«Existe el infierno, y estaba en Avellaneda»
En la audiencia Nº 98, donde se juzga a represores por delitos de lesa humanidad, declararon en esta oportunidad los testigos: Juan Velázquez Rosano, Mónica Beribey, Santiago Ortiz de Murúa, Raúl Santos, Laura Vassena Zaballa y Ana Gallart.
ANDAR en la Justicia
(Diario del Juicio) El primer testigo fue Juan Enrique Velázquez Rosano, nacido en Montevideo, secuestrado el 18 de febrero de 1977 junto a su compañera Elba Lucía Gándara, nacida en Mercedes, Flores. Vivian en Florencio Varela, en Zeballos, en la calle Hilario Lagos 466. Fueron a buscarlos a su casa alrededor de las 3 ó 4 de la madrugada unos 12 militares quienes llevaban a su sobrino Eduardo Leonel Velázquez. Estaban en su casa con sus cuatro niños y se los llevaron a ellos en un Ford Falcon. A los niños los dejaron.
Le preguntaban si pertenecía a la organización Tupamaros o Montoneros. Juan les dijo que no conocía ninguna organización, que él solo trabajaba. Consultaron con su patrón quien ratificó que trabajaba con él y que no estaba en nada, quizás una de las razones por las cuales lo dejaron libre, piensa. Recuerda Juan que en su casa a su mujer le hicieron el submarino delante de los chicos, mientras a él le dieron algunos golpes.
Lo llevaron atado con el cable de la plancha, en primera instancia a “El Infierno”. Ahí lo pusieron en un lugar pequeño donde había 7 u 8 personas más. Allí conoció a Ramón, un chileno. Los represores estaban buscando a Damián Barrios, quien vivía cerca de su casa y con el que habían trabajado juntos en la carbonería. Cuando lo atraparon lo llevan a “El Infierno”. Juan afirma que a Ramón y a Damián los mataron ahí. También recuerda que lo llevaban donde estaba su compañera, para que viera como la torturaban.
Juan estuvo unas dos semanas en “El Infierno”. “Después me llevaron al 7mo de Caballería, en Cintura y Richieri, lo llamaban Puente 12, donde había mujeres y hombres”. Estuvo ahí alrededor de 2 meses hasta que lo liberan, dejándolo a dos cuadras de donde vivía. En su cautiverio pudo conversar con Elba que lo tranquilizó, ya que creía lo iban a largar. Al salir se encontró con que la casa que ellos habían comprado legalmente, había sido vendida a un sodero a través de la inmobiliaria Pereyra.
En “El Infierno” también estuvo su sobrino, secuestrado en Buenos Aires. Estaba muy golpeado. Juan mencionó al matrimonio Dionisi, que fue secuestrado porque no encontraron a su hijo. La pareja estuvo en “El Infierno” y en Puente 12. También recuerda a un tal “Esquivel”, paraguayo. Juan evoca los sobrenombres de dos represores de Puente 12, a “El Chino” y a “Juan Colino”.
Recién 6 meses después de liberado pudo reencontrarse con sus hijos, con quienes se fue al poco tiempo a España, donde reside actualmente. Terminó Juan su testimonio diciendo: “No quiero ni venganza ni ninguna otra cosa, sí que se haga justicia… y que un día pueda saber donde está la madre de los chicos”.
Trabajaba en escuelas humildes
Mónica Beribey fue la testigo siguiente. Cuñada de Blanca Ortiz de Murúa, quien fue secuestrada el 28 de octubre de 1976. Blanca y su familia vivían en Berazategui, en lo que le decían el Cruce Varela. Era maestra y delegada de CTERA. Trabajaba en escuelas humildes.
Ella la conoció cuando se puso de novia con Santiago, el hermano de Blanca. A través de sus suegros, Mónica se entera que ese 28 de octubre del 76 Blanca estaba en su casa, cuando escuchó ruidos y se dio cuenta que venían a buscarla. Un vecino le da refugio en su casa, y al intentar salir la secuestran metiéndola en un auto.
Blanca estaba de novia con Luciano Cayetano Scimia (Lucho), que era médico. También fue secuestrado en marzo del 77 y fue visto en El Vesubio.
“Mi madre comenzó con las rondas de Plaza de Mayo”
El tercer testigo fue José Santiago Ortiz de Murúa, esposo de Mónica y hermano de Blanca Ortiz de Murúa. Blanca habia nacido el 21 de julio del 51, y era la mayor de 4 hermanos.
