AUDIENCIA N°99 “Era una incertidumbre terrible”
En esta audiencia declararon víctimas de secuestros en el período previo a la dictadura militar. Fue 1975 el año de los secuestros de los hermanos Geraci, quienes declararon desde Suecia; de Rafael Runco, testimoniante desde el Reino Unido y de Norma Dolores Castillo.
ANDAR en los juicios
(Diario del juicio) 1975. El 13 de mayo por la mañana, Oscar Geraci de 17 años, su hermano Carlos de 24, con su novia Susana de 23, fueron secuestrados por personas de civil desde el negocio familiar en Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires. Estas aludieron que los estaban investigando por una denuncia y que tenían que declarar en una comisaría.
Vendados y esposados, ya durante el trayecto fueron golpeados hasta llegar a lo que supieron después era la Brigada de Investigaciones de Banfield. En una oficina con mujeres policías que escribían a máquina Oscar preguntó qué era lo que pasaba. “Ya se van a enterar”, fue la respuesta. Los recluyeron en celdas en el primer piso hasta que los llevaron a un patio, donde había más personas sentadas en el piso, contiguo a una sala donde torturaban. Al pedirle allí el nombre al hermano, dicen “este es un perejil” y los retornan a su celda.
Las condiciones de cautiverio eran muy duras. En particular, la higiene del baño que era “inmunda”. Por eso, piden limpiarlos por el olor que resultaba insoportable. Se los autoriza y así lo hacen. Por varios días no reciben comida, solo agua. Los interrogatorios se centraron en su trabajo en el sector contable de la Editorial Latinoamericama que publicaba el Diario El Mundo, pidiéndole información sobre quiénes trabajaban allí. Él no podía ni quería darla.
Un preso común que estaba alojado en el piso y fue liberado, avisó a su padre (quien estaba recibiendo constantes amenazas telefónicas), sobre el paradero de sus hijos. Él, “peronista de toda su vida”, buscó ayuda entre los funcionarios conocidos y le confirmaron la detención de sus hijos en Banfield. Así se acercó a la Brigada y pudieron verse “unos minutos”, relata Oscar, visiblemente emocionado.
Recién diez días después, la situación comenzó a calmarse y cesaron las torturas a quienes estaban allí secuestrados. Después de 25 días hubo un traslado masivo de los varones en tres camiones a Sierra Chica. “Ahí parábamos todos”. Su registro es que allí “nos verduguearon y pegaron bastante”. Exhibe un vitíligo por stress que le apareció mientras estaba encarcelado, que aún se observa en su cuerpo.
Pasó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional pero estuvo preso 3 años y 9 meses, ya que le rechazaron varios pedidos de opción para exiliarse en otro país. Finalmente, logró que le dieran la residencia en Suecia, donde empezó una nueva vida. Allí estuvo anímicamente mal y se dedicó a trabajar con chicos de habla hispana.
“Al rancho de la Cambicha”
Carlos Geraci, secuestrado en el 75 con su novia y hermano, narra desde Suecia lo vivido en junio de ese año. Ellos tenían un negocio de productos de iluminación en Villa Crespo al que llegan tres personas que los interrogan, revisan los espacios y como “acá no hay nada”, se llevan detenidos a los hermanos adonde vivían, la casa de sus padres, muy próxima.
Los tiran al piso en una camioneta diciendo que era solo para hacerles unas preguntas en la comisaría de Villa Crespo. “¿A dónde nos llevan?”, pregunta Carlos. “Al rancho de la Cambicha”, fue la irónica respuesta. Una farmacia fue la primera detención. Comprar vendas su objetivo. Recién ahí les vendaron los ojos…
Así llegaron al Pozo de Banfield, donde fueron encerrados en celdas. En el horario que dejaba de funcionar la comisaría, los trasladaban a otro sector desde donde “se escuchaban gritos de dolor de los torturados y los insultos de los torturadores, recuerda Carlos. “Se palpaba el miedo en el aire”, señala.
