Encontrándonos
ANDAR en la niñez
(Por Lisandro Amado, de la Olla popular de Plaza San Martín)
Se va el 2014, se va. No silba bajito. Se va a los gritos. Se va, como buen año pre-electoral, dando sermones apocalípticos sobre el crimen y la inflación, acarreándonos sin sutilezas a elegir al mesías paladín de la tan mentada transición. Previsores o apurados, estamos en campaña. Una campaña especial, de “Fin de ciclo” o hasta “Ocaso K”, dicen algunos. Una campaña, como la definía hace unos meses en Página/12 Horacio Verbitsky, de “muchos machos malos” en la que todos quieren tener la mano más dura que su adversario. Massa y Macri compiten para mostrar una propuesta contra la inseguridad más “firme” que la que el gobernador Scioli ensaya en nuestra provincia, devolviendo a la calle a policías retirados sin preguntarse cuál era la causa de su retiro, a la vez que se financia la “emergencia” con la asfixia de los hogares de niños y jóvenes como el Don Bosco y los de la obra del Padre Cajade.
Este desenlace parece una síntesis, una simple y clara muestra del mecanismo que estos discursos inseguros accionan. Si la inseguridad es un problema de toda la sociedad, son los pobres, y, muy especialmente, los jóvenes trabajadores, los que pagan por ella, algunas veces (podría decir demasiadas, si no fuera porque una vez es demasiado) con su cuerpo, y todas las veces con el rechazo y el ninguneo, desde los medios que les ponen etiqueta de “irrecuperable”, desde el Estado que, a pesar del sincero esfuerzo de algunos de sus trabajadores, les ofrece casi únicamente represión y silencio. Lo ejemplifica el Centro de Estudios Legales y Sociales, cuando denuncia que los seis años de desidia que atravesó el caso Luciano Arruga muestran la discriminación y el desprecio de las instituciones y la justicia hacia los jóvenes pobres. Y lo ejemplifica aún mejor la poca importancia que el Secretario de Seguridad de la Nación Sergio Berni ha dado públicamente a la opinión de esta histórica entidad de defensa de los Derechos Humanos.
Para qué seguir hilando en historia conocida. Miremos más cerca, veremos que hay algo distinto. Fuera de las etiquetas, de las identidades prefabricadas, lejos de los que dicen qué es lo que los chicos son sin preguntarles a ellos, sin mirarlos a los ojos siquiera, apartados de esa indignación hipócrita de quienes no quieren solucionar lo que les indigna, y se conforman con sacarlo fuera de su vista, hay otros, que burlan el predestino guionado por los noticieros de la televisión, y demuestran cada día que los pibes tienen tanto para dar, como la sociedad por aprender. De ellos va a tratar esta nota. Sólo de algunos de ellos, como puntuales ejemplos de la fuerza que existe por la propositiva, de los que piensan que a los jóvenes hay que soltarles las alas, no cortarles las piernas.
Y, a pesar de haber pintado un panorama tan funesto, la noticia es de las buenas. De las que sacan sonrisas, de las que nos permiten soñar y nos devuelven la confianza en nuestras manos y su trabajo. En pocos días, la ciudad de La Plata va a ver dos expresiones de esta juventud que quiere crecer activa y feliz, al modo que a ella le parezca mejor, sin importarle los fatalismos de los pronósticos y diagnósticos ajenos. El jueves 27 y el viernes 28 de noviembre, en el Pasaje Dardo Rocha, se organiza el Encuentro Nacional por la Niñez, como festejo de los 10 años del Foro Provincial por los Derechos de la Niñez, y como oportunidad para que las diversas organizaciones que trabajan con niños y adolescentes en todo el país puedan conocerse, aprender, mostrar lo que hacen, compartir sus experiencias, sus preocupaciones, sus proyectos y sus ganas de acercarse a un futuro mejor. Al día siguiente, el sábado 29 de noviembre, la plaza San Martín, justo en frente de la gobernación en la que se decidió dejar en banda a los comedores, hogares y programas estatales, va a ser el hogar del Pibazo, una jornada cultural, recreativa y artística de los pibes, por los pibes, y también para aquellos a los que que no les gusta la palabra “pibe”. Organizado por las variadas organizaciones que este año confluyeron en la Campaña por los Derechos de los Pibes y las Pibas, este evento propone, con música, juegos, y actividades varias, que la plaza vuelva a ser un espacio para que las chicas y los chicos hagan oír su voz.
