Fue el Estado. En Ayotzinapa, la muerte tiene permiso
“Gobierno, gobierno, por qué nos asesinas, si somos la esperanza de América Latina”
ANDAR EN México
(Por Axel Ancira , UNAM, México) Ayotzinapa. La palabra ha dado la vuelta al mundo en miles de publicaciones, mensajes de redes sociales, ha sido pronunciada en programas de radio y televisión en todos los idiomas. Ayotzinapa es una palabra enigmática incluso para nosotros, los mexicanos; se trata de un poblado en el centro de una de las provincias más pobres del país, y de toda América Latina, el Estado de Guerrero.El nombre del lugar está en náhuatl, lengua de los antiguos pobladores del centro de México a la llegada de los españoles, y quiere decir Río de Calabacitas. Pero los mexicanos de la ciudad no sabemos náhuatl y esos nombres nos suenan tan místicos y lejanos como el de un lugar en Vietnam o en el Congo… sus habitantes nos son igualmente invisibles.
El fin de semana del 26 y 27 de septiembre, un grupo de estudiantes de la escuela de Ayotzinapa viajaban a Iguala para realizar una colecta con la cubrirían los gastos para asistir a la marchas del 2 de octubre. Este día, como cada 2 de octubre de cada año el movimiento estudiantil conmemora (y exige justicia) por el asesinato de cientos de estudiantes caídos en Tlatelolco, ametrallados por francotiradores al finalizar un mitin en el año 1968. Lo que los estudiantes normalistas no sabían, es que al organizarse para asistir a esta conmemoración estaban enlazando sus destinos trágicamente con la de los estudiantes asesinados 44 años atrás.
Al llegar a la ciudad de Iguala, los policías de la localidad dispararon contra el autobús tomado por los normalistas. Los policías disparaban a matar. Quienes escaparon se organizaron para dar una conferencia de prensa: horas más tarde, lograron reunirse con algunos medios, pero a los pocos minutos sujetos no identificados, presuntamente un escuadrón del grupo narcotraficante Guerreros Unidos rafagueaban desde la oscuridad. Uno de los estudiantes, en su escapada encontró a un reportero del pulpo mediático Televisa, al que le increpó, — ¿Por qué corres?, graba lo que está pasando—, pero el asustado reportero le replicó que lo matarían si se quedaba ahí. Al mismo tiempo, a varios kilómetros de ahí, un comando armado disparó contra un autobús en el que viajaban adolescentes entre 14 y 17 años. Se trataba del equipo de fútbol de tercera división Avispones de Chilpancingo. En este atentado murieron tres personas. El delito de los del equipo de Avispones fue parecerse a estudiantes normalistas; el delito de los estudiantes fue haber nacido en México, la dictadura perfecta.
Desde ese día y hasta hoy 43 de los normalistas fueron desaparecidos. Desde entonces se han encontrado varias fosas clandestinas, sin que hasta el momento la medicina forense logre determinar si se trata o no de los cuerpos de los estudiantes, en todo caso, el número de restos humanos ha superado por mucho al de los normalistas. Y es que en México, no pasan tres días, una semana sin que un acto violento sea ejecutado. Bajo México existe otro país, un inframundo llena de cadáveres no identificados.
En estos momentos el mundo entero ha volteado hacia México porque están horrorizados, como es normal y consecuente, por un Estado que es cómplice y ejecutor de un ataque a jóvenes desarmados… Desde su fundación, la Ciudad de México, que hoy da nombre a este país, fue conocida por sus hermosos lagos, hoy México es un país que está sobre un gran charco de sangre, tantos que la cuenta se nos empieza a hacer inmanejable, más de cien mil… quizá el doble; en todo caso, pensemos en el Estadio Azteca, (aquel en el que Argentina se declaró campeona del mundo frente a Inglaterra en el 86)… no alcanzan las butacas del inmueble para representar la vida de cada persona que han perdido la vida en México en los últimos 8 años.