Cuenta el testigo que el secuestro de Blanca fue alrededor de las 23.30, el 28 de octubre de 1976, en diagonal 10 y 4, departamento 68, en el límite de Berazategui con Florencio Varela. Todos vestían de civil. Ante el secuestro, sus padres fueron al consulado español, porque eran españoles. “Mi madre comenzó con las rondas de Plaza de Mayo”, relata. Comenta José que su hermana estaba de novia con Luciano Cayetano Scimia, quien también fue secuestrado unos meses después.
El horror de “El Infierno”
Raúl Esteban Santos, sobreviviente, fue el cuarto testigo. Fue secuestrado en el bar donde trabajaba junto a su esposa que quedaba en Murguiondo y Ascasubi, Laferrere. Relata el testigo que a su mujer la largaron. A él lo llevaron a la Brigada de Investigaciones de Lanús, donde había cinco calabozos. Estaban hacinados, encapuchados y atados de pies y manos. Todas las noches se llevaban a alguien de los calabozos para la tortura.
Raúl recuerda que había tres celdas de un lado y dos del otro. En las celdas de enfrente había dos chicas muy jovencitas que eran de Lanús. Estuvo en una celda con un muchacho que era de San Martín, que tenía un taller mecánico, y con otro que era de Laferrere y se llamaba Lastra, un militante político. Menciona que de los únicos que tiene conocimiento que sobrevivieron fueron un tal Mugica, que fue dejado al borde del Riachuelo en La Boca, y a él y a Quirós a quienes los tiraron en una zanja en Banfield, frente a unos monoblocks.
Detalla que cuando los liberan, el auto que los transportaba los lleva previamente al Pozo de Banfield. Ahí no los aceptan porque no había lugar, entonces los tienen un día y los liberan. Raúl tenía una sola hija. A causa de la tortura, no pudo tener más hijos. Militaba en la Juventud Peronista. Anteriormente, ya lo habían llevado dos veces, la primera vez a la Brigada de San Justo, la segunda, a Ezeiza.
“Hay que detectar cuando se empieza a gestar el terror”
Laura Vassena Zavalla fue la quinta testigo de esta audiencia. Hija de Estela María Zavalla y de Raúl Félix Vassena. Menciona que su papá salió a andar en bicicleta un 22 de noviembre de 1976 y nunca más volvió. Era ingeniero químico, trabajó en Nobleza Piccardo. Era militante de la Juventud Peronista y formó parte de Montoneros. Cuenta Laura que se enteró en la causa “El Vesubio” que a su padre le decían “Pájaro Loco”. Tenía al momento del secuestro su papá entre 35 o 36 años.
Menciona que es importante para ella saber que hay un Estado, un sostén, una red “cuando los familiares no podemos o no queremos otorgar ese empuje en saber qué pasó con nuestros seres queridos”. Haciendo referencia al momento en que su madre tuvo que explicarle a ella y sus hermanos que su padre no iba a volver más señala: “lo terrible que es que una persona decida el momento de la muerte de alguien”. Habla también Laura del enojo de su hermano mayor con las decisiones que tomó su padre, quien dice que “hubiera preferido tener un papá que le enseñe las ecuaciones”.
Cierra su testimonio la testigo diciendo “que Nunca Más sea Nunca Más, y hay que detectar cuando se empieza a gestar el terror”.
“Lo último que escuché fueron sus gritos”
La última testigo fue Ana María Gallart. Su hermana mayor, Silvia Fernanda Gallart (25 años) fue secuestrada, y continúa desaparecida, el 3 de Junio de 1976 a las 3 de la tarde en la casa ubicada en Caseros al 300, en General Rodríguez. En el domicilio se encontraban las tres hermanas: Fernanda, Mónica y ella. También María que era una empleada muy querida. Sus padres no estaban.
Recuerda que se metió en la casa un auto, con cuatro hombres de civil, pero con borceguíes de tipo militar, con armas largas, con sus caras cubiertas por pañuelos. A Mónica, a María y a ella las encierran en el baño, mientras se llevaban a Fernanda. “Lo último que escuché fueron sus gritos”.
“Fue terrible cuando llegaron mis padres”. Recuerda como su madre lloraba todas las mañanas.
Así finaliza la audiencia y el juicio pasa a un cuarto intermedio hasta el 28 de marzo del 2023. La audiencia será virtual y convocada para las 8.30 Hs.
*Con la cobertura de Guillermo J. Ayala Andújar para Diario del Juicio, recuperado de https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1518