Estas dos propuestas son la expresión del esfuerzo de grupos con distintas ideas, proyectos, y maneras de trabajar, unidos en la voluntad y la esperanza de un futuro más generoso para los pibes, lo mismo que decir un futuro más generoso para todos nosotros.
Vamos a presentar a algunos de ellos, sólo algunos, que no sirven siquiera para mostrar la amplitud del trabajo en juventud y niñez en una región tan chica como La Plata-Berisso-Ensenada, ni mucho menos para ejemplificar la diversidad que hay en sus formas de buscar estrategias para cambiar lo mezquino de la realidad.
Por la ley y por una realidad acorde a ella
Empezando por lo más amplio, y por lo que más historia carga, nombraremos al Foro Provincial por los Derechos de la Niñez. Este nació hace casi exactamente 10 años, como una “ingeniería de articulación entre espacios diversos, como lo define su integrante Dolores Fusé. En ese momento, su primer objetivo era lograr la sanción de las hoy vigentes leyes provinciales 13.298 de la Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, y 13.634 del Fuero de Familia y de la Responsabilidad Penal Juvenil, una deuda pendiente desde la sanción de la Constitución Nacional de 1994. Estas leyes plantean la derogación del paradigma del patronato, basado en la idea de que el niño no tiene capacidad de elección, y adulto debe decidir por él. Su objetivo es el avance hacia una visión de los menores como sujetos activos de derecho, capaces de expresar claramente su interés, el cual debe ser respetado y promovido por los mayores identificados con el Estado y la Comunidad.
Pero el Foro tuvo claro desde un principio que un cambio tal llevaría mucho más que la sanción de una ley, y a la par de la militancia por la reforma legal, trabajó para generar instancias de formación y capacitación en la nueva concepción de niñez y juventud, tanto para instituciones del Estado como para las organizaciones sociales y comunitarias. Con el apoyo de, entre varios otros, el Colegio de Abogados, el Colegio de Trabajadores Sociales, ATE, CTA, Suteba, el Casacidn (Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño), el Comité contra la Tortura, la Comisión por la Memoria, y el Serpaj (Servicio Paz y Justicia), lograron generar casi 40 foros locales por toda la provincia, para coordinar en conjunto estrategias que hicieran posible la nueva postura ante la niñez que la ley propone.
Pero el cambio de paradigma sigue en discusión, y en estos diez años, la ley se ha sancionado, pero no se expresa en cambios claros en lo que respecta al accionar del Estado. Como explica Dolores, muchas veces se utilizan las nomenclaturas de la nueva ley para nombrar elementos que siguen funcionando bajo la mirada del patronato. El Servicio Local que debe implementarse existe en varios lugares, pero “en la práctica falta para que sea un Servicio Local en el sentido que lo contempla la ley”. Y más allá de las formas, los trabajadores de la niñez “son trabajadores precarizados, en casi ningún Servicio Local existen trabajadores de planta.”
El Foro ha continuado desde sus comienzos con la formación y capacitación en el paradigma del niño y el adolescente como sujeto de derechos, y después de importantes encuentros en 2006, 2007, y 2008, los años de reglamentación del Sistema de Promoción y Protección de la ley 13.298, lanzaron en 2009 y 2010 la Campaña “Cultura por los Pibes”, en vista de que además del Estado, la implementación de la ley exige una responsabilidad fundamental de la sociedad y las organizaciones civiles. El próximo Encuentro se plantea como una vuelta a lo que una vez fue el Foro, un gran acuerdo entre organizaciones diversas, que logre una actualización de los tres objetivos principales que se planteó en su fundación: La derogación del Patronato, el logro de una ley adecuada a la Convención Internacional de los Derechos del Niño, y una Asignación Universal para todas las personas menores de 18 años. Al pensar en las expectativas que pueden tener al respecto, Dolores y sus compañeras se ilusionan y piensan en la constitución de un Foro a nivel Nacional. Un objetivo nada fácil, reconocen, teniendo en cuenta lo mucho que cuesta coordinar a nivel hasta local, pero que no por eso debe dejar de ser soñado y arrimado a fuerza de trabajo.
