ESPECIAL MONTE PELLONI Entre el terror y la verdad: la mujer que resiste
Ante un recinto colmado y expectante comenzó la cuarta jornada de audiencia del juicio oral y público por la causa Monte Pelloni I. El testimonio inicial fue el de Araceli Gutiérrez, única mujer detenida en el lugar.
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(AC/FACSO) El tribunal comenzó la sesión dando el parte médico de que los imputados Ignacio Verdura y Omar Ferreyra no iba a estar presentes por problemas de salud. Sí estaban Leites y Grosse, y en lugar de Ibáñez se encontraba Laura Ollea (abogada de Grosse).
El testimonio de Araceli Gutiérrez fue clave para demostrar el circuito y el vínculo que había entre los Centros Clandestinos de Detención “El pozo de Banfield”, Monte Pelloni y la Brigada de Investigaciones de Las Flores, como así también las relaciones entre las cárceles del Poder Ejecutivo Nacional de La Plata y Devoto.
[pullquote]El testimonio de Araceli Gutiérrez fue clave para demostrar el circuito entre los Centros Clandestinos de Detención “El pozo de Banfield”, Monte Pelloni y la Brigada de Investigaciones de Las Flores[/pullquote]
Araceli comenzó su historia recordando noviembre de 1976, en La Plata, cuando Juan Carlos Ledesma e Isabel Gutiérrez se enteran por vecinos que su casa había sido intervenida por un grupo de tareas que había entrado violentamente y había asesinado a la familia Santucho que había llegado de Bahía Blanca buscando refugio. En ese entonces, el matrimonio de Juan Carlos e Isabel, tenían un hijo, Juan Manuel, de un año y medio, que había sido protegido por los vecinos. Araceli, que estaba en Olavarría desde 1974, decide albergarlos para que se sientan seguros. Es así que en 1977 llegan Juan Carlos e Isabel a Olavarría. Ambos militantes de la Juventud Peronista. Poco a poco fueron buscando trabajo. Juan Carlos hizo sus pasos en la pintura y pudieron alquilar una casa en el Barrio CECO.
El 13 de septiembre de 1977 es secuestrado en Tandil Nicolás Gutiérrez, que en ese entonces se desempeñaba como Oficial de la policía de la provincia de Buenos Aires en el ISER. Por medio de torturas intentan averiguar dónde estaba su hija Isabel. Luego de pasar por la casa de una tía de Araceli se dirigen finalmente al domicilio de Araceli y Néstor. Un grupo de tareas que se identificó al mando del Coronel Bergel y “respondían a Etchecolatz”, vestidos de civil, encapuchados, y con armas largas, rompen la puerta y entran. Tenían una foto del DNI de Isabel y le pregunta a Araceli dónde estaban ella y Juan Carlos Ledesma. Al no tener información, se van, llevándose billeteras, dinero y alimentos. Al día siguiente, Araceli decide ir a la comisaría, pero la denuncia no es tomada.
La madrugada del 16 de septiembre el grupo de tareas vuelve a la casa de Araceli y al grito de “¿Te crees viva?”, la encapuchan, la esposan, y la suben a un auto. Allí, Araceli relata que padece su primera violencia sexual cuando es “manoseada por alguien en el auto”. Al llegar a la Brigada de Investigaciones de Las Flores, “lloraba un bebé y Néstor estaba muy mal. Pensaba que eran nuestros hijos. Cuando dejan de llorar, una persona nos dijo que los habían matado”. Ya la tortura psicológica había comenzado a ejercer su presencia. En Las Flores, Araceli reconoce a Graciela Follini. “Una tarde de sol, nos llevan al patio, y nos dicen que nos iban a liberar. Nos dicen que nos iban a dejar en una ruta y que teníamos que hacer dedo”.
Fueron varios días de cautiverio en Las Flores. Luego, el grupo fue dividido en dos: Una parte fue trasladada a La Plata, entre ellos se encontraban Nicolás Gutiérrez, Isabel, Juan Carlos Ledesma, Follini, Osvaldo Fernández, y Villeres, recuerda Araceli. Por lo que pudo reconstruir a partir de lo dicho por su padre, Juan Carlos e Isabel fueron llevados a Banfield. A Isabel la vuelven a llevar a La Plata y de Juan Carlos no supo más nada. Al día de hoy ambos están desaparecidos.
Araceli recuerda un diálogo con su padre, mucho tiempo después: “Fue una situación compleja, le dicen a mi papá que elija a una de las dos. Le cuentan que Isabel, quien había tenido una hija recientemente, estaba muy mal, con infecciones y que tenía que elegir a una de las dos. Y acá estoy”, cuenta Araceli en un momento delicado del testimonio, en donde los señores del terror delegaban sus responsabilidades homicidas en decisiones de otras personas.
El otro grupo, es llevado a lo que luego reconocen como Monte Pelloni. “Por la venda veía el camino. Alcancé a ver el cartel de la cantera Milesi de Olavarría y un camino de tierra. En ese momento pensé que nos mataban”. Al llegar a una tranquera, ve un soldado colimba que la abre. Esposada, recuerda que le ponen una mano en el pecho: “Esta es mujer”, dijeron, y la sentaron en un sillón. Le pusieron un algodón en la boca, sellándola con cinta. Le vendaron los ojos y escuchó golpes y gritos. También escuchó que uno de sus compañeros pasaba “arrastrando algo, algo de madera que hacía ruido con el piso”.