El recuerdo de esos días están en las palabras de Carlos asociado al frío, a poder abrigarse solo “cuerpo a cuerpo” con su hermano, al baño inmundo que pidieron limpiar dado el olor irrespirable, a la escasa y “desastrosa” comida. También a las otras personas con quienes compartieron algunas charlas en el patio, cuando les sacaron las vendas. Entre ellas, él recuerda al matrimonio Piva, Rafael Runco, las hermanas Ibarra, una mujer de apellido Flores, Graciela Santucho, Germán Gargano, Andrés Caporale. Al tiempo fueron trasladados a Sierra Chica, donde permaneció dos años. Luego pasó a la unidad Nº 9 de La Plata. Las mujeres fueron llevadas a Olmos.
Registra el testigo que en mayo del 76, apareció en los diarios la lista completa de las 32 personas detenidas en Banfield, con sus nombres y apellidos e incluso fotos. Todos aparecían como “subversivos”.
Dos gestos solidarios llevan a Carlos a una intensa emoción. El primero, el de un “chico”, preso común, que estando preso en Banfield, obtuvo la libertad y avisó a sus padres (que lo buscaban infructuosamente en CABA) el lugar donde ellos estaban detenidos. El segundo, cuando recuperada la libertad en 1979, el capitán del avión que los llevaba a Suecia, al entregarle sus pasaportes les dijo que desde ese momento eran ciudadanos libres como el resto de los pasajeros.
¿Vos sabés quiénes somos nosotros?
Rafael Runco testimonia por primera vez y lo hace desde el Reino Unido. Relata que fue secuestrado y torturado durante varias semanas, a partir del 13 de junio de 1975. Tenía 18 años y hacía pocos meses había terminado la secundaria por lo que decidió trabajar en una empresa textil en Villa Martelli para poder costearse la Universidad.
Cursó en la Escuela Nicolás Avellaneda de Villa Martelli y allí formó parte del Centro de estudiantes. Con sus compañeros tenían una “vida social en común, iban a reuniones, al cine”… Él estaba en contacto con jóvenes de la Juventud Guevarista, pero fue un vínculo que se fue perdiendo al comenzar a trabajar, siendo solo esporádicos. Él guardaba en su casa algunas publicaciones partidarias para repartirlas y que leía ávidamente, buscando una plataforma política que contuviera sus ideas.
Rafael muestra fotos de sus compañeros del Centro de estudiantes, entre ellos destacando a Alicia Chéves. Fue una gran amiga que militaba en la UES, a quien secuestraron a fines del 77 y está desaparecida.
En esa tarde de junio, lo esperan llegar del trabajo y en su habitación le preguntan: “¿Sabés quiénes somos?, ¿Del Ejército, de la Policía? – No, de la Triple A”. Rafael “conocía ese nombre nefasto” y ahí, la sensación de terror. Pidió despedirse de sus padres pero no pudo hacerlo. Lo llevan en un vehículo a un lugar en el que fue torturado varios días y que luego supo era la Brigada de Investigaciones de Banfield.
Sus padres iniciaron una búsqueda intensa pero inútil. Solo pudieron obtener noticias de Rafael por un bombero amigo de su hermano, quien fue a su casa. Por sus contactos con la Policía, logró que el padre viera a su hijo en una oficina de la Brigada. Al día siguiente, impresionado por su estado, le llevó ropa limpia pero no pudo reunirse.
Al poco tiempo trasladan a Rafael, junto a otros detenidos varones a Sierra Chica donde estuvo 4 años y medio. De ahí pasó a la unidad 9 de La Plata y lo liberan en octubre/80, a los 24 años. Rafael regresa a vivir con sus padres.
Con una llamada telefónica es citado a un cuartel de Palermo. Asiste junto a su papá y lo entrevista el coronel Sánchez Toranzo quien lo había interrogado en la U9, de manera muy ruda, despreciativa y que tenía “la capacidad de tratarlos como subhumanos”. Este le pregunta por sus proyectos y lo obliga a desistir de la Universidad, porque “la próxima vez no vamos a tener cárcel para vos”.