A pulmón
Un ejemplo del disfucionamiento del Estado en el área de niñez, es el que da Pablo González, del CTAI (Centro de Tratamiento y Atención Integral), una institución que depende de la Secretaría provincial de Niñez y Adolescencia, y que se mantiene, según su testimonio, gracias al apoyo social que recibe. El CTAI es un grupo de trabajo, integrado por psicólogos, trabajadores sociales, profesores, talleristas, y acompañantes sociales, que trabaja con talleres varios por un fortalecimiento personalizado de las subjetividades de chicos con sus derechos vulnerados. Ante el recorte de la inversión, tuvieron que sacar un recurso de amparo para no ser desmantelados. Por suerte, cuenta Pablo, tienen un fuerte apoyo de la comunidad y de organizaciones como el Programa Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas, y “sigue habiendo una fluidez de pibes que hace que no nos puedan detener”. El amparo fue para él “una herramienta que nosotros usamos para no afectar a los pibes con los que venimos trabajando”.
Pablo tiene 27 años de trabajo en el área, y habla claro al explicar la realidad que ve en la Secretaría de Niñez provincial: “Muchos programas fueron cerrándose. La sub ejecución de recursos fue violentísima. Nosotros deberíamos cobrar 12 cajas chicas de 4.700 pesos al año. El año pasado cobramos dos de 4.000, y en lo que va de este, cobramos tres. Achicar, cerrar, ha sido una constante. Cierran las instituciones sin que les importe nada el dejar en banda a los chicos”. En el CTAI deben enfrentarse con frecuencia a los frutos de la negligencia del Estado, como por ejemplo, los jóvenes que han sido institucionalizados psiquiátricamente por años, bajo medicaciones que les causan daños físicos irreparables, y que luego, al ser abordados por los psicólogos, demuestran no sufrir ninguna de las patologías que se les habían diagnosticado, pero sí verse agredidos por múltiples vulneraciones de derechos que nadie nunca tuvo en cuenta.
El CTAI no está dispuesto a dejar de atender a los alrededor de 50 chicos con los que trabaja, y eso recibe una respuesta clara por parte de la Secretaría. “Sigue siendo complicado trabajar cuando estás peleado con tus jefes. No dejan entrar a gente que quiere venir a trabajar desde otras instituciones, no nos pagan las horas extras”, cuenta Pablo. Pero tiene muy claras las razones por las cuales vale la pena seguir en la lucha: “Si vos estás dentro de un sistema con políticas represivas y de vaciamiento y te plantás, eso te da una solidez que es sentida por los pibes”. El vínculo afectivo generado es muy estrecho. Muchas veces los niños y jóvenes que egresaron de un tratamiento regresan, vuelven a ayudar con el trabajo y jugar al fútbol con los otros chicos. Sabiendo que sus problemas no están aislados ni pueden solucionarse en solitario, el CTAI es uno de los impulsores de la Campaña por los Derechos de los Pibes y las Pibas. Pablo está contento y tiene buenas expectativas. Cree que esta es una posibilidad de darle un lugar a los chicos como sujetos históricos y de cambio, y señala que son estos movimientos los que generan instituciones, después, lo más saludables posibles.
Hacia el protagonismo
Tras esta búsqueda de empoderamiento de los chicos es que van los proyectos de la Asociación Civil La Casa, y de la Olla Popular de Plaza San Martín. La Casa nació en el 2009, en el Barrio El Retiro, como un centro de apoyo escolar, y hoy, cinco años más tarde, abriga talleres de alfabetización para niños y adultos, un espacio de arte y debate para jóvenes, y un incipiente proyecto productivo. La Olla viene de la Asamblea Permanente por los Derechos de la Niñez, una organización que se formó en 2008, a partir de la represión parapolicial a chicos que pernoctaban en la Plaza San Martín, y, más adelante, organizó una olla popular cada martes en la misma plaza, como una forma de denunciar la represión y la falta de respuestas, y a la vez de posibilitarse una relación continuada con los pibes en situación de calle. Cuatro años más tarde, este es hoy un proyecto que combina talleres educativos para los más pequeños con un espacio de trabajo para los mayores, en una propuesta pedagógico-productiva.
