de las fuerzas de seguridad.
“Alejandro estaba sufriendo y necesitaba ayuda, pero ningún dispositivo de atención pudo sostenerlo”, lamenta Verónica. Alejandro tenía problemas de adicciones y antecedentes penales. Hacía sólo dos meses que había recuperado la libertad. “Mi mamá [abuela paterna de Alejandro] intentó internarlo varias veces, hizo los trámites judiciales, pero nunca lograron hacerlo porque no había cupo o siempre faltaba algo más. Los problemas delictivos comenzaron con sus problemas de adicciones”, agrega.
Laura es docente, cuando se enteró de la muerte de Alejandro, escribió esto en sus redes: “Lo conocí en 2016, cursaba 1er año en vespertino en una secundaria del distrito donde trabajaba. Su trayectoria era interrumpida por cuestiones de vulnerabilidad vinculadas al consumo. Con el equipo docente hicimos muchas intervenciones sociopedagógicas. Como escuela intentamos acompañar, pero la realidad superaba a diario cada intento de sostener un estudiante que vivía una realidad adversa. A veces, la buena voluntad docente y la escuela en general no alcanzan para estas realidades, cuando todo lo excede… Se precisan cambios estructurales, que contengan a muchos pibes del conurbano donde el consumo se lleva vidas y proyectos. Nada muchas fuerzas para la familia”.