En Monte Pelloni pudo identificar distintos tipos de guardia. La permisiva, la invisible y la dura. Esta última “era la que golpeaba y golpeaba”. Eran también los que interrogaban. Hay también el recuerdo de lo que caracteriza como un Fiat 1500 y lo identifica “por el ruido del motor”. Las torturas venían luego de la llegada de ese vehículo. En esos intersticios, recuerda un diálogo entre dos personas que los torturaban: “Ferreyra, vos estás cada vez más loco” escuchó Araceli luego de que alguien contara que “era campeón de tiro en Estudiantes”. También recordó apodos “Cuaco, Pájaro, Pepe” y nombres de los guardias: Tulio y Carlos Muñoz (quien era vecino de ella y lo conocía por ser Sargento del cuartel).
De sus compañeros en cautiverio, sabe que estuvieron en Monte Pelloni Cassano, Vinci, Fernández, Elizari, y a uno que le decían “traidor”. “Un día alguien se sienta al lado mío, me dice que se llama Maccarinni, que no sabe por qué estaba ahí, que sólo le mandaba saludos a los familiares de los presos en donde trabajaba”, refiriéndose al Penal de Sierra Chica. Al cabo de unos días, nota la ausencia de Mario Méndez y Jorge Oscar Fernández.
Una noche la hacen sentar en un sillón. “Un hombre con un fuerte olor a cigarrillo negro, esos olores no se olvidan. Alguien se me sienta al lado y empieza a manosearme”, expresó Araceli. “Que feo olor tenés”, le dijeron, y luego la violentaron sexualmente. Luego se van, pero llega alguien. “Por la forma en que me revisó, creo que era un médico, un ginecólogo”, intuyó.
Una tarde, recuerda estar en el patio con Cassano, “que sufría claustrofobia y de repente convulsiona. Estaba puro huesos. Yo me acuerdo que lo tuve en mis brazos y nos caímos”. Después lo llevan al hospital. El tercer domingo de octubre recuerda que le llevaron unos bombones por el día de la madre. Ella pidió compartirlo con sus compañeros de cautiverio, en un claro gesto de solidaridad.
Al cabo de unos días son trasladados a la cárcel de Azul. Ahí ve en un diario, que en Olavarría, tras un operativo, “habían resultado un muerto y 12 detenidos”. Según la información, era Fernández, pero para la fecha que figuraba, Jorge Oscar Fernández “estaba detenido con nosotros, esposado en una cama”. En Monte Pelloni también recordó haberlo escuchado en los interrogatorios.
En Azul permanece hasta abril de 1978 y luego es trasladada a la cárcel de Devoto. Se presenta Oscar Saint Jean y le dice que estaba a cargo del Poder Ejecutivo “sin causa ni proceso”. Al preguntarle por su hermana y Juan Carlos, Saint Jean afirmó: “Se deben haber fugados porque nosotros no los tenemos escondidos”.
En Devoto recibió la visita de Grosse. “Quedate tranquila, vos vas a salir en libertad”, fueron las palabras utilizadas dando a entender que había destinos que estaban bajo su voluntad. En junio de 1979 es liberada bajo vigilancia. Recibió en su casa colchones, cama y alimentos, que a fin de año se los volvieron a sacar. Pasado unos días, es citada al cuartel, pero nadie la atendió.
En 1985 su padre la llama para avisarle que Verdura, que estaba en la Comandancia del Tercer cuadro del Ejército de Carlos Paz, quería reunirse con ella. “Usted es la única persona que nunca faltó a la verdad”, le dice Verdura, quien luego pasó a realizar un acting de buena persona, dando a entender “su preocupación, por su imagen ante su familia”, en donde además enfatizó “que recibía órdenes de la gente de Tandil” y que él mientras pudo “devolvió lo que habían robado”.
Cuando es consultada sobre las consecuencias de la historia que comenzó entre 1976 y 1977, Araceli recordó que al salir en “libertad asistida” quedó embarazada. ”Un embarazo complicado, con muchas pérdidas”. En noviembre de 1979 es visitada por Walter Grosse “para saber cómo estaba”, acompañado junto a otros uniformados. Araceli recordó, además, un hecho particular: cuando tuvo a su bebé. El 29 de mayo, después de la anestesia, se despierta en lo que era el depósito del hospital. “Un lugar, frío, poco higiénico, oscuro. Me despierto toda vomitada y desnuda”. Entró el Dr. Héctor Cura y lo escuchó discutir con alguien. Ella no tenía el bebé. Luego la llevan a un cuarto en donde estaba su madre junto con su hija recién nacida. Araceli explicó este hecho: “en el hospital trabajaba la madre de un militar que me hostigó durante todo el embarazo”.
Las consecuencias físicas también quedaron presentes. Araceli padeció un cáncer de mama y padece fibromialgia, “un dolor en todo el cuerpo causado por un alto grado de estrés, ante un trauma sufrido. Es una enfermedad crónica de ahora en más”. También quedaron marcas en las muñecas por la presión de las esposas, y un vínculo de pareja terminado luego de lo sufrido en esos años.
Al finalizar el testimonio se produjo una fuerte discusión en el recinto entre el Tribunal y el abogado de la defensa Castaño, por su forma violenta de preguntar ante asuntos tan delicados, ante lo cual el Tribunal le recomendó hacer un curso de “sensibilidad legal”. Luego, se realizó un cuarto intermedio, tras el cual se decidió que la audiencia terminaría a puertas cerradas, y luego se daría lugar al resto de los testimonios.