Para Nahuel, de La Casa, no se puede partir a un cambio posible si los pibes no son conscientes del señalamiento que se hace sobre ellos. Y es necesario que los adultos salgan a pelear por sus derechos, pero también que empoderen a los chicos para que ellos lo hagan con su propia convicción y conciencia. Chana, de la Olla, dice que el niño debe problematizar su propio rol como niño, y a partir de allí, problematizar también el rol del adulto y pensarse como sujeto político que hace su propia historia. Ante años de estigmatización y política represiva, los chicos han generado una idea muy fuerte de odio hacia las instituciones policiales, que, aunque no sea esta su única respuesta, los lleva en varias ocasiones a enfrentarse a la policía y convertirse en sus víctimas, reafirmando así la condición de marginalidad y criminalidad que se les atribuye. Al atravesar el trauma de la muerte de familiares y amigos, los pibes sienten que “se imprime en la vida de ellos, en sus cuerpos, y en sus familias, la impunidad con que se maneja la policía”, explica Sandra, pensando en un caso de gatillo fácil acompañado por la Olla. Es por esta violencia acumulada que no debe suponerse al trabajo con jóvenes con derechos vulnerados como un conjunto de acciones con previsibles resultados. “Por ejemplo, para quien la ternura es casi desconocida, y su cuerpo valorizado por su resistencia al dolor, a la intemperie, por su rudeza, bravura, la ternura puede ser vivida como una afrenta, una ridiculización” explica la Agencia de Noticias Pelota de Trapo en “¿Son Irrecuperables?” un valioso documento, que propone, en vez de “recuperar” a los chicos, “crear las condiciones individuales y colectivas para generar el lugar social que desde la comunidad, la escuela, la familia le ha sido negado”.
Porque las vulneraciones en los derechos de los niños y jóvenes no vienen sólo de manos de la policía y de los gobiernos que privilegian la seguridad de las armas a la seguridad de los abrazos. Nahuel, de La Casa, dice que “cuando hay que luchar por algo, hay que apuntar a la persona que está en el gobierno, por el costo político que le ocasiona si no lo hace, pero a veces, en eso se invisibiliza todo un aparato que existe por detrás”. Si hoy existe inseguridad, los primeros en sufrirla son los niños y jóvenes humildes, aquellos que tienen hambre, frío, y, lo que es mucho más grave aún, desesperanza. Aquellos que salen un mundo que parece ya terminado, y a simple vista no les ofrece expectativas más seductoras que el consumismo y la autodestrucción. “Los pibes están en dualidades permanentes”, dice Chana, y cuenta de un chico que a veces dice simplemente ser feliz con la nociva propuesta que la calle le brinda (que el Estado le brinda, aclara), mientras en otras ocasiones muestra intenciones de estudiar, “rescatarse”, y vivir una vida completamente distinta a la que ha conocido. Existe también una dualidad en la percepción que la sociedad tiene hacia los chicos: “El nene que está en situación extrema de pobreza inspira ternura. Al crecer, toma la pose de un varón adulto y violento. La sociedad, cuando el pibe es pobre, le da una moneda, cuando el pibe es grande, lo mete en cana”, explica la militante, que no pierde de vista la importancia de las diferencias de género: “La idea de la mujer está asociada a la vulnerabilidad y a la sensibilidad, no a la violencia. Eso hace que las pibas sean menos temidas socialmente que los varones”. Pero también las sitúa en un rol en el que tienen mayor probabilidad de ser abusadas en diversas formas, y en la que deben sufrir una culpabilización por “exponerse”, por meterse en “cosas de hombres”, es decir, no someterse al rol de vulnerabilidad y clausura que se espera de ellas. Como dice Nahuel, “aunque sea una frase hiper trillada, hay que decirlo. Los chicos no son peligrosos, sino que están en peligro”
“La disputa se la puede dar desde muchos planos, desde los medios, desde salir a la calle, desde generar un emprendimiento productivo para que no tenga que salir a chorear o alistarse a la policía”, explica el militante y tallerista de La Casa, añadiendo que las fuerzas de seguridad que los reprimen suelen ser, a la vez, únicas salidas laborales visibles para los jóvenes desocupados. Las organizaciones debieron enfrentar la necesidad de los adolescentes de ingresar al mundo laboral, y decidieron hacerlo en un contexto que inspire valores de compañerismo, cooperación y apoyo mutuo. La Casa está poniendo en marcha una pequeña fábrica de pastas, en la que, con harina en las manos, se haga posible disfrutar y valorar la propia capacidad de trabajo. La Olla Popular decantó su accionar en la calle y en talleres pedagógicos hacia la Pizzicleta, un proyecto productivo a largo plazo, y con el objetivo de volverse autónomo y autogestivo. En él, el trabajo y la producción económica buscan ser parte de una acción pedagógica para que los chicos se identifiquen como trabajadores, como parte de un proyecto, y como sujetos de acción y transformación en éste y en el mundo que habitan. Un camino similar sigue la pizzería La Nueva York, que está dando sus primeros pasos en el seno de Mansión Obrera, una organización que crece desde hace siete años en el histórico barrio Nueva York de Berisso.
