Entrevista a Rosalía Reyes: “Tenía miedo porque yo era el sostén para mi familia”
En febrero pasado, el Tribunal Oral Criminal 3 de Bahía Blanca condenó a Rosalía Reyes, de 47 años, a 8 años de prisión efectiva por la muerte de su hija. La sentencia no evaluó como determinante su desmayo durante el parto ni consideró el contexto de vulnerabilidad social y económica de la mujer, y consideraron que no hizo lo que tenía que hacer, siendo madre, por la beba que nació en su casa. Los mismos jueces que la condenaron resolvieron otorgar a la mujer la morigeración de la prisión, disponiendo la domiciliaria en la casa de su hermana. La CPM acompaña la apelación como amicus curiae de la causa. ANDAR entrevistó a Rosalía, su historia.
ANDAR en Bahía Blanca.
(Agencia) Unos días antes de que se decretara el aislamiento social Rosalía consiguió la prisión domiciliaria. Hoy convive con su hermana y su familia en Bahía Blanca porque no pudo volver a Zárate por la pandemia. Allá están su pareja, su hija menor Brenda y sus otras hijes. Con elles habla todos los días, Rosalía cuenta que no cortaron la relación ni cuando ella estuvo en el penal. Además de madre, hoy es abuela de 5 nietos. “Sólo espero que salga todo a la luz y que pueda volver a Zárate, donde tengo a mis hijes y nietes. Acá tengo a mi hermana pero mi vida está allá”.
“En 2005 trabajaba en el frigorífico La Gleba de Argerich, partido de Villarino. Estaba como empleada y encargada a la vez de un frigorífico de pollos donde se faenaba, se envasaba y se enviaba a la cooperativa. Eran muchas horas de trabajo. Entraba a las tres y media de la mañana y hasta las diez y media de la noche no salíamos. Parábamos sólo a tomar mate y luego, continuar con el trabajo. Éramos monotributistas, si no trabajábamos, no cobrábamos. No tenía obra social, ni horas extras en el salario, no teníamos nada. Nuestro salario dependía si íbamos a trabajar y si no ibas, los días eran descontados. Así era el ritmo de trabajo y como era la encargada me tenía que quedar hasta lo último porque venía el camión para distribuir el pedido a la cooperativa desde ahí a Bahía Blanca. En ese momento vivía en el pueblo, en Argerich, en una casita que alquilaba. Vivía con mis hijes, Vanesa tenía 12, Maira 10, Némesis 9 y mi varoncito, Brian, tenía 3 añitos. Estaba sola, siempre la luché sola. Fui mamá y papá para mis hijes y nunca tuve el apoyo de ninguno de los papás.
Fue muy difícil ocultar mi embarazo, muy duro… No tenía obra social, ni beneficios al trabajaren negro, yo pensaba que si contaba que estaba embarazada me quedaba sin trabajo. Era muy difícil para mí estar en esa situación y no me quedó otra y tuve que esconderme. Trabajar las horas que me tocaban o las que me ordenaba la otra encargada y quedarme callada. Tenía miedo porque yo era el sostén para mi familia.
Aquel día llegué a casa muy tarde de trabajar, como a las once y media de la noche. Estaba muy cansada, mi hija me estaba esperando con una cena y le dije que no quería comer, no estaba bien. Dejé mis cosas de trabajo y me acosté a dormir. Imagínate que me dormí al instante, un sueño muy profundo. Cuando desperté, ni sé qué hora era, estaba con muchos dolores. Fui al baño y no hice más que sentarme en el inodoro y despedí a mi bebé. Llamé a mi hija y me desmayé….
No sé el tiempo que estuve desmayada, como siempre se los dije, sólo sé que al retomar mi conocimiento me encontré tirada en el piso, vi el cordón umbilical, estaba llena de sangre y estaba mi bebé ahí. Me levanté como pude y, no recuerdo bien si fue con una tijera o un cuchillo que estaba ahí en el baño, que corte el cordón y alcé a mi bebé pero ya estaba frío, sin vida. En ese momento, la arropé y me acosté, la puse en mi pecho y me dormí muy profundo. Cuando me desperté mi cama estaba llena de sangre. Le pedí ayuda a mi hijita, que busque a alguien que me ayude. Cuando me vi toda llena de sangre, agarré la ropa de la cama, la metí en una bolsa negra, junto con la placenta. Puse a mi bebé sobre esa ropa, ya estaba sin vida, lloraba y no sabía qué hacer con mi bebé.