Fue decisoria esa conversación para optar por salir del país. “No tenía opción”, afirma Rafael. En mayo del 81 llega a Londres donde tiene asilo político e inicia una nueva vida. Concluye diciendo: “es difícil restablecer la distancia con estos hechos, pero desde mi pequeño granito de arena, quiero ayudar a que se haga justicia”.
“Era una incertidumbre terrible”
Norma Castillo informa que el 14 de mayo de 1975 sufrió un secuestro en la casa de sus padres en Villa Sarmiento, Haedo, junto con su compañero Raúl Daniel Arburúa. Allí se encontraban con su bebé.
Seis personas, con gorros, pasamontañas y armas largas ingresaron al domicilio, buscando material de prensa. “Golpearon muchísimo” a su compañero en el garage y ella es atada, vendada y tirada al piso. Le hacen “un simulacro de fusilamiento, 2 veces”, precisa. Los pedidos del padre por una orden de allanamiento fueron desconocidos. El barrio se alteró por el operativo y los vecinos llamaron a la Policía quien intervino. Se llevaron al bebé a la comisaría local que luego su abuelo rescató.
Norma y su compañero, fueron trasladados “con los ojos muy tapados” a la Brigada de Banfield. Los llevaron a una sala, donde recuerda los gritos horrorosos de los torturados. En particular “fue horrible, muy doloroso” escuchar a su compañero.
La testigo nombra a quienes compartieron cautiverio con ella el mes que permaneció allí: dos hermanas Ibarra, Graciela Di Lauro; Margarita de Souza; Nilda Vera; dos hermanas Sánchez, Mirta Salamanca de Hernández; Graciela Santucho, Adriana, los hermanos Geraci; Jorge Nadal, Luis Caporale, Germán Gravano, entre otros.
Estuvieron quince días desaparecidos y luego a disposición del PEN. “Era una incertidumbre terrible”, afirma Norma. Después de un tiempo permitieron que los familiares les acercaran comida. Recuerda al guardia Saracho. También a un médico que a la noche les ofrecía aspirinas que después supo era Bergés.
Su hijo Nelson tenía tres meses en ese momento. “Tuve que destetarlo”, relata con tristeza. El bebé fue cuidado por sus abuelos.
El 15/7/75 trasladan a las mujeres a Olmos y un año después, a los golpes, a la cárcel de Villa Devoto. Allí las requisas eran muy fuertes. En un momento estuvo 45 días absolutamente “sola, sola, sola”, en total silencio. Vivieron situaciones muy difíciles, como el incendio del Pabellón Séptimo, con la muerte de más de 100 presos comunes.
En noviembre de 1980 le dan la libertad junto a su compañero. La familia y el barrio los esperaba. “Fue muy lindo”, evoca. Él consiguió trabajo y ella se quedó en su casa. Raúl falleció a los 53 años, ya que padeció mucho las consecuencias de la tortura. Lo describe como un ser muy sensible y siempre coherente con su humanismo. “Compartíamos todo, nos queríamos y ayudábamos”, sostiene muy conmovida. Norma cierra emocionada su relato nombrando a Teresita Di Martino, una compañera querida muy joven, que fue liberada, de la zona de Campana, que está desaparecida.
Deja como mensaje a los jueces que consideren el maltrato que recibían como presas políticas y que la cárcel también fue un lugar donde se sufrieron violaciones a los derechos humanos.
El Dr. Basílico indica que la próxima audiencia se iniciará el 4 de abril a las 9.30 y se reprogramarán los testigos que no pudieron testimoniar en el día de la fecha.
*Cobertura de Adriana Redondo para Diario el Juicio. 28 de marzo de 2023. “SE PALPABA EL MIEDO EN EL AIRE”. Recuperado de: https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1524