En estos espacios, el trabajo y la producción económica no son valorados sólo en el sentido de una alternativa de subsistencia, ni sólo como posibilidades de futuro para los jóvenes. La actividad productiva tiene un valor pedagógico en el momento presente, por situar al chico frente su propia obra, enseñarle a valorarla, y a valorarse a sí mismo. Tras esa primera valoración, el joven puede generar lo que esta cultura más le niega: independencia, autonomía. Los proyectos laborales con jóvenes buscan dejarles libre el papel de protagonismo que las lógicas paternalistas han reprimido. Ahondando en esto, sería productivo poner en debate el Paradigma del Protagonismo Integral de la Infancia, que lleva más allá las propuestas de la Convención sobre los Derechos de los Niños, y, retomando críticamente conceptos de las tradiciones andinas, piensa a los menores no sólo como sujetos de derecho, sino también como portadores de ciudadanía e identidad, como sujetos autónomos que no están inacabados, que deben ejercer un poder civil, y que comparten una realidad integral con los adultos. Por supuesto, estos son ideales normativos, pero el entusiasmo de los pibes ante la posibilidad de tener sus propios proyectos y sentirse protagonistas de ellos parece fundamentarlos fuertemente.
Ese mismo entusiasmo es el que muestran los chicos del taller de jóvenes de Mansión Obrera cuando toman una cámara, elijen un vestuario, y discuten cuál será la trama de la película que están grabando en las calles de su barrio. “La película se va a tratar de zombis, de investigadores, de vecinos, de políticos, de empresarios…” dice Morena. “De ricos, de pobres”, acota Loana, “Los vecinos empiezan a desaparecer, y los investigadores descubren que la contaminación los hace zombis”, explica Morena, “y los políticos y empresarios hablan sobre la ampliación del puerto, y todo eso”. “El final todavía lo tenemos que hacer. Aguantame un momentito” se ríe Nicolás, e invita a ir a las reuniones de jóvenes todos los miércoles. Además, los chicos tienen un programa en la radio de Mansión Obrera, La Charlatana, donde discuten sobre los problemas del barrio, hablan de sus intereses, pasan música y hacen visitas otras radios comunitarias de la zona. Otra película es la que acaban de presentar en el encuentro anual de Jóvenes y Memoria los pibes de La Casa. Se llama “¿una calle nos separa?” y trata sobre los conflictos entre vecinos del barrio, un tema que los chicos eligieron a partir de sus discusiones en el taller de jóvenes, que a su vez grabaron en el mini-documental “Soy lo que digo, no lo que dicen”. ¿Qué mejor que éste título, como síntesis del deseo de autorreferencialidad de los chicos, de la voluntad de ser ellos los que dicen quienes son y no estar teniendo que definirse por la positiva o la negativa hacia los discursos que elaboran otros muy lejanos, que no los conocen ni ganas de conocerlos tienen?
A encontrarnos
Al evaluar las dificultades del trabajo, y las estrategias a tomar para poder ver un crecimiento de los movimientos por los derechos de la niñez y la juventud, los militantes y trabajadores de los distintos grupos comparten opiniones. Hace falta conocerse, reunirse, hacer acuerdos, y proyectar en conjunto. Existen multitud de organizaciones, de las cuales acá vimos apenas unas pocas, que a veces ni siquiera se conocen entre sí. Se llevan a cabo numerosas actividades para evidenciar la existencia de una juventud creativa y esperanzadora, pero en muchas ocasiones, se realizan de manera aislada, sin hacer un nexo con los demás movimientos que participan en ello. El Encuentro Nacional de Niñez, y el Pibazo, estos próximos eventos, darán una gran oportunidad para, justamente, encontrarnos, compartir saberes, preocupaciones y experiencias, y, entre todos, empoderar a las pibas y los pibes para hacer de este mundo un lugar donde den ganas de estar. Ya lo hacen con su sonrisa y con su entusiasmo al participar.