Para justificar la política de muerte se inventó una guerra, la llamada guerra contra el narco. Así corrió la sangre de integrantes de grupos delincuenciales y pandillas. Se atacó a cabecillas, pero ningún cártel ha sido desintegrado, y por el contrario, han ganado territorios enteros en el país. Al mismo tiempo, se atacó a activistas, raptaron mujeres, asesinaron periodistas, se hicieron ejecuciones extrajudiciales y detenciones arbitrarias, se torturó. Esta es la democracia mexicana del siglo XXI.
Según Amnistía Internacional, en México hay más de 20 mil desaparecidos, el Estado Mexicano reconoce “sólo” 2 mil 400 casos. Así que la magnitud del problema, según datos del propio Gobierno mexicano, es 55 veces mayor que lo que el mundo supone, hoy que han llegado a sus oídos la noticia de 43 estudiantes desaparecidos. Pero la cifra sin duda subiría si consideramos las desapariciones de 70 mil centroamericanos que nunca llegan a Estados Unidos, ni regresan a casa. México es el verdadero Triángulo de las Bermudas.
Afortunadamente no todo es devastación. Un movimiento, independiente de los partidos políticos, realizó ya tres paros de actividades en las principales escuelas del país, y cada vez se suman más institutos. Cientos de miles de estudiantes han salido a las calles a protestar en la Ciudad de México, y en varias ciudades más. En el estado de Guerrero, en contraste, las acciones han tenido un carácter violento. Se trata de la primera línea, de los compañeros de los estudiantes asesinados y desaparecidos. Han quemado el Palacio de Gobierno, las instalaciones del PRD, saqueado centros comerciales. Es difícil saber si se trata del inicio de una insurrección popular, o de las acciones desesperadas de quienes comprobaron que el Estado y el crimen organizado son uno mismo, que fue el mismo alcalde quien ordenó “detener” a los normalistas, que el dinero de los impuestos de todos sirve para mantener a grupos de narcotraficantes. Mientras tanto en todo el mundo, miles de personas se han manifestado exigiendo al Estado Mexicano ¡aparición con vida de los 43 normalistas!
Quizá puedan preguntarse, ¿por qué ellos?… ¿Por qué asesinar a estudiantes, que no representaban una amenaza para la estabilidad del gobierno? La respuesta es que ellos no eran estudiantes comunes. La escuela donde estudiaban es una de las normales más emblemáticas del país, en la que estudiaron los personajes más importantes de la guerrilla en los años setenta: Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Pocos en México y menos en otros países conocen la historia de estos líderes y de la guerrilla en México, la cual fue combatida por el régimen del PRI mediante la guerra sucia. En México no ha habido castigo para los responsables; en México desde los años setentas se ha instaurado la impunidad y el ejercicio omnímodo del poder; en México, los militares han violado, secuestrado, torturado masacrado comunidades, desde hace décadas; en México el Estado ha conformado grupos de choque (halcones) y porros para golpear al movimiento social, y nunca nadie ha sido castigado. En México, la dictadura perfecta devino en narcoestado. Ayotzinapa hoy es la consecuencia de la impunidad de décadas pasadas; el resultado del desmembramiento neoliberal del Estado; la consecuencia de una guerra contra el narco que Estados Unidos -con todo su racismo y prepotencia- obliga a que se libre en México. Ayotzinapa es la prueba de que quien se opone al narco, se opone al Gobierno, como también lo demuestra el encarcelamiento político del líder comunitario Manuel Mireles.
Pero Ayotzinapa es también el Ya Basta. Ayotzinapa es el que se vayan todos. Ayotzinapa es el ni olvido ni perdón… Ayotzinapa tiene un nuevo significado. Es nuestro grito desesperado para decir México no aguanta más.
* Axel García Ancira Astudillo es fotógrafo, videasta y periodista. Trabaja en la Maestría en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.