Esa misma mañana me fui a trabajar. Tenía que cumplir sí o sí. Como había ocultado mi embarazo, tenía que ir al día siguiente a trabajar. Me sentía mal, fui mal, anémica, mal. Sentía que necesitaba contárselo a alguien porque era como que…me sentía tan mal, pero a la vez tenía miedo a hablar. Fue todo muy fuerte. Después, cuando llegó la policía… a mis otres hijes no les vi más porque ya me detuvieron. Luego supe que quedaron a cargo de mi hermana.
En 2007 fue el juicio. Estuve en libertad mientras esperé que llegara la fecha. Me presente a las audiencias pero me asusté mucho, me asustó mi abogada de ese momento. Me decía me iban a dar perpetua y no quería que mis hijas se criaran sin su mamá, no tenían papá, yo era el sostén. Entonces les agarré y me fui con les cuatro a Buenos Aires, donde una familia amiga me dio lugar y ahí estuve bajo su amparo. Al tiempo tomé coraje y empecé a trabajar, hay que darle de comer a cuatro además. Primero conseguí trabajo en una casa de familia, después en una casa de venta de todo lo que es de limpieza. Me tomaron en blanco y tenía obra social, mis hijos tenían obra social, me hacían aportes, cobraba todo en blanco, elles iban a la escuela. Por eso, cuando me detuvieron en Buenos Aires no entendía nada, ni por qué había un pedido de captura, nada.
En Zárate, estuvimos 14 años. Y siempre digo que Dios me devolvió la vida cuando nació mi otra hija, Brenda. Ella nació con un problemita en el corazón y todos los años la llevábamos a un control a Buenos Aires. El 19 de junio del año pasado viajamos a un control, tomamos el subte C y me agarraron las cámaras faciales. Me tomaron y la policía me detuvo, me dijeron que no podía circular porque tenía un pedido de captura. No lo podía creer, no sabía por qué pero no me resistí. Ahí empezó todo de nuevo, mi pesadilla había vuelto.
Fui trasladada a la Unidad 52 de Azul, estuve una semana en la alcaldía y la pasé realmente mal, sin comer, me tenían tirada como a un perro. Mi familia, mi hija mayor, cuando me localizaron me llevaron comida, ropa, plata pero nunca me dieron nada. Les pedía por favor que me trasladen a la unidad para poder bañarme e higienizarme pero no me daban nada. Mi marido entonces se empezó a mover y contactamos con la doctora Vanini y ella comenzó a mover los papeles. El Servicio Penitenciario además había hecho correr el rumor de por qué yo estaba ahí, se dijo cualquier cosa y yo tenía mucho miedo…. pensaba que me iban a matar. Les pedía que no hablen cualquier cosa de mi bebe, que no inventes porque ella nunca había sido golpeada… Yo soy mamá de cuatro …. Imaginate…. Fue muy doloroso. Siempre confié en dios porque él sabe lo que me pasó en ese momento, así que…. me recibieron y, gracias a Dios, nunca me pasó nada. Pero me destruyeron. Me decían que no había sido buena mamá y que nada me importaba….
Lo único que pido es que se haga justicia. Volver 14 años atrás no fue fácil, había cosas que no me acordaba y le digo, a mi me torturaron durante el juicio. Escuchar al fiscal… todo lo que decía… no podía dejar de llorar, no podía ni hablar. Si no fuera por el acompañamiento de mi familia, de mis hijas que estuvieron en el juicio, de mi defensora y de todos los grupos feministas que acompañaron y me siguen acompañando, con los carteles, en las marchas…. No sé cómo hice y saque fuerzas en ese momento. Es lo que ahora me da fuerzas”.